“La razón por la que los hombres entran en sociedad es la preservación de su propiedad. Y el fin que se proponen al elegir y autorizar a los miembros de la legislatura es que se hagan leyes (…) para así limitar el poder y moderar el dominio que cada miembro o parte de esa sociedad pueda tener sobre los demás.”
– John Locke (1632-1704)
“Democracia o Dictadura de las Mayorías” es un trabajo de Hana Fischer, escritora y columnista uruguaya, quien nos ilustra sobre el rol que cumplen las mayorías en el funcionamiento de las democracias contemporáneas. Fischer se hace una pregunta fundamental: “¿Hasta qué punto nuestros derechos son avasallados por los gobiernos?”. Y para poder responderla, se sumerge en un clásico debate, vinculando conceptos como república, democracia y liberalismo.
Álvaro Vargas Llosa define los alcances de la democracia al decir que “Correctamente entendida, la democracia es un mecanismo que ayuda a decidir pacíficamente quién gobierna y de esa manera hace responsables a quienes detentan el poder. Si bien en el corto plazo las dictaduras parecerían ser contextos más estables para las reformas, el progreso en última instancia depende de un proceso de prueba y error que solamente la discusión abierta –el mercado de las ideas– puede hacer avanzar”.
Hana Fischer explicó a PanAm Post los motivos que la llevaron a plantearse este profundo análisis acerca de las democracias contemporáneas. Ella plantea que su motivación surge de la contradicción que representa en sí misma una democracia que funciona de tal forma que no permite críticas a su modo de accionar: “El principio de la libertad individual es fundamental en todas las esferas, y el no poder cuestionar los modos de actuar de una democracia plantea una contradicción en sí misma con esas libertades individuales”.
El liberalismo reconoce los derechos naturales como una condición inherente a la persona, y por lo tanto anteriores a la formación de cualquier Estado: son inviolables. En consecuencia, limitar el poder se hace necesario para la protección de la libertad individual y la dignidad humana.
En palabras de John Locke, máximo exponente del liberalismo: “Al nacer el hombre con derecho a la libertad perfecta y a disfrutar sin cortapisas todos los derechos y privilegios que le otorga la ley de naturaleza, (…) no sólo tiene por naturaleza el poder de proteger su propiedad, es decir, su vida, su libertad y sus bienes, frente a los daños y amenazas de otros hombres, sino también de juzgar y castigar los infringimientos de la ley que sean cometidos por otros, y en el grado que la ofensa merezca”.
En torno a estos grandes conceptos filosóficos, Hana Fischer desarrolla un análisis muy detallado aplicado a países latinoamericanos como Uruguay y Argentina. El análisis tiene su componente histórico, en el que se toman en cuenta figuras del caudillismo latinoamericano como José Batlle y Ordóñez y Juan Domingo Perón. Todo el desarrollo se centra en el siglo XX, marcado sin lugar a dudas por la convergencia de políticas y economías de características proteccionistas al interior de diversos Estados.
La autora critica ese proteccionismo que, desde la década de los ’50, promulga una democracia cada vez más lejos de la tradicional definición de Vargas Llosa. La democracia del Estado benefactor, al contrario, se fue acercando cada vez más a una demagogia vinculada de forma estructural a la regla de las mayorías. Y esta característica, termina por convertir a los países en democracias de origen pero autocracias de ejercicio.
Al entrevistarla acerca del futuro de América Latina, la autora afirma tener una visión no muy positiva. “Uruguay se encuentra hoy por hoy siguiendo un proceso similar al que ha seguido Argentina: la pobreza está bajando a partir del asistencialismo, pero, al contrario de generar mejoras, esto deja incapacitadas a las personas al hacerlas dependientes del gobierno y del partido que ostenta el poder”.
“Se está destruyendo la democracia desde adentro. El estatismo avanza de una forma impresionante, se sacan muchas leyes que limitan el derecho a la propiedad (…) y la situación es muy parecida a la que se vivió durante la década de 1950 en Latinoamérica: Cambios múltiples, prohibición de importaciones, límites a la libertad”. Fischer plantea la posibilidad de un desenlace similar a los que se sucedieron a partir del devenir de los ‘50.
Friedrich Hayek es, según la autora, quien mejor ha retratado el devenir de la democracia, al explicar que “aún cuando en la actualidad se utiliza muy a menudo el término ‘democrático’ para describir pretensiones políticas específicas que circunstancialmente son populares y en especial ciertas apetencias igualitarias, no existe necesariamente relación entre democracia y la forma de utilizar los poderes de la mayoría”.
Así como los derechos individuales son primordiales para el sano desenvolvimiento de la sociedad civil y por ende, para el progreso del Estado, es fundamental que las instituciones e ideas funcionen de acuerdo a esta concepción, ya que son ellas quienes deben estimular el crecimiento de su pueblo. De ellas depende la calidad del sistema político real (más allá de la ya tradicional “democracia discursiva”), y el progreso a largo plazo que el Estado y su pueblo puedan desarrollar.
Por otra parte, el libro analiza los distintos canales por medio de los cuales se propagan las ideologías democráticas que acaban en demagogias: estos canales son fundamentalmente los sistemas educativos públicos. A partir de allí, todo desemboca en un Estado cada vez más ilimitado y menos enmarcado en la ley suprema. La autora afirma, en este sentido, que “la idea de una educación pública, gratuita y obligatoria fue una idea equivocada que emanó de los liberales en el siglo XIX. En todos los países, en mayor o menor medida, los programas educativos son regulados y controlados por el Estado, y con esa dirección el Estado promueve el cambio de las ideas, el cambio de la opinión pública”. Las raíces educativas sirven también como sustrato para el traspaso de las ideas estatistas entre los países.
El análisis es, en términos generales, una clara defensa de las libertades individuales frente al predominio de una igualdad que nos obliga a seguir la decisión tomada por quienes tienen mayor peso. La autora, al ser entrevistada, esbozó una crítica al movimiento liberal de la actualidad: “Muchos liberales no están dando la batalla por las ideas. Hoy por hoy decir liberal en muchos lugares es mala palabra”.
Sin lugar a dudas, la autora se ve representada por la famosa frase de Hayek: “Debo francamente admitir que si por democracia se entiende dar vía libre a la ilimitada voluntad de la mayoría entonces yo no soy un demócrata, e incluso considero que tal forma de gobierno es perniciosa”.
El libro puede ser adquirido en el sitio de Ediciones Barbarroja.