Es difícil encontrar otro tema en que tantos “expertos” declaren impunemente tantas necedades como en la economía petrolera. Los que suelen pontificar que el precio del crudo no bajará nunca no son peores que los que anuncian que no subirá jamás. Como cualquier otro precio subirá y bajará con los incrementos y reducciones de oferta y demanda, condicionados por inversiones, política, tecnología e infinidad de inciertas circunstancias.
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El futuro es impredecible, lo especulamos racionalmente a partir de lo conocido en el presente y esto nos sugiere que a corto y mediano plazo las posibilidades de incrementos en los precios del crudo son remotas. Ya sabemos que los precios bajos no han traído problema alguno para la economía y las inversiones, ni siquiera en la propia industria petrolera. Aunque empeoró los de un Petroestado como Venezuela, que previamente había destruido por medio del socialismo la mayor parte de su capacidad productiva interna, restringiéndose a exportar petróleo e importar casi todo lo demás.
El mercado tiene más que suficiente suministro, nada presagia incrementos de demanda ni caídas de oferta y pese a diferentes clases de incertidumbre política en puntos tan críticos como el Oriente Medio, Nigeria y Venezuela, el crudo se mantiene bajo US$50. Y así seguirá a mediano plazo porque:
- El petróleo de bajo costo de producción de Irán regresa al mercado. Los iraníes han recuperado no menos del 80% de su cuota de mercado previa a las sanciones, exportan actualmente cerca de dos millones de barriles diarios y realizan inversiones para ampliar su producción total de 3.8 a 5,8 millones de barriles diarios en los próximos cinco años. Irak, escenario de una guerra, está produciendo poco más de 4, 2 millones de barriles diarios y La OPEP produce 31 millones y medio de barriles diarios, excediendo en poco más de un millón de barriles diarios sus cuotas de producción.
- El fracking sigue siendo rentable. Se siguen produciendo más de 9 millones de barriles diarios en los EE.UU. y mientras algunos pequeños operadores quebraban por la caída de precios, sus pozos han quedado en manos de operadores mayores que no hicieron la inversión inicial y los mantienen de manera rentable con los precios actuales. Más importante, las reestructuraciones demostraron que la mayor parte de la producción por fracking podía bajar costos, ya que el costo marginal promedio de las técnicas más costosas a caído a US$40 dólares por barril, atrayendo nuevas inversiones y reduciendo la caída de la producción a poco menos de medio millón de barriles diarios.
- La caída de precios no detuvo las grandes inversiones. Si bien la industria redujo costos y realizó importantes recortes para adaptarse a los nuevos precios, no se han detenido las grandes inversiones ni se redujo la producción. Las grandes petroleras están manteniendo la inversión en los grandes proyectos porque, contra algunos pronósticos, sí son rentables con el precio bajo US$50.
- Bajan los costos de ingeniería y equipos. No es de extrañarse que con precios superando los US$100 crecieran las inversiones y con ellas la demanda de equipos; incrementándose esos costos, ahora la demanda de equipos cae poco, pero las inversiones para ofertarlos habían crecido para satisfacer una demanda creciente, con lo que proveedoras de ingeniería y equipos petroleros como Halliburton y Schlumberger estiman caídas en sus precios de 40%.
- El efecto sustitución crece. El crecimiento de la demanda está siendo anulado por las nuevas tecnologías de sustitución ya vigentes, y las inversiones en energías alternativas no se han reducido significativamente, por el contrario, crecen precisamente donde se sigue esperando el mayor incremento de la demanda petrolera; China e India, y es ahí donde el efecto de sustitución será cada vez mayor. Sólo por la difusión de tecnologías de eficiencia de consumo y sustitución ya desarrolladas se estarían reduciendo 2 millones de barriles diarios de la demanda potencial.
- La velocidad a la que el petróleo reduce su participación en la oferta de energía no es predecible. Pese a la arrogante negación de la industria y las burocracias especializadas en pagar estudios que anuncian una reducción de la participación del petróleo en la oferta de energía que apenas comience a ser significativa a más de 25 años, la realidad es que los costos de las energías alternativas se reducen, el efecto de sustitución en el transporte se acelera, y el cambio tecnológico sigue su propia velocidad, mucho mayor de la que prevén modelos estáticos interesados. Las grandes inversiones, económicas y políticas, en la industria del carbón no impidieron que fuera desplazada a una posición minoritaria en muy poco tiempo por el petróleo cuando las tecnologías basadas en petróleo resultaron más rentables, y lo mismo ocurrirá con el petróleo a una velocidad que no se puede adivinar con modelos econométricos incapaces de predecir la innovación.
Ese es el escenario, cuándo cambiará, no lo sabemos; sabemos que eventualmente el precio del crudo subirá, cuando la oferta sea menor que la demanda, y que nada indica que esas condiciones se darán a corto o mediano plazo. Y para el futuro más o menos lejano, lo único que podemos suponer es que el petróleo tendrá importancia económica decreciente, que no se explotará cada vez más como recurso finito hasta llegar a un último barril que costaría todo el dinero del mundo, sino cada vez menos cayendo su participación en la oferta de energía, aunque explotar una parte cada vez más pequeña de las existencias seguirá siendo de rentable a largo plazo.
El petróleo no sustituyó al carbón como principal combustible de la industrialización por escasez de carbón, sino porque la tecnología basada en petróleo se hizo más rentable que la basada en carbón, algo parecido está pasando ahora al petróleo. Es imposible predecir con certeza si veremos o no el cambio completo, pero es muy probable que veamos mucho más de eso que lo que nos predicen los “expertos” petroleros.