EnglishEsta semana, se realizó un evento privado en Bogotá, cuyo objetivo era analizar las perspectivas de las relaciones Colombia-Estados Unidos. En lugar de esto, se convirtió en un diagnóstico sobre la coyuntura colombiana y, en menor medida, sobre los retos a futuro.
Dentro de los conferencistas principales estuvo el ministro de Hacienda y Crédito Público de Colombia, Mauricio Cárdenas. En su intervención, el ministro se convirtió en ejemplo de las fuertes inconsistencias sobre el pensamiento económico que existen en Colombia y, a la larga, en por qué deben persistir las dudas sobre la capacidad de creación de riqueza hacia el futuro.
Me explico. En los años recientes, Colombia ha mejorado sus indicadores en casi todos los frentes. Esta realidad ha mejorado las expectativas futuras. Pero también generó un afán en muchos sectores sociales de exigir mayores funciones del Estado en prestación de servicios, provisión de bienes y, claro está, en esfuerzos de redistribución del ingreso.
Pero crecimiento no es igual a desarrollo. Además, no se puede asumir que por crecer unos cuantos años a tasas moderadas, un país ya se puede considerar rico. En consecuencia, las condiciones que han permitido la creación de riqueza se deben mantener, ampliar y proteger.
De esta manera, en un futuro, esos servicios y bienes que se le demandan hoy al Estado van a llegar a las mayorías a través del mercado. Además, un incremento sostenido en la riqueza social soluciona la pobreza. De esta manera, se hace innecesaria la redistribución.
Los incentivos son muy fuertes para que los políticos digan, y lo más grave, que hagan, lo que las masas esperan
Pero los electores no están dispuestos a esperar “el futuro”. Quieren percibir ya, inmediatamente, los beneficios; así estos sean espurios, efímeros y dañinos en los años por venir. Y como la política no se trata de persuadir a las masas de cambiar sus pasiones inmediatas ni de pensar en el bienestar general, sino de hacerse elegir para cargos de corto plazo, los incentivos son muy fuertes para que los políticos digan –y lo más grave, que hagan– lo que las masas esperan.
Y, en el proceso, requieren de un proceso de convencimiento a los escépticos –o a los afectados por sus decisiones– y, en muchos casos, de auto-convencimiento. Acá se encuentra la importancia de la retórica. Y eso es lo que presencié en la intervención de uno de los mejores economistas de Colombia, el ministro Cárdenas.
Para él, las medidas que está tomando el Gobierno son para paliar el impacto negativo de la caída en los precios del petróleo. No obstante, como mostramos en un estudio –próximo a ser publicado – para el Centro para la Libre Iniciativa, junto con mi colega y amigo Julio César Mejía, la crisis del petróleo es de los Gobiernos, pero un beneficio para los demás agentes económicos.
Así que el Gobierno no tendría que estar haciendo nada, pero lo está haciendo. Y dentro de las acciones mencionadas por el ministro, se observan cinco problemas de pensamiento económico. El primero, de contradicción. Por un lado, se habla mucho de la responsabilidad fiscal. Sin embargo, por el otro, se adopta una retórica claramente keynesiana, del keynesianismo más ortodoxo, para justificar el gasto público: construcción de infraestructura.
A través del discurso, muy elaborado, muy bien expresado, vamos replicando los mismos errores del pasado
Segundo, lo anterior se articula con eufemismos. La existencia de una regla fiscal en Colombia se usa, paradójicamente, como patente de corso para gastar más. La lógica es más o menos así: somos responsables fiscalmente, pero estamos en crisis, así que podemos ser un poco irresponsables.
Lo más interesante es que esos eufemismos se justifican a través del tercer problema: la obsesión con los expertos. Un grupo de expertos -¡solo uno!– escogido por el ministro y sus asesores -¡solo por ellos!– determina cuándo y cuánto se puede exceder la regla fiscal.
¿Y, además de su omnisciencia, cómo toman esa decisión los elegidos? Pues a partir del cuarto problema: la esclavitud a las cifras. Lo más grave es que, en este caso, esas cifras ni siquiera son reales ni comprobables. Los expertos alertan cuándo y en cuánto irrespetar la regla fiscal, según ellos observen que los precios del petróleo o la tasa de crecimiento del país estén por debajo de su nivel potencial. ¿Qué es eso? ¿Cómo se mide? Pues a través de modelos econométricos que hacen… así es, esos mismos expertos. O el ministerio.
Y todo lo anterior lleva al quinto problema: la autocomplacencia. El ministro Cárdenas contó cómo Colombia es un ejemplo mundial en su plan para enfrentar la crisis. Es tan ejemplo para el mundo que un país como Nigeria, a su vez ejemplo de buenas prácticas, políticas y, en particular, de desarrollo, quiere copiar el modelo colombiano.
Así las cosas, a través del discurso, muy elaborado, muy bien expresado, vamos replicando los mismos errores del pasado. Y la creación de riqueza será la única afectada. Solo quedará, como esperan los afanados, la redistribución de lo muy poco que se ha creado hasta el momento.