La historia de los hombres libres nunca fue escrita por casualidad sino por elección: ¡Su Elección!” —Dwight Eisenhower
EnglishLas elecciones del 6 de diciembre no eran cualquier cosa para Venezuela. No sólo era la elección de los diputados de la Asamblea Nacional, sino también recuperar una institución que lamentablemente los últimos años, ha cedido de forma sistemática su competencia natural de legislar al Presidente de la República a través de las nefastas leyes Habilitantes, o que se ha negado a ejercer el control político sobre el resto de los poderes al no investigar o interpelar funcionarios.
Y en esto último, en recuperar la institucionalidad de la Asamblea Nacional, los venezolanos nos jugábamos la vida a pesar del sentimiento y las condiciones previas a las elecciones.
Para los amigos de la región que posiblemente no están familiarizados con nuestros procesos electorales, tendría que decirles que el proceso electoral es custodiado por militares (lo menos civilizado y democrático que puede existir); los temas más comunes durante los días previos son ventajismo, trampa, desequilibrio informativo, fraude, violencia; casi todos tenemos la terrible y desgastante idea en la cabeza de que el problema no es ganar una mayoría sino que los resultados no sean cambiados a última hora por los llamados a resguardar el proceso; y en definitiva; lo que anticipaba al principio, tener consciencia de que las elecciones no son una fiesta democrática, sino nuestra lucha para lograr la libertad.
En estas elecciones, tal vez con mayor énfasis que en cualquier otra, los venezolanos salimos con la consigna de votar; cuidar nuestro voto y con la consciencia de que la tarea es larga, que la nueva Asamblea Nacional tiene enormes retos y nosotros, los ciudadanos, estamos para velar que se cumplan esos retos.
Pero ¿por qué digo que en estas elecciones los venezolanos nos jugábamos la vida? Porque actualmente el país vive una de las inflaciones más altas del mundo; los niveles de escasez de alimentos y medicamentos son alarmantes; la inseguridad ha cambiado nuestro estilo de vida.
Así como la Asamblea Nacional tiene una gran responsabilidad, nosotros los ciudadanos tenemos la enorme responsabilidad de cuidar nuestro voto
Dictar leyes no resolverá estos problemas, pero definitivamente será un comienzo para resolverlos con una Asamblea Nacional que entienda que las leyes están para crear las condiciones para ejercer efectivamente nuestros derechos y libertades, no para coartarlos. Una nueva Asamblea definitivamente será un comienzo para resolver estos problemas porque se empezará a devolver la institucionalidad a un país que tiene años sin instituciones, las cuales son necesarias e imprescindibles en un Estado de Derecho.
Estas elecciones evidentemente no agotan nuestra labor. Es más, sería el inicio de una labor para resguardar la institucionalidad de la Asamblea Nacional que tiene una gran responsabilidad en sus manos, a saber, reformar el Reglamento Interior de Debates, cuya última modificación fue para disminuir la actividad parlamentaria; definir una agenda legislativa que le cambie la cara a este ordenamiento jurídico que está plagado de mandatos (órdenes, directrices, autorizaciones) y no por verdaderas leyes (siguiendo la distinción entre leyes y mandatos de F.A. Hayek); y empezar a ejercer su control sobre otros poderes, que se resumiría como empezar a rescatar el resto de las instituciones democráticas.
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Ahora bien, así como la Asamblea Nacional tiene una gran responsabilidad, nosotros los ciudadanos también tenemos la enorme responsabilidad de cuidar nuestro voto y velar porque esta nueva Asamblea Nacional cumpla sus obligaciones y que en su cumplimiento no sean entorpecidas por el resto de las instituciones que han sido secuestradas.
Evidentemente, hoy los venezolanos despertamos con un gran peso sobre nuestros hombros y lo recibimos con la mayor responsabilidad posible, porque deseamos vivir en libertad y no simplemente sobrevivir, que es lo que ha ocurrido e los últimos 16 años. Con este 6D puedo decir que G. Steiner tenía razón al querer caer en “el error de la esperanza”, porque descubres que no siempre es un error sino el comienzo de algo.