Bitcoin no tiene la última palabra
Por George Selgin
A menos que usted sepa qué significan términos como “cadena de bloques” o “libro contable público” (public ledger), encontrará muy difíciles de comprender varios aspectos de bitcoin. Pero algo bien en claro es la norma que regula la cantidad total de bitcoins en existencia.
De acuerdo con ella, el número total de bitcoins en circulación, ahora apenas por debajo de 14,2 millones, crecerá a un ritmo cada vez menor a medida que se vaya acercando a su límite final de 21 millones de unidades. En 2030, la producción de moneda nueva estará reducida a un mero goteo, y para 2050 prácticamente habrá cesado.
Sugerir que el bitcoin está condenado por alguna razón específica es hacer una predicción muy arriesgada. Así que espero me perdonen por decir que la cantidad fija de bitcoins a largo plazo lo condenará en un aspecto muy particular, pero importante: descarta la posibilidad de que se convierta en un medio de intercambio más estable —y mucho menos en uno más popular— que el dólar estadounidense.
No me malinterpreten; no soy un aficionado al dólar. De hecho, creo que es una mala moneda, salvo cuando se compara con la mayoría de las monedas estatales, que de hecho son peores. (Si quieren ver un “protocolo” disparatado de oferta monetaria, ¡solo deben echar un vistazo a la forma en que la oferta de dólares ha evolucionado desde que la Reserva Federal se hizo cargo de esta en 1914!)
Sin embargo, el dólar tiene al menos una tremenda ventaja sobre bitcoin, que es su enorme y bien establecida red de usuarios. Esta gran ventaja del dólar significa que si alguna moneda nueva va a oponerse a este, no solo tiene que ser un poco mejor, sino muchísimo mejor.
Los bitcoins son mejores que los dólares en al menos una forma: se pueden transferir prácticamente sin costo, y con un grado de anonimato inigualado por cualquier otro tipo de dinero electrónico. Pero para que una moneda pueda hacer avances frente a una moneda oficial ya establecida, debe ofrecer además un poder adquisitivo estable y predecible.
Luego de su enorme red de usuarios, la relativa estabilidad del poder adquisitivo del dólar ha sido la razón principal de su popularidad en el extranjero, tanto oficialmente —en economías dolarizadas, como Panamá o Ecuador—, como extraoficialmente. Aunque los dólares tienden a depreciarse, lo hacen más lentamente que muchas otras monedas.
Con la oferta fija de bitcoins, el riesgo a largo plazo ya no es un riesgo de depreciación, sino de depreciación impredecible y excesivamente rápida. A medida que las economías crecen, también lo hace la demanda real de dinero. En consecuencia, o la cantidad de unidades de dinero acompaña el crecimiento, o los precios deben caer para que las unidades existentes valgan más.
La deflación leve puede no ser un problema. Pero si la demanda de dinero crece rápidamente, podría no resultar posible reducir los precios –y especialmente los salarios— lo suficientemente rápido como para acompañarla sin encontrar una seria resistencia. Incluso bajo el patrón oro, la oferta de dinero tendía a seguir el ritmo de la demanda, especialmente a largo plazo, ya que la producción de oro respondía a la caída de los precios (lo que significaba un precio relativo de oro más alto).
Por otra parte, es improbable que un patrón monetario de cantidad fija resulte coherente con la estabilidad del nivel de precios, ya sea de corto o de largo plazo. De hecho, y tal vez paradójicamente, mientras más popular se convierte bitcoin, más probable es que se aprecie rápidamente; y a su vez parecerá menos atractivo como principal medio de intercambio, es decir, aquel en el que se escriben los contratos y se denominan las cuentas.
Decir esto no significa sugerir que bitcoin no puede jugar un papel importante en nuestro futuro monetario. En primer lugar, es posible que a largo plazo siga desempeñando un rol, probablemente cada vez más importante, como una moneda secundaria o “paralela”, sin tener que desplazar al dólar como el dinero primario o “estándar”. Como medio para remesas, por ejemplo, su superioridad ya ha sido demostrada. Más importante aún, a pesar de que bitcoin es hasta el momento la criptomoneda de mayor éxito, no es una tecnología acabada.
La ingeniosa tecnología que hay detrás de bitcoin es capaz de ser modificada, y de señalar el camino hacia alternativas que pueden resultar ser superiores no solo al propio bitcoin, sino a cualquier moneda administrada burocráticamente.
George Selgin es investigador y director del Centro para Alternativas Monetarias y Financieras del Instituto Cato. Es autor de varios libros, incluyendo Less Than Zero: The Case for a Falling Price Level in a Growing Economy (The Institute of Economic Affairs, 1997), y más recientemente, Good Money: Birmingham Button Makers, the Royal Mint, and the Beginnings of Modern Coinage (University of Michigan Press, 2008). Síguelo en Twitter @tonidepoli.
Tiene sólidos fundamentos económicos
Por Konrad S. Graf
EnglishEn primer lugar, la oferta total de bitcoins no es fija. Seguirá subiendo por más de un siglo. La tasa de crecimiento sí está predefinida, y se espera que disminuya de manera constante hasta llegar a cero alrededor de 2140.
La cantidad total utilizable de bitcoins también puede reducirse, mayormente en pequeñas cantidades, ya que usuarios individuales pueden perder de manera permanente el acceso a algunos bitcoins, sobre todo por olvidar sus contraseñas y no realizar copias de seguridad.
Dicho esto, bitcoin está libre de la manipulación cuantitativa expansiva, o de la “inflación” en el sentido más tradicional de la palabra. Lejos de ser una fuente de potencial caída para bitcoin, la resistencia a la inflación es una de sus características monetarias más innovadoras y atractivas.
La creación de nuevos bitcoins en la fase de crecimiento se duplica como un incentivo para los mineros —más allá de los ingresos por las tasas de transferencia— para que estos operen y fortalezcan la red durante su etapa de formación, cuando esta es más vulnerable y el mercado de tasas de transacción está menos desarrollado. Los mineros ganan nuevas monedas a cambio de los servicios críticos de procesamiento de transacciones y mejoramiento de la seguridad general de la red.
Por el contrario, cuando nuevas unidades de cualquier moneda se producen de forma arbitraria únicamente por medio del poder político y de privilegios legales especiales, se transfiere riqueza —no ganada— hacia los primeros beneficiarios de estas nuevas unidades, lejos de los titulares comunes del resto de monedas existentes. Estas transferencias inflacionarias son un juego de suma negativa que beneficia a los intereses de algunos en perjuicio de los demás.
Este proceso persiste en parte porque es sutil y porque pocos lo entienden. Por más negativos y generalizados que sean estos efectos, devaluar el dinero mediante el aumento del número de unidades es ampliamente considerado como algo bueno y absolutamente necesario. ¿Cómo puede esto ser posible?
Un factor simple, entre muchos otros, puede ser una especie de intuición incorrecta. Con esto me refiero a algo que parece tener perfecto sentido a pesar de que es completamente erróneo. En la experiencia cotidiana, todos los individuos y organizaciones tienden a soñar con tener “más dinero”.
Esto se asocia naturalmente con la idea de tener más riqueza. De allí no hay un largo trecho a pensar que si hubiese más dinero disponible en la sociedad, subiría el bienestar general. Todo el mundo estaría mejor con “más dinero”.
Pero tal asociación intuitiva de casos individuales no es válida en absoluto. En el caso único de la moneda, a diferencia de otros bienes y servicios, cualquier cantidad total determinada, cuando se mira a través de una sociedad de usuarios, puede cumplir las mismas funciones que cualquier otra cantidad, siempre y cuando haya suficiente divisibilidad —un problema apenas de interés histórico.
El principal de estos fines es facilitar las actividades de ahorro, comercio, inversión y préstamo.
Si Bitcoin llegara a sufrir una caída, o al menos un tropiezo, sospecho que sería más probable que tenga algo que ver con redes o con la criptografía. En mi opinión, sus fundamentos económicos son bastante sólidos en el contexto de la teoría y la historia del dinero.
Konrad S. Graf escribe sobre Bitcoin, teoría monetaria, teoría legal y otros temas en su página web. Síguelo en Twitter @KonradSGraf.