EnglishSeis horas después de un silencio de radio por parte de las autoridades electorales que demoraron la difusión de las cifras oficiales, el misterio comenzó a develarse.
Ninguna encuesta pudo anticipar lo que ocurrió este domingo en las elecciones presidenciales en Argentina. Cuando los pronósticos indicaban que el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, candidato respaldado por la presidenta, Cristina Kirchner, estaba a décimas de alzarse con una victoria en la primera vuelta, la realidad cayó como un balde de agua fría entre las filas del oficialismo. El candidato del frente opositor Cambiemos, y alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, quedó a sólo dos puntos de distancia de Scioli y logró forzar una segunda vuelta, en la que se dirimirá la contienda presidencial el próximo 22 de noviembre.
La escueta victoria de Scioli —y la gran elección de Macri— abre un escenario impensado tiempo atrás. El golpe anímico contra un candidato que se creía ganador desde la primera hora —envalentonado por el aparato mediático paraestatal que supo construir el kirchnerismo—, podría ser la clave en la segunda vuelta.
El gobernador de la provincia de Buenos Aires, que además perdió en su propio terruño —un bastión del peronismo, donde el partido gobierna hace 28 años—, quizá haya alcanzado su techo y solo podrá aspirar a atraer parte de los votantes del otro candidato peronista, Sergio Massa, un ex jefe de Gabinete de Cristina Kirchner, devenido en opositor, que obtuvo 21,33%. Mientras tanto, Macri confía en poder seguir creciendo con ayuda de los votos de Massa y convertirse en presidente.
A continuación cuatro reflexiones sobre los comicios en Argentina:
1. Argentina no será Venezuela
Cualquier proyecto de que Argentina continúe en la senda a convertirse en un paraíso autoritario para los jerarcas socialistas y populistas quedó truncado. Incluso con una victoria en segunda vuelta de Scioli, el Gobierno deberá escuchar las demandas de la sociedad, que reclama —como mínimo— un cambio de estilo a la soberbia y arrogancia de la que Kirchner impregnó su gestión.
Scioli, ante una eventual victoria, no podrá continuar con su política de maquillaje. Perpetuar la agonía de una economía que languidece mediante intervenciones que generan más distorsiones, y que a su vez lleva a más intervenciones —la dinámica del intervencionismo—, ya no es una opción. Y si en vez de escuchar el mensaje de las urnas, opta por seguir las ordenes de su patrona política, pronto perderá los pocos apoyos que le quedan dentro de su partido, cuyos miembros a lo único que saben aferrarse es al poder.
2. ¿Se transformará Cambiemos?
Mauricio Macri se presenta como una alternativa al populismo, y de hecho lo es. Pero, ¿qué tipo de alternativa? Macri no es un liberal. Basta con observar su gestión en el Gobierno de Buenos Aires, donde no vaciló en aumentar impuestos en su distrito, ha declarado que busca endeudar a los contribuyentes, y nunca ha dejado de coquetear con el lobby corporativista que impulsa el mito de la “industria nacional“. Él mismo fue parte de esa casta cuando administró, décadas atrás, las empresas familiares que inescrupulosamente hacía jugosos negocios con el Estado.
Pero también hay que poner las cosas en perspectiva. Macri, al lado de Kirchner, es un bebé de pecho. Su perfil tecnocrático, sin embargo, también representa peligros. Demuestran la misma prepotencia que los socialistas del siglo XXI, a la hora de creer que el poder controlar las variables económicas —o las decisiones individuales de las personas que las determinan—, los tecnócratas la delegan en sus equipos. Argumentarán que son personas preparadas para diseñar planes económicos, políticas sociales, programas contra la inseguridad, y demás soluciones que demanda la gente, pero no se diferencian demasiado de sus primos populistas. Ambos incurren en la arrogancia fatal de creer que los individuos son marionetas que precisan de un buen titiritero.
Macri representa el cambio, en el sentido de mayor institucionalidad, y un funcionamiento más normal de la república. No está exento de incidir en los mismos vicios del Gobierno nacional, como por ejemplo confundir partido y Estado, pero augura el inicio de un camino hacia una normalización del país. Al mismo tiempo es la continuidad del desprecio por la libertad individual y el orden espontáneo que surge de las millones de acciones individuales, descentralizadas de la gente. Para populistas y tecnócratas, la sociedad necesita soluciones que deben venir desde arriba hacia abajo.
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3. Alternancia histórica
Algo insólito ocurrió el domingo. Por primera vez en 28 años, el peronismo no ganó las elecciones ejecutivas en la extensa y populosa provincia de Buenos Aires, bastión histórico de ese partido. María Eugenia Vidal, candidata de Cambiemos, logró derrotar al jefe de Gabinete de Kirchner, Aníbal Fernández, con 39,5% de los votos, contra 35,2%. Con su victoria, se abre una oportunidad única para desmantelar el aparato clientelar que supieron construir y que le ha permitido a algunos intendentes atrincherarse en el poder por décadas.
La alternancia en el poder diluye el poder concentrado, y evita que se enquisten en el Estado estructuras que responden al partido. ¿Comenzará en la provincia de Buenos Aires un proceso de desperonización? Vidal deberá mostrar que está a la altura para desterrar a las mafias que infectan las provincias y no reemplazarlas por las propias.
4. ¿Congreso bobo o inteligente?
Por primera vez en años, no habrá una fuerza que cuente con una mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Tras funcionar durante años como una escribanía de los proyectos enviados desde el Ejecutivo, los legisladores deberán discutir y alcanzar consensos para aprobar leyes. La idea aterra a muchos que predicen un Congreso estancado que no sanciones leyes. Enhorabuena. Si el país necesita algo no son más, sino menos leyes. La inflación legislativa genera un exceso de regulaciones y normas que suelen responder más a intereses creados, que a la finalidad original de la Ley. Como escribió alguna vez Mark Twain “Ni la vida, ni la libertad, ni la propiedad están seguras cuando el Congreso está reunido”.