English“Rojo Amanecer” es una película que he visto en diferentes ocasiones, pues siempre responde a diferentes momentos de la historia contemporánea, específicamente cuando la juventud, la ideología y la política se unen en un mismo escenario. Por ejemplo, la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, Ciudad de México, podría ser cualquier lugar en América Latina.
Este es un film que revive la masacre perpretada por fuerzas militares del Gobierno de México, que tuvo como victimas a centenares de jóvenes que representaban una lucha generalizada en las universidades, y que al grito de “No queremos olimpiadas, queremos revolución”, organizaron un mitin para exigir la liberación de “presos políticos” y la desmilitarización de diferentes centros de estudio.
Todo aquello sucedió el miércoles 2 de octubre de 1968, cuando ese país norteamericano vivía una época oscura, bajo la que el político liberal Mario Vargas Llosa llamara “La dictadura perfecta”, que era el Gobierno del Partido Revolucionario Institucional, PRI.
“Rojo Amanecer” fue producida en 1989, con poco presupuesto y rápido proceso, debido a la clandestinidad en la que fue filmada. En esa época todavía dominaba en el poder el PRI, partido cuestionado por este evento. Para ese entonces censuró la película y prohibió su exhibición, por lo que tuvieron que pasar 10 años antes de que se hiciera público el film, y aun así, salió con escenas censuradas por el Ministerio de Gobernación.
[adrotate group=”7″]Dentro de la trama se personifica a una familia de clase media que vivía en el edificio Chihuahua, junto a la Plaza de las Tres Culturas. El hogar lo conformaban una madre abnegada, un padre influyente en el Gobierno de la ciudad, el abuelo que sirvió en el Ejercito, dos hermanos menores y dos universitarios que con el apasionamiento y utopía que caracteriza a las juventudes, creían en una lucha que cuestionaba al Gobierno, desde la influencia de la ideología comunista, que en su romanticismo, presentaba salidas a la situación del país.
Ese 2 de octubre arrancó con la tensión que generaban los rumores sobre lo que posiblemente iba a suceder durante la enorme convocatoria de los estudiantes, y culminó al amanecer del siguiente día, cuando ya la masacre, el terror y la persecución habían hecho estragos en aquel complejo de edificios, que fue testigo mudo de los excesos en los que se puede caer cuando el poder subordina a la razón.
Los estudiantes, a lo largo de los años, y en diferentes momentos, siguen siendo manipulados por grupos, que además de querer implantar una ideología, lo que pretenden es llegar al poder a costa de lo que sea, sin importar que se vean comprometidas las vidas de inocentes, que genuinamente creen en los personajes idealizados, ideas utópicas y verdades a medias, que infunden usualmente los líderes políticos.
Casi 50 años después lo vimos en la masacre de Ayotzinapa. Siempre en México. Lo vemos también en movimientos estudiantiles en América Central, como en Honduras donde esos jóvenes son cajas de resonancia de lo que ordenan los sectores políticos, y exponen sus vidas y seguridad para alcanzar objetivos que en el fondo no son más que luchas de poder de quienes les envían al “campo de batalla”.
Y al final de todo, lo cierto, es que ninguna ideología, ni lucha por conquistas sociales y/o políticas, justifica la violencia. Tampoco lo justifica el hecho de que se piense o se accione distinto, y menos cuando estos hechos se vuelven extremos y son ejecutados por Gobiernos intolerantes. La libertad debe predominar para expresarse, aún cuando esas expresiones choquen con nuestras convicciones.
A diferencia de otros filmes que tratan este tipo de temas, “Bengalas en el Cielo”, como fuera su nombre original, no se centra en los hechos políticos que detonaron la matanza. En relación con ese tema solo se limita a usar simbolismos puntuales y básicos para comprender el contexto. Toda la trama de la película se enfoca en lo que emocionalmente significó para las familias mexicanas este evento, que es al final lo que nos une a todos.
La memoria histórica latinoamericana agradece que se tenga esta película como documento de lo que el movimiento estudiantil del 68 vivió en México, pues esa historia puede ser muy aleccionadora para las nuevas generaciones, para que sepan que cuando de poder se trata, los escrúpulos se guardan en el bolsillo de atrás del pantalón, tanto por oposición y como por el oficialismo.
No importa si se simpatiza con el Partido Comunista, como lo hacían estos estudiantes; con la ultra-derecha nacionalista; o con el sector más moderado; si las ideas son diferentes a las del Gobierno, siempre incomodarán, siempre tratarán de callarlas.
Que sea la libertad, en todo el sentido de la palabra, la que guíe las luchas. Que la vida sea respetada por sobre todo.
¡No más Tlatelolcos, no más Ayotzinapas, no más Plazas Altarmiras!