EnglishLas pocas encuestas que conocemos hasta ahora, confirman lo que escribimos hace dos semanas respecto a las elecciones generales en Guatemala, a celebrarse el próximo 6 de septiembre: Manuel Baldizón, el principal candidato populista, ha retrocedido en las preferencias ciudadanas de un modo notable. En apenas un mes pasó de tener 45% de apoyo a 24%.
La otra candidata de la misma orientación, Sandra Torres, ha permanecido estancada en un porcentaje que apenas supera 15%, y muy poco respaldo en la capital y las zonas urbanas del país, al igual que Baldizón.
Un tercer candidato, Jimmy Morales, de orientación ideológica poco definida, avanza ahora hasta el segundo lugar, con una expectativa de voto similar a la de Torres. Morales es visto como un outsider, como una persona poco contaminada con la vieja política, y de allí el nivel de preferencias que ha obtenido, pues el electorado considera que Baldizón y Torres son corruptos.
Sin embargo, en Guatemala nada está definido: hay un enorme porcentaje de indecisos y un sector que todavía piensa votar en blanco, con lo que el pronóstico se hace por ahora muy difícil. Es muy posible que Morales llegue a la segunda vuelta, pero Zury Ríos, una mujer que habla con sensatez y hace propuestas concretas, puede subir rápidamente en las semanas que restan, pues ha crecido su apoyo en zonas urbanas.
En este momento, para mí, lo único claro es que Manuel Baldizón tiene prácticamente cerrado su acceso a la presidencia
Algo similar podría suceder con Roberto González o con algún otro candidato. En este momento, para mí, lo único claro es que Manuel Baldizón tiene prácticamente cerrado su acceso a la presidencia. Lo más probable es que pase a una segunda vuelta pero entonces, debido a su imagen de demagogo y hombre prepotente, es seguro que el resto del electorado se una alrededor de quien tenga como adversario, con lo que perdería en la instancia final de este proceso.
El electorado de Guatemala se orienta hoy, en su gran mayoría, contra la corrupción y el clientelismo. Algo similar, aunque no de modo tan marcado, ocurre en la Argentina. Después de las primarias obligatorias que se llevaron a cabo hace unos días, se confirmó que solo son tres los candidatos que pueden suceder a Cristina Fernández de Kirchner, la presidenta que heredó a su esposo y ha continuado con la línea de izquierda el difunto implantó.
El oficialismo, por ahora, parece la fuerza mayoritaria, pues Daniel Scioli, su candidato, recibió 38% de las preferencias. Pero a él le siguen Mauricio Macri, que encabeza las fuerzas no peronistas, y al que se considera de centro derecha con 30% de apoyo; y Sergio Massa, un peronista disidente opuesto a la Kirchner, con 21% del respaldo.
Si la tendencia se mantiene hasta fines de octubre, Scioli entraría de seguro en la segunda vuelta, aunque allí le podría esperar —casi seguro— el destino de Baldizón en Guatemala: los votos de ambos opositores se unirían en su contra, lo quieran ellos o no, y sería derrotado en el evento definitivo.
Como puede verse, es poco probable que el populismo reinante pueda mantener su fuerza en estos dos países, donde la opinión pública reclama un cambio real en las políticas actuales. Pero una sombra —de contornos parecidos— se cierne en ambos casos. No hay propuestas claras en los posibles ganadores de las elecciones para que se pueda emprender un rumbo diferente, que respete los equilibrios del presupuesto público, combata a la corrupción y permita que los mercados funcionen libremente. Estas son las condiciones esenciales para el progreso económico y social de esas naciones.
Ningún cambio esperamos para Venezuela, un país que ya pasó al punto de no retorno, y al que aguardan años de escasez, miseria y opresión
Por último, y aunque lamentamos tener que concluir con una nota pesimista, debemos referirnos a las elecciones legislativas que se llevarán a cabo en Venezuela el próximo 6 de diciembre. El Gobierno ha vetado a María Corina Machado y a otros de los opositores que más firmemente adversan las políticas socialistas que desarrolla. Esas mismas políticas han llevado al país a un colapso económico, y prosigue con su estilo de manipulación, presiones y fraude encubierto.
La MUD, la coalición de oposición, muestra una actitud indecisa, critica al Gobierno con mucha moderación y no propone una verdadera ruptura con el modelo que actualmente se sigue. Por más que exista un enorme descontento en el país —debido a la falta de productos esenciales, la inflación y la terrible inseguridad—, es casi imposible que la oposición pueda canalizar este descontento y, a la vez, superar las trabas que le ha colocado el Gobierno.
Ningún cambio esperamos para Venezuela, un país que ya pasó al punto de no retorno, y al que aguardan años de escasez, miseria y opresión.