Siempre he dicho que en Honduras hay cualquier cosa menos aburrimiento, dado que al menos cada dos semanas tenemos un nuevo escándalo por el cual nos mantenemos entretenidos, la ciudadanía siempre está pensando en todo… ¿pero realmente estamos pensando en nuestro futuro como democracia? ¿Qué hay de lo que sostiene un sistema democrático? todos queremos ser libres y tener un país funcional, ¿pero nos estamos ocupando de que eso suceda?
Hay un tema del que nadie -más que la Unión Europea recientemente– se ha ocupado y son las reformas electorales, pues allí está el génesis de muchos de los problemas que vivimos actualmente, comenzando por la corrupción, siguiendo por el populismo gubernamental y terminando por el lavado de activos.
El escándalo que detonó las protestas en junio del presente año fue el financiamiento que el actual presidente Juan Orlando Hernández había tenido durante su campaña. Lo señalan de haber usado fondos provenientes del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), pero el problema en realidad no es ese, es mucho más grande.
La corrupción generalizada en el IHSS no fue en realidad el génesis del problema antes mencionado, sino que no hay un ente que observe y regule las fuentes de las que proviene el dinero de las campañas políticas, porque como el mismo Tribunal Supremo Electoral ha declarado recientemente, “no pueden hacer auditorías a campañas”, dejando una caja de pandora que se presta para todo acto de corrupción imaginado, como comprar cuotas de poder en partidos políticos, hasta lavado de activos.
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Otro tema del que pareciera que toda la clase política se está haciendo de la vista gorda, a propósito, es la reelección, porque esta opción se encuentra vigente, aunque muchos aún no lo asimilen, y está abierta al tiempo que el siguiente presidente quiera quedarse, pues no tiene regulación alguna, no se ha definido tiempo y forma, ¿por qué el silencio? ¿Es que acaso están esperando llegar para sacar ventaja de la no normativa y entronarse en el poder?
La complicidad de la clase política para repartirse cuotas de poder es realmente condenable, porque mientras juegan a dividir a la sociedad para crearse una imagen de oposición, por otro, se confabulan con el sector oficialista al que tanto le han jurado hasta odio, para seguir alimentando el status quo que les ha permitido engrosar su poder político, social y económico.
En temas electorales, en Honduras desde hace mucho no hay bandos distintos, hay uno solo que controla todo, que se coluden entre sí para, así que la población no se debe dejar engañar, si de aquí a 2017 se entrona un partido político o un candidato, no será culpa de quien llegue al poder, sino de toda esta mafia corrupta a la que el cambio no le conviene, y que se arropa bajo distintos colores para dividir al electorado a conveniencia.
La democracia no es un sistema electorero, en el que sólo nos debemos preocupar cada cuatro años, ¡no! es toda la base en la que descansa el sistema, y si esta base no está lo suficientemente sana, protegida y fiscalizada cualquier otro esfuerzo será en vano; por eso es que estas reformas deben ser objeto de reclamo de la sociedad, que al mismo tiempo debe evidenciar el obstáculo que la clase política representada en el Congreso Nacional y lo que representa, para que esos cambios se den.
Aún la sociedad civil está a tiempo, de exigir y ser proactiva en este tema, ya que la obligación de defender nuestra ya débil democracia es de todos, especialmente de quienes estamos de este lado de la trinchera.