Es inevitable, válido y valioso
Por José Patiño
En los últimos años, la simplificación del sistema electoral en algunas provincias a través de la Boleta Única fue abriendo la puerta para que algunas empresas comenzaran a ofrecer servicios de informatización del proceso electoral. En esta línea, primero la provincia de Salta y más tarde la ciudad autónoma de Buenos Aires, comenzaron a implementar la Boleta Única Electrónica (BUE). En ambos casos, el proveedor que obtuvo el contrato fue la empresa argentina MSA. El modelo propuesto por MSA es un sistema denominado Vot.ar, y en las últimas elecciones se constituyó en el foco de discusión entre los promotores del sistema electrónico y los que prefieren el sistema tradicional de papel.
En este escenario me toca estar entre los primeros, no por estar de acuerdo con una determinada solución tecnológica, sino por estarlo con un sistema que puede ayudar a recuperar la confianza en el proceso electoral. Digo esto porque, para entender cómo llegamos a esta discusión, es importante partir de la comprensión de un sistema político que históricamente fue bipartidista, y esto hacía que los partidos mayoritarios tuvieran la suficiente estructura como para controlarse mutuamente, en un ámbito donde el Estado delegaba su autoridad en un actor respetado por la comunidad, como era el maestro de escuela que se desempeñaba ese día como presidente de mesa.
Este escenario cambió a partir de 2001, cuando la crisis política derivó en oficialismos con estructuras poderosas para controlar y hasta torcer resultados, y oposiciones atomizadas y débiles sin capacidad de reacción. En octubre de 2007 se instaló una nueva modalidad, cuando masivamente comenzaban a desaparecer las boletas de la Coalición Cívica, principal fuerza opositora al oficialista Frente para la Victoria. Cuatro años más tarde la provincia de Santa Fe implementó el sistema de Boleta Única para evitar que esto se constituya en un problema recurrente.
La BUE no sólo evita el robo de boletas, sino que también facilita el recuento y confección de actas y certificados de resultados. El escrutinio provisorio, en la Argentina a cargo del Poder Ejecutivo, es el recuento de votos que se realiza el mismo día de la elección para difundir una tendencia ganadora y evitar que más de un candidato se considere ganador y de esa manera peligre la paz social. El recuento definitivo se realiza unos días después, está a cargo de la Justicia Electoral y es el único escrutinio válido.
En esta instancia se revisan todas las actas de escrutinio confeccionadas por los presidentes de mesa, y se las coteja con los certificados que confeccionaron los fiscales que ese día controlaron cada mesa electoral. Si entre ambos documentos no hay diferencia, se da por aprobado el resultado de la mesa y los datos se ingresan al sistema de cómputos de la Justicia Electoral, que es diferente al utilizado en el escrutinio provisorio.
Si por el contrario, difieren entre ellos, se procede a la apertura de las urnas cuestionadas y se corrige el resultado para volcarlo correctamente en el sistema. Este procedimiento es el que hace necesario contar con casi cien mil fiscales para controlar cada una de las mesas electorales del país.
Donde no existan fiscales, un acta mal confeccionada se traduce en pérdida de votos. En las recientes elecciones primarias, en la Ciudad de Buenos Aires se recuperaron más de veinte mil votos para la lista de candidatos a diputados de la alianza Cambiemos, debido a que durante la confección manual los resultados de esta fuerza política se consignaron en un casillero equivocado.
El sistema BUE permite la fiscalización más eficiente, que es la del propio ciudadano cuando visualiza la pantalla al pasar el chip por el lector y controlar que lo que se grabó en el mismo y se imprimió en la boleta es lo que quiso votar. El sistema BUE también permite la fiscalización partidaria con la posibilidad de abrir la urna y verificar que el conteo manual de votos coincide con el recuento electrónico realizado por la máquina.
En síntesis, considero que la búsqueda de la transparencia electoral nos tiene que llevar a controlar también los procesos licitatorios y las soluciones ofrecidas por el mercado, pero teniendo en claro que la tecnología es siempre mucho más auditable que la complejidad de las prácticas políticas humanas.
José Patiño fue candidato a diputado nacional en 2013 en Argentina; es consultor en comunicación política y experto en procesos electorales. D irigente de Unión por la Libertad. Síguelo en @joseppatinho
No hay sistema perfecto
Por Rosario Pavese
EspañolLas deficiencias de nuestro actual sistema de votación, el sistema de boleta múltiple, han renovado el debate acerca de cómo garantizar la transparencia y evitar el fraude en los procesos electorales.
En esa discusión es que algunas voces se alzan de modo casi fundamentalista en favor del cambio hacia un sistema de voto electrónico como solución mágica a todos nuestros padecimientos. El problema es que, en sí mismo, esto no garantiza ni preserva la transparencia de los comicios.
No existe en ningún lugar del mundo un sistema de votación perfecto ni inviolable. Cualquier sistema debe contar con una fuerte estructura de control, auditoría y fiscalización. Para eso, las autoridades electorales deben estar preparadas y contar con el respaldo normativo y presupuestario correspondiente.
Introducir tecnologías en el proceso de votación sin adecuar estos controles puede traer más problemas que soluciones. Los sistemas electrónicos suelen ser vulnerables a ataques, que abren una serie de ventanas de oportunidad por las cuales se puede violar la integridad del proceso. Por lo tanto, resulta importante que todo sistema preserve a su vez el respaldo del voto en papel, y cuente con un fuerte componente de fiscalización, tanto de parte de los partidos, como de la ciudadanía en general.
En materia de sistemas electorales no hay una única solución válida. Para definir el mejor sistema a ser adoptado se requiere de un debate profundo en el cual se evalúe el contexto en el cual se aplicaría dicho sistema.
Se requiere además que la solución elegida sea consensuada entre todos los actores políticos y sociales, para que el sistema sea reconocido como legítimo. Idealmente, esto debe realizarse además fuera del período electoral, ya que no resulta deseable el cambio de reglas con las elecciones en marcha.
Es importante además tener en cuenta que todo cambio tiene un costo, no solo económico, sino también de aceptación social, de aprendizaje y de adopción de nuevas prácticas electorales, por lo que no pueden ni deben ser readaptados ante cada elección. La variación de sistema a sistema solo conlleva confusión y desconfianza hacia el electorado, por lo que la decisión de adopción de un nuevo sistema debe ser consensuada y duradera.
Desde Poder Ciudadano consideramos que el actual sistema de boleta múltiple es obsoleto, por lo cual instamos a los diversos actores políticos a debatir y adoptar medidas que garanticen, por un lado, la transparencia de las elecciones de 2015, pero que también definan el paso hacia un sistema de boleta única que resuelva los actuales problemas que desde hace años estamos enfrentando.
Rosario Pavese es argentina, politóloga y trabaja como Directora de Instituciones Políticas y Gobierno en Poder Ciudadano. Síguela en @ropavese.