La interacción con el ámbito externo es esencial para cualquier sociedad. La generación de riqueza a través del comercio y de los flujos de inversión o la posibilidad de aprender de diferentes culturas son algunos de los beneficios que pueden conseguirse de esta interacción.
Lo anterior no implica que a través de la interacción se puedan resolver los problemas puntuales de todas las sociedades. Tal como ha demostrado la Organización de las Naciones Unidas al fracasar en la eliminación de los conflictos domésticos, las sociedades no pueden externalizar sus culpas, ni esperar a que las soluciones provengan del exterior.
Aunque no pueda solucionar estos problemas, ni generar desarrollo, la denominada comunidad internacional sí posee la capacidad de condenar a una sociedad a la pobreza y al autoritarismo. En el corto plazo, puede generar más daño que el que resuelve. Además de los instrumentos más conocidos (por ejemplo, las intervenciones militares), esos daños pueden causarse a través de dos medios. Primero, a través de la generación de dependencia económica que resulta de la transferencia de recursos que se realiza por medio de la mal llamada cooperación internacional. Segundo, a través de la legitimación de regímenes estatistas.
Los medios mencionados generan daños debido a que impiden el proceso de aprendizaje doméstico y a que permiten que se perpetúen los malos mandatarios. Éstos buscan convencer a los ciudadanos sobre la conveniencia de sus malas decisiones y al existir actores internacionales que los respalden, los ciudadanos consideran que deben darles una oportunidad – o muchas – para implementar sus ideas.
Tal vez el lector estará pensando en los ejemplos clásicos en América Latina: el apoyo a los regímenes cubano o venezolano. Pero hay otros casos en los que se presenta la misma situación. Particularmente, quisiera mencionar el caso del alcalde de Bogotá, capital de Colombia. Gustavo Petro, cercano a las pésimas ideas y estrategias del Socialismo del Siglo XXI, ha profundizado la situación de caos generada por sus antecesores socialistas, Luis Eduardo Garzón y Samuel Moreno.
Por ello, las tasas de aprobación de su gestión se han mantenido bajas, al punto de que se ha planteado la posibilidad de su revocatoria. La alcaldía de Petro se ha caracterizado por sus defectos: prohibiciones, como la eliminación de las corridas de toros; improvisación y errores, como con la política de basuras; su carácter antidemocrático, plasmado en las artimañas que ha utilizado para bloquear la revocatoria; desprecio por las normas, como lo demuestra el hecho que omitió todos los canales institucionales para aprobar su Plan de Ordenamiento Territorial (POT); y finalmente, la pérdida de funcionarios de alto nivel, que renuncian por problemas con la justicia o por cansancio ante el autoritarismo del alcalde.
A pesar de todo, algunos actores externos parecen estar encantados con su pésima gestión. No solo esta alcaldía ha recibido premios internacionales, sino que la han nominado dentro de las mejores de Iberoamérica y ha recibido también la posibilidad de organizar eventos internacionales. Adicionalmente, esta semana Petro ha sido invitado a participar en un foro en el que expondrá acerca del ilegítimamente aprobado POT. Es cierto que ésta no debe ser una sorpresa: la invitación proviene de quien seguramente sea el alcalde más estatista de los Estados Unidos. Es decir, mientras Petro acaba con la ciudad, le enseñará a otros en el mundo cómo lo ha hecho.
También es cierto que el reconocimiento que se le ha dado al Alcalde Petro se debe a su hábil adopción de temas políticamente correctos, como el referido al control del calentamiento global. Sin embargo, lo que no entienden aquellos que le otorgan esa legitimidad internacional es el daño que causan a los habitantes de una ciudad que hace más de diez años se perfilaba como una de las mejores de América Latina. En la actualidad, los problemas de movilidad y de seguridad, por mencionar solo algunos, demuestran el retroceso sufrido con las decisiones de la mencionada alcaldía.
A pesar de la situación real, el Alcalde Petro, en su inmensa arrogancia, se ve respaldado por la legitimación internacional que está recibiendo. Y esto seguramente afectará la percepción de los ciudadanos en las próximas elecciones.
La experimentación social como la que hace el alcalde bogotano tiene efectos de difícil solución. El término utilizado para ello es dependencia del sendero. Para su existencia es necesario, primero, tomar malas decisiones y, segundo, tener una retroalimentación equivocada, que facilite el avance sobre la senda incorrecta. De lo primero se ha encargado el populismo latinoamericano y la existencia de figuras políticas como los hermanos Castro, Hugo Chávez y Nicolás Maduro. O Gustavo Petro.
De lo segundo, lamentablemente, parecería que se está encargando el ámbito externo. Paradójicamente, una vez que comenzamos a observar las consecuencias de estas malas decisiones, los regímenes que lo apoyan – los cuales no solo son incapaces de generar riqueza, sino que eliminan la que fue previamente creada – buscan limpiar sus conciencias enviando recursos para la cooperación. Menos desarrollo, más dependencia: ¡gracias!