EnglishNelson Rodríguez es un disidente cubano. Come, cuando puede (en general solo una vez al día) arroz moro (arroz con frijoles). Es abogado, pero el régimen castrista no le permite ejercer su profesión. Con 50 años, él es uno de los cientos de disidentes cubanos que sobreviven al comunismo, a la represión, a las golpizas y a las cartillas de racionamiento a fuerza nada más que de esperanza.
Ser disidente en Cuba implica mucho más que descreer de las bondades de un Gobierno que lleva en el poder 56 años. PanAm Post conversó con algunos opositores a los hermanos Castro en La Habana sobre sus sentimientos, su futuro, sus ánimos y qué desventajas tiene el enfrentarse a la dictadura más larga del continente.
Rodríguez aceptó recorrer la ciudad capital con esta cronista. En una guagua (como se conoce a los buses para cubanos) que nos llevaría a la plaza José Martí, donde estuvo el papa Francisco a fines de septiembre, explicó que el wifi disponible para los turistas es privativo para el ciudadano de a pie.
“Las embajadas que nos abren las puertas para que podamos conectarnos a Internet gratis son la de Suecia, la de República Checa y la de Estados Unidos”, remarcó.
Sin embargo, aseguró que entrar a una embajada para conectarse al mundo no es para cualquiera: “Si la seguridad del Estado te ve entrando a una sede diplomática, ya quedas marcado como disidente”.
Y, según explica, la vida se vuelve mucho más “complicada”. A los disidentes, continúa el abogado, o los echan de sus trabajos o directamente se les hace imposible conseguir uno. Son marginados social y laboralmente.
“La visita del papa no va a resolver nada dentro de la isla. Políticamente benefició a la dictadura. El pueblo cubano sigue igual, con falta de libertades”, añadió.
Rodríguez, quien es también el fundador del incipiente Club Anarcocapitalista de Cuba, sostuvo que el mismo régimen indica que hay que vivir con la diversidad de pensamiento pero que, sin embargo, la propia Constitución cubana limita la libertad de expresión y pensamiento.
“El artículo 53 de la Constitución establece que existe la libertad de expresión siempre y cuando vaya acorde a los principios del socialismo”.
Sobre las Damas de Blanco, grupo disidente y activista por los derechos humanos, recalcó que ellas luchan todos los domingos por la libertad de los presos políticos.
Berta Soler, la líder de este movimiento, le indicó a PanAm Post que es muy común que le asignen varios agentes de la seguridad del Estado en la puerta de su casa para impedir que ella salga y marche junto a sus compañeras todos los domingos.
Otras disidentes, como la artista Tania Bruguera, fueron encerradas por hacer demostraciones públicas sobre arte contestatario; y por momentos, su pasaporte fue retenido. Otro artista grafitero, Danilo Maldonado Machado, conocido como El Sexto, se encuentra preso en una celda de castigo aguardando juicio desde diciembre de 2014 por haber soltado dos cerdos pintados con los nombres de “Raúl” y “Fidel”, en clara alusión al cuento Rebelión en la Granja de George Orwell.
Hasta el momento de publicación de este reportaje, otros tres disidentes permanecen arrestados en huelga de hambre y cerca de la muerte por haber sorteado la seguridad del Estado para alzar la voz por los presos políticos al papa Francisco durante su gira en la isla caribeña.
Pero además de disidentes, todos son padres, hijos, hermanos y amigos. Ser un disidente es mucho más que ser opositor, porque la vida en la ilegalidad socialista puede dejar a la familia sola mientras se cumplen días, meses y hasta años en la cárcel.
Ese fue el caso de Gilberto —que prefirió mantener su anonimato—, que fue uno de los 53 presos políticos liberados en enero de este año tras el acuerdo de reconciliación diplomática entre Cuba y Estados Unidos en diciembre de 2014.
Este activista de la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu) estuvo preso dos años y dejó en su casa a su mujer y un hijo que tiene ahora cinco años.
Gilberto abrió las puertas de su casa en un edificio de casi 300 años que según explica jamás ha recibido arreglos y que, por su decadencia “ha sufrido derrumbes”. Entre los derrumbes del edificio mencionó el del techo de su casa. Su casa es la última de un pasillo de unos 30 metros de largo. Es una casa que en su interior no hay puertas, solo cortinas, sin agua corriente ni gas natural.
¿Tiene miedo de ir preso nuevamente? El disidente responde que no. “Veraderamente en una lucha hay que correr riesgos. Porque ya nacer es un riesgo”.
Lo llevaron preso por estar en contra de la “política diabólica” de Raúl y de Fidel. “[Ellos] lo único que han hecho en estos 56 años es robar dinero de todo un pueblo humilde”.
Además, precisó que en Cuba a los niños “les enseñan a leer y a escribir pero no les enseñan sus derechos”.
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Gilberto comenta que el sueldo mínimo de un trabajador en Cuba son CUP$300, que viene a ser menos de US$15.
No existe en Cuba un número exacto de disidentes al régimen. Entre ellos, aquellos que salen de la clandestinidad para expresarlo a viva voz como Gilberto y Rodríguez aseguran que son un número bastante mayor que aquellos que aparecen en los registros de la seguridad del Estado.
Soler esto lo sabe y cree que sin la represión que sufre todas las miembros de su organización habría “muchas, pero muchas mujeres más al lado nuestro”.