EnglishCuando el Estado se atribuye una función, fuera de las de su razón de ser, suele nunca solucionarla, ni abandonarla. Lo primero, entre otras, porque siempre opera el principio de las consecuencias no anticipadas. Lo segundo porque se crean burocracias que son cautivas del fenómeno de la dependencia del sendero. ¿Por qué los ciudadanos no reaccionan frente a esto? Una de las razones puede ser el proceso de justificación constante que han aprendido —muy bien— las autoridades para disculparse por lo primero, mientras perpetúan lo segundo.
Si hay un aspecto en el que se puede ver lo anterior, éste es el monetario. Como demostraron, a pesar de sus diferencias, la escuela monetarista y la austriaca, el manejo irresponsable que hacen los Estados de los medios de intercambio (el dinero) es la fuente de los ciclos económicos. No obstante, se sigue repitiendo que es necesario, vital, para esos Estados mantener el monopolio que ellos mismos crearon. Hoy, los ataques se concentran en las Bitcoin.
Expertos como el profesor Steve Hanke, del Instituto Cato, han estudiado este naciente medio de intercambio. Otros han elaborado persuasivos argumentos en su defensa, comenzando por los expresados en este espacio. Lo que pretendo no es repetir lo mismo, sino mostrar cómo los ataques más recientes que han hecho algunos Estados son justificaciones que buscan perpetuar una función que inicialmente no fue estatal y que esto lo hacen a través de la confusión —por ignorancia o abierto desafío— del conocimiento económico sobre esta materia.
Como se informó acá, el Internal Revenue Service (IRS), agencia de recolección de impuestos de los Estados Unidos, decidió que las Bitcoin serán entendidas como propiedad. Unos días antes, en Colombia, la Superintendencia Financiera, entidad del gobierno colombiano encargada de —para ser honestos— impedir la libertad financiera en el país, decidió prohibir las transacciones en Bitcoin en Colombia, por considerarla una fuente de especulación.
Frente a estas decisiones, vale la pena discutir varios aspectos. Primero, está la naturaleza del dinero. Como demostraron autores como Carl Menger y, posteriormente, Ludwig Von Mises (Acción Humana, capítulo XVII) un bien se convierte en medio de intercambio, no por sus características intrínsecas, sino por su transabilidad (marketability). En este sentido, resulta inocua la decisión del IRS. No porque las Bitcoin sean propiedad, dejan de ser un medio de intercambio. Al contrario: Un medio de intercambio es un bien económico y, por lo tanto, en una economía de mercado, siempre es propiedad de alguien.
Ahora, si la intención es eliminar la especulación, el gobierno colombiano tendría que prohibir todas las acciones humanas, ya que es imposible eludir un fenómeno como la incertidumbre. Está presente en todas las decisiones, puesto que nadie tiene certeza sobre lo que sucederá en el futuro. Un experto colombiano afirma, por su parte, a manera de advertencia, que las Bitcoin pueden servir como medios de pago (esto es, de intercambio), pero que no sirven para “ganar plata”. No hay mucho que sea útil discutir de esta afirmación, más allá de señalar que este experto (¡director de una facultad de economía!) confunde algo tan básico como las nociones de dinero y de capital.
Segundo, está el origen del dinero. Los medios de intercambio no fueron creados, de manera intencional o deliberada, como demostró, además de los autores mencionados, F. A. Hayek, ni por decreto ni por ningún acuerdo entre los individuos. En consecuencia, que las Bitcoin se conviertan o no en un medio de intercambio aceptado por los individuos depende de éstos y no de las decisiones del IRS o de las prohibiciones de la Superintendencia Financiera de Colombia.
Tercero, está la relación entre dinero y Estado. Históricamente, éste adquirió la función de acuñar monedas para respaldar su veracidad y su peso. Aunque hoy vemos que esto fue un grave error, la verdad es que la función era muy simple.
Por ello, es absurdo ver que la justificación del ministro de economía colombiano, Mauricio Cárdenas, para la prohibición es que el peso colombiano es confiable y que no tiene ningún riesgo. Además de ser esto falso, olvida el ministro (¡un reconocido economista!) que el dinero no es neutral y que, por ello, tanto su valor como su poder adquisitivo cambian constantemente como resultado de las reacciones de los individuos a los datos del mercado. Ni el peso, ni el dólar, ni las Bitcoin son la excepción.
En consecuencia, las decisiones tomadas por las agencias estatales mencionadas solo tienen una intención: Justificar la perpetuación de un monopolio creado por los mismos Estados. Y lo hacen con una sola herramienta: Confundir al público con el uso irresponsable de conceptos básicos de la economía. Si una moneda es impuesta por el Estado, como lo fue el Euro, eso está bien: No importa su debilidad, precisamente, porque no cumple siquiera el teorema de la regresión. Pero si los individuos, porque así lo desean, crean un medio de intercambio alternativo, eso es visto como algo para prohibir. En el fondo, lo único que buscan es perpetuar el control que han ejercido sobre la acción individual.