Por: Jorge Eduardo Castro Corvalán
Recientemente, Luis Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), dijo que Colombia debería tener la meta de lograr un ingreso per capita de US$30.000, un nivel “muy cercano al de los países del sur de Europa”.
Según Moreno, para cumplir esa meta es necesario que “de manera gradual y en un escenario de siete años, los recaudos del Gobierno suban del equivalente del 15% al 20% del producto interno bruto, y los de las regiones y municipios de 3% a 6%”.
“Si queremos tener un país de ingresos alto el Gobierno tendrá que invertir durante los próximos 15 años hasta 7% del PIB, en este momento sólo ocupa 3,5 %”, aseguró Moreno.
Por su parte, el ex ministro de Hacienda de Colombia Rudolf Hommes se refiere al optimismo económico de Moreno en una columna titulada “Un país de altos ingresos”.
Y Hommes tiene toda la razón en hacerlo, especialmente porque hay un elemento optimista que siempre vale la pena tener en mente: ¿Podemos transformar la economía colombiana para poder ser un país de altos ingresos? ¿Puede lograrse en 20 años una meta de ingreso por habitante de USD $30.000?
Moreno y Hommes buscan llevar el debate en la opinión pública más allá de la coyuntura y crear perspectiva, un ejercicio muy relevante sobre todo porque las personas y sus familias actúan en una escala temporal de largo aliento. Entre las decisiones que requieren ser examinadas están las siguientes: ¿cómo será el valor de los inmuebles una vez se termine de pagar la hipoteca de la casa? ¿Cómo será el mercado laboral para el niño que se está matriculando en el colegio? ¿Cuál será la mejor forma de vivir las etapas más maduras de la vida?
La historia de los últimos 300 años, desde cuando empezaron a expandirse las instituciones y los logros del capitalismo alrededor del planeta, muestra la dificultad para imaginar los mejores escenarios.
Además, la historia de los últimos 300 años, desde cuando empezaron a expandirse las instituciones y los logros del capitalismo alrededor del planeta, muestra la dificultad para imaginar los mejores escenarios. Incluso el optimismo se puede quedar corto, como sugiere Chad Wilcox en su texto “El futuro es mucho mejor de lo esperado”.
Y por supuesto, esa percepción del futuro influye no solamente en las personas y en las familias, sino en las empresas que expresan su confianza en ese futuro y acorde con él hacen sus planes de inversiones, expanden su estructura de capital, creando nuevos empleos, dan estabilidad a los que ya se tienen y, por supuesto, incentivan la formación y la innovación para competir y lograr ese mejor futuro.
Si en Colombia se lograra la transformación a un ingreso por habitante de USD $30.000 en 20 años, ¿qué empresas estarían llegando? ¿Qué empresas se estarían creando? ¿Qué líneas de producción se estarían explorando? ¿Qué mercados se estarían sirviendo?
De hecho, el valor de un negocio o un mercado depende de la estimación del potencial flujo de ingresos futuros que pueda generar. Un flujo de ingresos positivo y creciente es una señal poderosa que hace un fuerte llamado a la creatividad, la superación y el aprendizaje. Asumir para dentro de veinte años un nivel de ingreso por habitante de $30.000 es todo un mensaje.
Por eso Luis Alberto Moreno y Rudolf Hommes hacen bien en abrir el debate sobre el nivel de ingresos que vale la pena lograr en 2035. Sin embargo, ese llamado tiene un problema muy grande. Porque Moreno, un banquero que se especializa en prestarle a los Estados, pone el acento en las necesidades del “cliente”, y en este caso, esa espectacular meta de ingreso por habitante en el largo plazo es, de hecho, la justificación para un aumento estructural de impuestos en el corto plazo.
La columna de Hommes es un largo lamento sobre cómo el supuesto principal de la propuesta de Moreno, el que el Gobierno pueda ejecutar un gasto con efecto “multiplicador” no puede realizarse en Colombia. El autor enumera una serie de escándalos políticos actuales que lo hacen creer “que el Estado y la sociedad no van a cambiar, que la clase política no va ser menos depredadora y que el Estado no va a dejar de ser ‘extractivo’ (explotador)”.
La enumeración de coyuntura que hace Hommes sobre las fallas del Gobierno colombiano son relevantes, reflejan la desconfianza en el “buen” gasto estatal en Colombia.
Lo lamentable de la columna de Hommes es que su crítica parte de la base del “excepcionalismo” latinoamericano. Es decir, Hommes mantiene la ilusión sobre la capacidad del Estado para hacer bienestar en la tierra, pero no en estas tierras. Es la reflexión de quien cree que el Estado, en teoría, es bueno aunque, en la práctica, el nuestro no lo sea.
Por lo mismo Hommes no desenmascara el peligro del argumento de Moreno, quien insinúa que el bienestar lo produce el nivel de gasto estatal. Hommes, de hecho, idealiza tal argumento estatista y lo lleva al nivel de lo deseable.
La pregunta que surge es: ¿qué decisiones tomarían las personas, las familias y las empresas si el Gobierno colombiano adopta la propuesta del BID?
Obviamente la trampa está en la meta de ingresos por habitante de $30.000. ¿Cómo puede alguien estar en contra de esa meta? Pero ¿el aumento del gasto público y el aumento del recaudo tributario son los medios que permiten lograrla?
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Según el economista español Daniel Lacalle, por ejemplo, la teoría del efecto “multiplicador” del gasto público es errónea. Según Lacalle, “en el historial de más de 44 países se demuestra que el efecto multiplicador es muy pobre en economías abiertas, y negativo en las altamente endeudadas”.
Teniendo esto en cuenta, ¿qué multiplica realmente el ingreso por habitante? ¿Es deseable un mayor gasto estatal y una mayor carga tributaria, o el aumento del ahorro familiar y una mayor rentabilidad de las inversiones empresariales? Ese es el debate.
Quien le presta al Estado tiene todos los incentivos para promover mayores impuestos, mientras que el que paga los impuestos tiene todos los incentivos para no querer que el Estado se endeude. O dicho de otra forma, Luis Alberto Moreno, no con sus fines pero sí con sus medios, permitió mostrar con claridad cómo los intereses del BID están en contra de los intereses de los colombianos. O gasta el Estado o ahorran las familias.
Ingresos por habitante de $30.000 sí, pero no así.
De hecho, el documento “Colombia IDB Country Strategy 2015-2018”, que sirve de sustento al presidente del BID, merece ser estudiado con la misma intensidad con la que desde el BID quieren promover el endeudamiento estatal y el aumento de la presión tributaria.
Jorge Eduardo Castro Corvalán es ingeniero civil de la Universidad de Los Andes y miembro fundador del movimiento Libertario en Colombia. Sígalo en @amautajorge. Este artículo fue publicado originalmente en Planeación Patrimonial Familiar y se reproduce bajo autorización del autor.