EnglishLa instalación de una nueva Asamblea Nacional en Venezuela, con mayoría calificada opositora, abre un nuevo escenario en el país caribeño después de 16 años de poder absoluto del chavismo. El acto formal se realizó este 5 de enero con menos contratiempos de lo que se pensaban: el Gobierno del presidente Nicolás Maduro había adoptado ya varias medidas destinadas a reducir el poder de la Asamblea y ejecutó luego varias provocaciones casi seguramente destinadas a crear incidentes que impidieran la instalación del nuevo legislativo.
Pero la oposición, concentrada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD), adoptó una posición madura, institucional, y no cayó en el macabro juego del chavismo. Todo se desarrolló en orden, no hubo conflictos en las calles y, aunque el partido del Gobierno, el Partido Socialista Unido de Venezuela, se retiró a media sesión del recinto, el nuevo período legislativo comenzó con normalidad.
Lo más importante de esa jornada, a mi entender, es que el chavismo no se atrevió a romper el orden institucional y aceptó, como lo hizo el 6 de diciembre pasado, que la oposición tiene un lugar en la estructura de poderes del país. A pesar de todas las bravatas de Maduro y de quien fuera presidente del congreso, Diosdado Cabello, a pesar de las amenazas constantes y de los insultos de todo tipo, quienes gobiernan a Venezuela entendieron que están en franca minoría, que la situación del país es catastrófica y que no estaban en condiciones de imponer una salida de fuerza, pues no los apoyarían ni la población, ni el Ejército, ni la comunidad internacional.
La recuperación de la economía depende, por esto, de decisiones políticas, pero tales cambios no están en manos, al menos por ahora, de la nueva Asamblea Legislativa
Pero si todo esto resulta alentador para quienes deseamos que Venezuela abandone la ruinosa senda del socialismo, es preciso reconocer que la verdadera batalla política para cambiar el país recién comienza. El chavismo se ha atrincherado en los restantes poderes del Estado; ha construido un marco legal que lo protege y controla la economía del país en casi su totalidad. En este plano, como ya lo advierte la escasa prensa independiente que queda en Venezuela, se plantearán ahora las decisiones más difíciles y urgentes.
Dos son los temas en que es preciso realizar cambios radicales en materia económica: la protección a la actividad privada y el control de las divisas.
Para ir mejorando la crítica situación económica el país debería garantizar la libertad de acción de empresas y ciudadanos, promoviendo un clima que estimule la inversión y genere un aumento notable de la producción. Debería también eliminarse la restricción al cambio de moneda extranjera, que ha llegado a producir una distorsión severa de las transacciones de todo tipo y que es responsable del agudo desabastecimiento y la escasez que reina en el país y que limita de mil modos las libertades individuales.
Pero es difícil, si no imposible, que estas medidas sean tomadas por el Gobierno actual pues no solo contradicen su visión socialista de la economía sino que además producirían un fuerte ajuste de precios que acabaría por aumentar el descontento de la población. La recuperación de la economía depende, por esto, de decisiones políticas, pero tales cambios no están en manos, al menos por ahora, de la nueva Asamblea Legislativa que ha comenzado a funcionar.
[adrotate group=”7″]Lo que figura en la agenda de los legisladores es, como primer punto, una ley de Amnistía y Reconciliación que ya Maduro ha anunciado que intentará vetar. Se abrirá así una batalla política y legal de resultado incierto en que la oposición tendrá que hacer valer todo el inmenso respaldo popular que posee.
La situación, en estos momentos, está muy lejos de haberse clarificado. Pero, entretanto, dos conclusiones pueden sacarse de lo que ya ha ocurrido: la primera es que el chavismo, a pesar de sus bravuconadas, se encuentra acorralado y dispone en definitiva de muy poco campo de maniobra, por lo que es posible que tenga que seguir cediendo en varios puntos de importancia.
La segunda es que la MUD se mantiene unida y ha presentado un discurso y una actitud que combina muy bien la serenidad con la firmeza. Y firmeza es, sin duda alguna, lo que se necesita para seguir debilitando al Gobierno y avanzar por la vía de la reconstrucción de Venezuela.