Independencia, la única opción
Por Frank Worley-Lopez
La independencia es la única opción real para Puerto Rico. Esto no quiere decir que la condición de estado no sea una opción válida, pues dentro de la Unión Americana, esta condición representa la igualdad política. Sin embargo, la mayoría de la población de Puerto Rico no se considera estadounidense.
Dejando la cultura y el idioma de lado, la razón principal para que la independencia sea la mejor opción para Puerto Rico es económica. Bajo la bandera de Estados Unidos como una mancomunidad o un estado, Puerto Rico está enterrado bajo una montaña de leyes y reglamentos que inhiben el crecimiento económico federal, y no permite al país experimentar nuevos modelos económicos y nuevos acuerdos comerciales.
Mientras que el lado a favor de la condición de estado promoverá el aumento de dinero en los programas federales que Puerto Rico recibiría —lo cual es cierto —, no tiene en cuenta la carga que el pueblo de Puerto Rico deberá sobrellevar debido a la elevada deuda que tendrá que pagar con el tiempo. Hoy en día el territorio de la isla tiene su propia deuda, que supera los US$73 mil millones, y no está obligado a pagar impuestos federales sobre la renta.
No obstante, al ser estado, el pueblo de la isla tendrá que pagar impuestos federales sobre la renta, y dichos impuestos aumentarán, al igual que la deuda nacional de Estados Unidos, de US$18 billones; y la deuda total, de US$61 billones.
Puerto Rico actualmente está buscando un rescate financiero por parte del Gobierno Federal. Si tiene éxito, otros estados y jurisdicciones seguirán su ejemplo, aumentando aún más la carga tanto en la situación del crédito, como en la deuda real por cada habitante. En el caso de que el dólar estadounidense y/o la economía global colapsen bajo esta carga —algo que muchos analistas creen sucederá—, todas las ganancias financieras a corto plazo otorgadas por la condición de estado se evaporarán. La isla se quedará sin la ayuda financiera prometida, mientras deberá lidiar con la carga de un endeudamiento de proporciones bíblicas.
El problema con la condición de estado es que es una solución económica a corto plazo, que solo aumenta la dependencia en subsidios federales, en lugar de ayudar a que Puerto Rico se convierta en económicamente independiente. La condición de estado promueve la pobreza continua y el malestar cultural que viene con un estado de bienestar masivo. Sí, proporciona igualdad de representación en el Congreso, pero ¿qué pasa con la igualdad de representación en el mundo?
Por otra parte, la independencia va a liberar a Puerto Rico de la Ley de la Marina Mercante de 1920 (también conocida como la Ley Jones. La anterior Ley Jones de 1917 había concedido la ciudadanía estadounidense a Puerto Rico), cuyas reglamentaciones de envío requieren el uso de la bandera estadounidense en buques y tripulaciones, lo que que eleva el costo del envío de mercancías dentro y fuera de la isla.
Una vez liberado de esa carga, Puerto Rico y sus empresas pueden contratar empresas navieras extranjeras, o desarrollar empresas navieras propias, lo que podría reducir los precios al consumidor y crear más puestos de trabajo locales.
La independencia también le permitiría a Puerto Rico liberarse del pacto suicida de la guerra contra las drogas; así como crear de nuevas regulaciones para proteger el medioambiente, en lugar de centrarse en la destrucción de los negocios, que es lo que la mayoría de las regulaciones ambientales hacen hoy en día.
No hay duda de que la independencia implica un gran riesgo y responsabilidad, pero si se hace correctamente, puede anunciar un nuevo amanecer para el pueblo de Puerto Rico.
Frank Worley-Lopez es uno de los dos fundadores del original Partido Libertario de Puerto Rico y su primer presidente. Es autor de Toy Farm Lemonade, fue presentador de radio y televisión, y asistente en el Senado de Puerto Rico. Síguelo en @FrankWorleyPR.
La igualdad es la respuesta
Por Kenneth D. McClintock
EnglishDurante casi 117 años, los puertorriqueños han estado esperando por igualdad —igualdad de derechos bajo la Constitución de los Estados Unidos, el derecho a votar por su líder nacional, igualdad de representación en su legislatura nacional e igualdad en el Poder Judicial.
Más de 60% de los puertorriqueños, más de 5 millones de los 8,5 millones de puertorriqueños en el planeta, optaron por no esperar y ahora disfrutan de igualdad en territorio estadounidense. El resto de nosotros, 3,7 millones hace cuatro años, y tal vez 3,4 millones hoy día, todavía estamos esperando por la igualdad, pero más db e 100.000 se rinden y abandonan la isla cada año.
La relación actual (Commonwealth) no es una opción para aquellos que se han ido, ni para el 54% en la isla, quienes votaron en contra de ella en un referéndum hace dos años. En ese mismo referéndum, más del 60% votaron a favor de convertirse en el estado número 51.
Mientras que el presidente Obama reconoció que la condición de estado había ganado, y el Congreso asignó $2.5 millones para un voto de ratificación, nuestro gobernador anti-condición de estado no ha permitido que el dilema sobre nuestro estatus político sea resuelto.
La independencia, rechazada por una abrumadora mayoría, es menos que una opción, tanto en lo político, como en lo económico o social. Es una decisión que solo podría ser impuesta sobre los pocos que no ejercerían su derecho a huir. Algo que daría motivos a los millones de puertorriqueños restantes para salir de la isla no es una opción, nos guste o no.
La única opción que detendría a los puertorriqueños de abandonar la isla, que atraería inversión interna estadounidense estable, y que aumentaría la inversión extranjera directa, es la igualdad plena a través de la admisión de Puerto Rico como el estado 51 de la Unión.
Los puertorriqueños atesoran su ciudadanía estadounidense, aspiran a la estabilidad política, han ganado en el campo de batalla el acceso completo a todos los programas federales, y buscan un régimen económico que creará puestos de trabajo, como lo han experimentado cada uno de los 37 estados admitidos antes que ellos.
El estatus político de Puerto Rico ya no es una cuestión de si se hará o no, es cuestión de cuándo y cómo se unirá a la Unión. En una nación nacida bajo la creencia del consentimiento de los gobernados, de igualdad para todos, de autodeterminación y de la regla de la mayoría; una mayoría del pueblo de Puerto Rico que no aceptará nada menos.
Kenneth D. McClintock es exvicegobernador/Secretario de Estado de Puerto Rico, y expresidente del Senado puertorriqueño. Actualmente es el presidente del Foro por la Igualdad de Puerto Rico. Síguelo en @PRKDMc.