La principal de las incógnitas de la política Argentina quedó zanjada el domingo. El próximo 10 de diciembre será el hasta ahora opositor Mauricio Macri, quien recibirá la banda y el bastón presidencial de manos de la presidenta Cristina Kirchner. No se trata de un simple cambio de signo político.
Por primera vez, en 70 años, un presidente democrático no habrá surgido de las filas de los tradicionales Partido Justicialista y Unión Cívica Radical.
Las promesas de normalización institucional, un giro en la política internacional —actualmente alineada al eje bolivariano—, un alivio fiscal para los sectores de la economía más golpeados, y un estilo de Gobierno basado en el diálogo —diametralmente opuesto al de la presidenta—, son las pocas certezas que deslizó el flamante presidente en su primera conferencia de prensa tras los comicios.
Sin embargo, a la hora de hablar sobre definiciones concretas, especialmente en materia económica, los interrogantes se apilan uno sobre otro. De la victoria bautizada por el propio Macri como una “revolución de la alegría” se conoce su envase y la etiqueta, pero poco del contenido.
Ante este nuevo panorama, partidarios de ideas que han sido denostadas y demonizadas en los últimos 12 años de Gobiernos de signo kirchnerista, ven el cambio como una oportunidad para poder aportar sus ideas e influir en la nueva administración. El pasado miércoles 18 de noviembre, en una conferencia liberal organizada por la Fundación para la Responsabilidad Intelectual predominó una combinación de euforia y cautela, según dominaban las emociones o la razón.
“Creo que el PRO y Cambiemos esta mucho más cerca para generar un ámbito para la libertad”, dice Diego Colombo, empresario y seguidor de las ideas de la filósofa ruso-estadounidense Ayn Rand.
“La regla moral son decisiones dentro de lo posible, y creo, en ese sentido, que cuando ninguna de las opciones es muy cercana a lo que uno piensa, uno tiene que decidir por la que está más cerca de lo que uno piensa”, agrega Colombo al manifestar un apoyo inicial a Macri.
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“Macri no es Churchill”
El economista José Luis Espert, en contraste con el resto de los oradores, puso paños fríos ante el entusiasmo y optimismo que dominó la conferencia. En el discurso que clausuró el evento, advirtió que Macri “no tiene pedigree de ser demasiado capitalista o un salvaje competidor”. Por el contrario, Espert apuntó que el Gobierno del presidente electo en la Ciudad de Buenos Aires lo mostró como “un fan del Estado presente”, aunque lo reconoció “más razonable” que el Gobierno central.
“Es hijo de una familia cuya riqueza proviene del capitalismo corporativo”, sostuvo sobre los orígenes de Macri. El saliente alcalde de Buenos Aires participó durante los 80 y principios de los 90 del grupo empresario de su familia, vinculado a la llamada “patria contratista”, por la estrecha relación que mantuvo con el Estado a lo largo de varias décadas, en las que se benefició con multimillonarios contratos.
“Una cosa es sacarnos de encima a estos alucinados delincuentes, y probablemente asesinos que gobernaron en la última década, otra cosa es pensar que Macri es Churchill”, concluyó Espert.
Errores del pasado
En 1989, con la llegada al poder del peronista Carlos Menem, la Unión del Centro Democrático (UCeDé), un partido socialmente conservador y económicamente liberal que había sido fundado siete años antes, quedó obnubilado por el repentino giro político del caudillo riojano, y sucumbió ante la promesas de cargos públicos. Rápidamente terminó fagocitado por el poderoso aparato peronista, y sus principales referentes cayeron en desgracia (incluso algunos de ellos fueron encontrados culpables de actos de corrupción).
Veintiséis años más tarde, Álvaro Alsogaray, hijo homónimo del fundador de la UCeDé, lidera los esfuerzos para reconstruir el partido, con miras a adoptar un papel más protagónico del que tuvo en la última década. En diálogo con PanAm Post, señaló que la victoria de Macri “abre unas perspectivas muy promisorias para el país, representa un cambio importante y fundamental”, y afirma estar listo para “acercar ideas y propuestas” en defensa de los “derechos individuales, la libertad y la independencia de la justicia”. Aunque, a diferencia de la experiencia del siglo pasado, explica que esta vez el apoyo no será orgánico sino que “se dará desde afuera” y será “crítico e independiente”.