Cuando un Gobierno, como por ejemplo el de Chile, se comunica a través del extremismo, sin reglas claras y con incertidumbre jurídica, cuando el populismo se toma la gerencia nacional, cuando la presidencia no es capaz de defender el espacio público, cuando se acaba el presupuesto fiscal intentando satisfacer necesidades suntuarias de grupos de interés, así como los universitarios que piden educación gratuita mientras destruyen la propiedad pública, cuando se intenta pasar un retroexcavadora ideológica que incluye un cambio de Constitución que no se sabe cuándo podría estar lista, entonces los inversionistas piensan “ ¿qué será del derecho de propiedad?”, que es una consulta básica a la hora de elegir donde invertir. Al no tener estos elementos alineados, la inversión es retenida y/o se va.
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Muchos inversionistas esperan los resultados de la reforma tributaria y de la posible nueva Constitución para saber si valdrá la pena o no invertir. No saber si Chile cambiará su perfil constitucional de ser un país capitalista con muchas libertades económicas e impuestos razonables, a ser un país con un Estado “solidario” que impone cargas tributarias pesadas a cambio de una distribución que el mismo Estado determinará. Con estas incertidumbres es lógico que la inversión esté mas que contenida.
Chile está pasando por una estrechez económica que sólo se compara con el camino que el país tomó en los años 60 donde el disenso, la falta de diálogo, la falta de gestión en el Gobierno eran apabullantes con tal de consentir a todos lo grupos teniendo como resultado un descontento generalizado.
¿Cómo recuperar la inversión? ¿Cómo restaurar la confianza en un país que ya se había ganado una respetable reputación jurídica y económica?
Los pecados políticos que el Gobierno de Michele Bachelet ha cometido son varios y han resultado en una economía estancada y en dirección a la recesión. Quien la suceda tendrá muchísimo trabajo para levantar un herido país.
Entonces deben existir soluciones para contrarrestar los daños que una pésima y nefasta gestión produce en un país. Una de esas medidas es disminuir el gasto público, lo cual gracias a la sensatez del muy presionado ministro de Hacienda, Rodrigo Valdéz, se intentará hacer, lo cual hará que las agencias calificadoras no bajen las notas de Chile a nivel internacional y eso podría reactivar un poco la inversión y darnos un desahogo.
Lamentablemente, el ministro de Hacienda parece estar sólo en esta visión de responsabilidad financiera frente a un Gobierno populista que con tal de mantener el poder es capaz de dilapidar la fortuna del país.
Habría que preguntarle al Gobierno cuál es la idea de país que tienen y si existe claridad. Las sugerencias de quienes están en el poder son cambiar el “modelo”, ese capitalismo que según ellos ha producido una dañina desigualdad.
Quieren que la experiencia de éxito económico que hemos tenido durante 40 años desaparezca, porque les parece injusto que haya personas que han tenido suceso superlativo. Un modelo que hizo de Chile un líder y un referente en América Latina y el mundo, intentan suprimirlo y reemplazarlo con un modelo socialista que ya está comprobado que fracasó y que ha llevado a países ricos , como Venezuela, al despeñadero.
Y es que si no se crea más riqueza, la que hay se acaba y ya no queda qué distribuir y para crearla hay que incentivar a quienes lo hacen y esos no son los gobiernos sino las personas, los que generan empleos, innovación y desarrollo.
Ante este escenario, es obvio que la inversión se desincentiva, pues la inseguridad aniquila el interés. Sin embargo la presidenta insiste en complacer a quienes más destrozos hagan en el espacio público a modo de apaciguarlos para generar un poco de gobernabilidad.
Jorge Tarud, diputado chileno, compartió públicamente el día viernes en un programa radial que los embajadores de distintos países inversionistas le han comentado, que están reteniendo la inversión hasta tener claridad en lo tributario y en lo jurídico.
Mientras el Gobierno insista en forzar a los chilenos a cambiar a un modelo contrario a la libertad, que los somete a trabajar forzosamente para otros, mientras el Gobierno no cumpla su función de mantener el orden público y la defensa a la propiedad privada que es por lo demás muy legítima, entonces no debemos sorprendernos de que las cifras y proyecciones económicas sean más que desalentadoras.
¿Soluciones? Un Estado más pequeño y limitado, certeza jurídica y orientada a defender las libertades individuales, medidas claras en pro de la transparencia , compromiso con el orden publico, entre otros. Las tareas pendientes son enormes y no es fácil cuando la sociedad ha sido condicionada para anular la gobernabilidad, pero mucho más nocivo será ceder totalmente al populismo.