EnglishLa fuga de Joaquín Guzmán Loera, mejor conocido como “El Chapo” Guzmán por su corta estatura, además de ser todo un fenómeno mediático que alimenta el mito sobre su trayectoria, se convierte de nuevo en esa pieza del rompecabezas que los artífices del Triángulo Norte no esperaban se moviera del tablero que han armado y fortalecido en Centroamérica.
Esta región que ha servido, por su ubicación estratégica, para el paso de droga hacia Estados Unidos; y este mismo personaje que ha dejado en el camino decenas de miles de muertos, y una estela de corrupción que ha debilitado la institucionalidad de Honduras, El Salvador y Guatemala.
Nicaragua, aunque también es protagonista, no es incluida dentro del plan, solo por sus alianzas geopolíticas con países como Venezuela, China y Rusia.
Las acciones para desarmar el aparataje del narcotráfico han sido respaldadas por el Gobierno de Estados Unidos, que propuso dar más relevancia al tema cuando el vicepresidente John Biden propuso implementar un modelo de Plan Colombia para estos tres países centroamericanos.
Todo ha marchado sobre ruedas para la pronta implementación de este plan, con los normales detractores y críticos que pueda tener, pero en este escenario de lucha contra las drogas, no cabía la posibilidad de tener de nuevo en circulación, al capo que solo se compara con el desaparecido Pablo Escobar.
El nor-occidente de Honduras había sido identificado como centro de operaciones y hasta de diversión de Guzmán; pueblos completos hechizados por la generosa sub-economía que el narcotráfico crea y que al caer el capo mexicano en manos de las autoridades, se vio deteriorada. A eso, sumado a otras capturas y extradiciones hechas por el Gobierno de turno, el descalabro en la región fue notable.
Guatemala y El Salvador también han visto afectadas sus realidades. El primero de ellos al ver redes de corrupción que han permeado a lo más profundo de la clase política, y generado movilizaciones sociales muy peculiares; mientras que en el segundo se desató el crecimiento de la violencia, generada en las pandillas que alimentan sus estructuras con dinero proveniente de extorsiones y drogas.
Estos tres escenarios comenzaban a tener relativo orden, pero era El Salvador el que más dificultades tenía, pero eventualmente, con el presupuesto generado por Alianza Para la Prosperidad (APP) se esperaba que se fortalecieran las fuerzas del orden, y que se establecieran estrategias con resultados óptimos.
Pero ahora todo se pone de cabeza al tener en libertad al jefe del Cartel de Sinaloa. Una organización delictiva que históricamente solo se ha podido comparar con el Cartel de Medellín, que fue liderado por Pablo Escobar. Sin embargo, el grupo liderado por El Chapo, apoyado con las ventajas de la tecnología, y de vías de comunicación más amplias, podría llegar a ser más poderoso y grande.
¿Están los países de Centroamérica preparados para un Cartel de Sinaloa más fuerte que antes? Muchos análisis daban a Guzmán como deteriorado, tanto en su imagen como en su liderazgo dentro de la estructura de esta organización, pero el aparatoso escape de una cárcel de máxima seguridad, deja claro que eso está muy lejos de ser cierto, pues el hombre contó con el apoyo, logística, sobornos y cuanto medio fuera necesario para regresar a la calle y a sus negocios.
Este elemento que ha regresado al Triángulo Norte tendrá influencias en la seguridad nacional de los países mencionados, y desde luego, en México. También influenciará los escenarios políticos, que justamente en este momento atraviesan por un momento complejo y delicado. Seguramente, se verán permeados por intereses de algunos que buscan desestabilizar a quienes han mostrado firmeza ante organizaciones criminales como la del Cartel de Sinaloa.
La aparente calma de las organizaciones que promueven el narcotráfico ahora se tambalea, y seguramente la revancha y la recuperación de espacios se notará en poco tiempo, pero como siempre, los más afectados, no serán los Gobiernos, seremos los ciudadanos que vemos afectado nuestro entorno, porque aunque muchos aún se nieguen a llamarlo por su nombre, en estos países 80% de la “inseguridad ciudadana” no es más que acciones delictivas derivadas de esta actividad ilícita.
Algo que es fundamental de recalcar en estos momentos, es que se debe también reflexionar la estrategia que durante décadas ha querido implementar el Gobierno de Estados Unidos en la guerra contra las drogas, que arrancó desde la Colombia de los 90, hasta la Centro América y México de los 2000, y que sigue sin dar resultados. Al contrario, promueve cada vez más la corrupción, las muertes y la violencia en las sociedades que se ven afectadas por este mal.
¿No es momento de pensar otras estrategias? ¿No hemos tenido suficiente como para no ver que ninguna “guerra” conduce a la paz?
Sí, la paz pasa por la justicia y esta se debe buscar y lograr. Sin embargo, no podemos limitarnos al cortoplacismo. Debemos ver por el bienestar de los actuales desplazados por la narco-violencia, pero también por las generaciones futuras que merecen vivir en sociedades que busquen medidas coherentes con la realidad, partiendo del reconocimiento del fracaso de sus estrategias.
El Triángulo Norte puede tener un desafío enorme ahora, que Joaquín “El Chapo” Guzmán vuelve a sus funciones. La APP tendrá su prueba de fuego y los Gobiernos deberán cerrar filas ante cualquier embate camuflado que vaya en detrimento la seguridad y estabilidad de sus bases, que al final del día, son las únicas que pueden enfrentar a estas organizaciones criminales.