El domingo 10 de abril, elegiremos presidente del Perú, dos vicepresidentes, 130 congresistas y cinco parlamentarios andinos. No es una elección cualquiera, pues el reemplazante de Ollanta Humala recibirá un país cuya economía atraviesa su peor momento en los últimos 15 años.
Pero esta no es la única crisis del país. Si bien el Perú está posicionado macroeconómicamente, según el Foro Económico Mundial, los principales problemas que afronta el país están relacionados con lo institucional, la inseguridad, la infraestructura; así como en la confianza en las instituciones del Estado (Congreso, Poder Judicial, Policía), la lucha contra el crimen organizado, la carga regulatoria del Gobierno y confianza en los políticos.
Lamentablemente esta crisis institucional también la padecen los partidos políticos, desde años atrás, pero en esta elección se ha agudizado. Los peruanos hemos sido testigos del carnaval preelectoral donde abundaron alianzas y contubernios inimaginables, como la unión entre el Partido Popular Cristiano (PPC) y el Partido Aprista (APRA), cuya oposición era contundente y ahora caminan de la mano unidos por el temor a desaparecer.
[adrotate group=”7″]Candidatos más, candidatos menos. Los rostros de quienes quieren ser presidente del Perú son ya viejos conocidos para los peruanos. Aquellos que ya fueron presidentes, como el caso de Alan García y Alejandro Toledo; y otros a quienes el electorado les ha sido esquivo, como Keiko Fujimori, quien persigue por tercera vez la presidencia, y Pedro Pablo Kuczinski, quien postula por segunda vez. Además de los “nuevos” pero conocidos: Acuña y Guzmán, entre otros.
Ante este nada grato panorama, la respuesta parecería lógica: urge una reforma política y, mas aún, una reforma del sistema político en el Perú. Sin embargo, es un error pensar que la reforma política resolverá todos los problemas de la democracia peruana. Es necesaria pero no suficiente, porque además se requieren otras reformas, como por ejemplo la reforma del Estado.
Muchos de los problemas institucionales se deben a los déficit del Estado. Pero volvemos al problema de quién impulsará estas reformas, si tenemos un Congreso incapacitado para este fin, con personajes poco políticos y nada técnicos.
En estas elecciones, los peruanos estamos ante un reto y una oportunidad. El mejoramiento de la democracia no solo pasa por reducir la pobreza y brindar oportunidades económicas, sino mejorar la institucionalidad del país. En América Latina, las instituciones políticas son las que tienen menor respaldo entre la población. Sin embargo, es la población quien elige a sus representantes.
¿Estaremos por fin los peruanos a la altura de las circunstancias?