“¡Qué buena noticia!”, pensó, seguramente, Rafael Correa al conocer la decisión de la OPEP de congelar la producción petrolera para estabilizar los precios. ¡Cómo no le va emocionar a un adicto petrolero que exista una —leve— posibilidad de volver a gobernar con un barril de US$110!
La verdad es que en un buen tiempo no volveremos a cotizar a esos precios porque actualmente hay suficientes inventarios de crudo. Así que hay que reventar la burbuja para pensar en el Ecuador después del petróleo.
La “Revolución Ciudadana” le apostó al gasto público, sostenido por el ingreso petrolero, como pilar para el desarrollo. La economía se convirtió en un círculo vicioso entre gasto y deuda. Así nació el mal llamado “milagro ecuatoriano”, que no fue nada más que una ficción petrolera: el modelo triunfó mientras que el petróleo estaba caro. Luego el precio se derrumbó, al igual que el modelo.
Luego de esto, entramos en un periodo de negación. “Académicamente no estamos en crisis”, salieron a decir para maquillar lo evidente.
Hay problemas de empleo, bajó el consumo de los hogares, no habrá crecimiento económico y tenemos la inflación más alta de los países dolarizados. Claramente algo anda mal.
La caída del precio del petróleo es una oportunidad. Puede ser el inicio de una nueva época: el Ecuador postpetrolero. Luego de las guerras mundiales aprendimos que el comunismo y el fascismo no sirven. En la década de los 70, aprendimos también que tanto el Estado de Bienestar, como el proteccionismo comercial y depender de los recursos naturales, no funcionan.
Hoy sabemos que el desarrollo vía gasto público es insostenible. Nada de esto sirvió porque las sociedades se aislaron, porque seguimos pensando que ser una sociedad cerrada y primitiva es el camino.
La evidencia a favor de una sociedad más libre y más abierta es contundente. La prosperidad se la construye desde abajo, desde el ciudadano, porque somos los únicos capaces de crear riqueza, no el Estado. Necesitamos un modelo basado en la libertad: más libre comercio, más inversión y más oportunidades.
El mundo ha avanzado hacia el progreso cuando dejamos suelto el ánimo creativo de los individuos, de los emprendedores, de los comerciantes; que día a día trabajan por hacernos la vida más fácil, de la forma más pacífica. Así, toda la sociedad se enriquece, se crean nuevos empleos, aumenta el nivel de vida y podremos ofrecerle al resto del mundo algo más que el crudo de Oriente.
No nos conformemos por el bienestar efímero que depende de las circunstancias. Sí, el petróleo es una condición externa; es cierto que no lo controlamos. Lo que sí manejamos es cómo nos enfrentamos a la situación. Para superar la crisis (o cómo prefieran referirse a la situación económica actual del Ecuador) no hace falta ni más Estado, ni más restricciones.
Necesitamos más libertad. Tenemos que dejar de ser una sociedad de junkies petroleros, y pasar a ser ser una sociedad abierta, libre y próspera, sostenible a largo plazo, tal como lo han hecho Chile o Suecia.