EnglishNuestra región nunca marcha al unísono aunque sin embargo, como lo muestra la historia reciente, suelen presentarse oleadas de cambios más o menos simultáneos que apuntan en una misma dirección. El triunfo de Mauricio Macri en la segunda vuelta de las elecciones de Argentina, aunque ajustado, parece ser parte de uno de estos virajes generales, uno que conduce al retroceso del populismo de izquierda que predominó en casi todas partes durante la última década.
A partir de los años 1950, por ejemplo, todas nuestras naciones comenzaron a cerrarse al mercado exterior, siguiendo los dictados de la nefasta política de buscar la industrialización mediante la llamada sustitución de importaciones, la cual con un extremo proteccionismo, nos llevó al retroceso económico y produjo serias distorsiones que aún en parte perduran.
Tuvimos guerrillas en casi todas partes y gobiernos dictatoriales que las perseguían –o que se enfrentaban a amenazas comunistas– y luego se inició un amplio viraje hacia la democratización, que coincidió con lo que entonces se llamó “la crisis de la deuda externa”. Para superarla se realizaron reformas económicas que apuntaban hacia la apertura de la economía y, hace unos veinte años, pudimos por fin situarnos ante un escenario optimista: casi todos los países de Latinoamérica tenían regímenes democráticos y economías mucho más libres que en el pasado inmediato.
Junto con el inicio del nuevo siglo, lamentablemente, comenzó a producirse un retroceso importante: el triunfo de Hugo Chávez en Venezuela abrió las puertas a un retorno de los males que tradicionalmente nos aquejaban, como el caudillismo de otros tiempos y la mayor intervención del Estado en la economía. Varios países abandonaron la democracia liberal que había sido nuestro ideal y, alentados por los altos precios de las materias primas en los mercados mundiales, dispusieron de muy grandes recursos para emprender políticas populistas. Las generosas ayudas que se dieron con el pretexto de combatir la pobreza se convirtieron en herramientas políticas para captar voluntades, mientras el enorme crecimiento del estado estimulaba la más increíble corrupción.
Hoy, sin embargo, se han abierto nuevos horizontes. Ya los populistas no poseen los recursos para proseguir sus insensatas políticas y en dos países, Venezuela y Argentina, se han impuesto políticas cambiarias que enmascaran devaluaciones latentes y una altísima inflación. Brasil se enfrenta a una situación económica grave, con desequilibrios fiscales de importancia y un retroceso de su economía que empobrece a sus habitantes. Situaciones parecidas enfrentan también otras naciones.
América Latina puede abandonar la tentación de las izquierdas, y lo está haciendo. Soplan aires de cambio y de libertad
Pero la ciudadanía, y esto es lo alentador, ha reaccionado positivamente. Una nueva actitud se ha generalizado en la región, una movilización de rechazo frontal a la corrupción que, como en Guatemala, ha llevado a la cárcel al presidente y la vicepresidente. Y en este país centroamericano las elecciones han mostrado con claridad que los votantes ya no se dejan atrapar por los cantos de sirena de los populistas que ofrecen mayores “ayudas” y subsidios: en las elecciones generales de septiembre dejaron en tercer lugar a Manuel Baldizón, desembozado demagogo, y en la segunda vuelta por la presidencia humillaron a otra candidata populista, la inescrupulosa Sandra Torres.
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Los argentinos, eligiendo a Mauricio Macri, han terminado con el reinado —no se le puede llamar de otra manera—, de los esposos Kirchner. Han puesto punto final a una política económica suicida, a la confrontación y el revanchismo político y a un sistema que se alejaba de esa democracia respetuosa de las libertades individuales por la que en tantas ocasiones han luchado. El triunfo de Macri significa un cambio de rumbo y, probablemente, un impulso a profundas transformaciones en otros países de la región.
Sin los ingresos que proporcionaban los altos precios de las materias primas y con el cambio de actitud que se percibe en la ciudadanía de América Latina, son varios los Gobiernos populistas de izquierda que ahora se encuentran a la defensiva. Ya el boliviano Evo Morales ha dado declaraciones en las que intenta congraciarse con el presidente electo de la Argentina, mientras se intensifica la presión popular contra el gobernante Partido Trabalhista del Brasil, la presidenta Dilma Rousseff y Lula, el líder histórico de la izquierda. Las conflictivas y poco limpias elecciones que tendrá Venezuela el 6 de diciembre mostrarán, pensamos, hasta dónde llega este repudio a un camino que solo ha conducido a la escasez, la inflación y el deterioro físico e institucional del país.
América Latina puede abandonar la tentación de las izquierdas… y lo está haciendo. Soplan aires de cambio y de libertad que, casi seguramente, terminarán con una década que ha presenciado el retroceso político de los valores republicanos, la corrupción y el desperdicio de las oportunidades que se presentaron como consecuencia de los altos precios de las materias primas.