EnglishHace más de medio siglo la Revolución cubana abolió todos los derechos de propiedad privada, buscando el paraíso en La Tierra bajo la premisa comunista de que toda la comunidad sería propietaria de todo y emergería un “hombre nuevo” que resultaría colectivista en su perspectiva y dispuesto a sacrificarse por el bien común. Ese experimento resultó en una sociedad distópica en bancarrota económica, caracterizada por enormes sistemas represivos de control social y un gobierno sin límites de poder sobre sus ciudadanos.
Hoy, el colapso de la economía cubana puede rastrease claramente hasta su ideología colectivista y las acciones contra los derechos de propiedad privada. La falacia de los enfoques colectivistas fue descrita vívidamente por Garrett Hardin en su influyente artículo científico de 1968 titulado “La tragedia del colectivismo” (The Tragedy of the Commons). El artículo describe el dilema de pastores compartiendo un pasto común en el cual pastorean a sus reses. La “tragedia del colectivismo” es una metáfora para explicar una relación estructural y sus consecuencias; específicamente la propiedad colectiva versus la privada.
Bajo la condición de propiedad colectiva descrita por Hardin, cada pastor, actuando racionalmente, trataría de mantener la mayor cantidad de su ganado posible en el pasto colectivo, incluso si excediera la capacidad del mismo y al final se agotara en detrimento de todos. Individualmente, cada pastor se beneficia de sus animales adicionales, mientras el daño se comparte por todo el grupo. Esta división asimétrica de costos y beneficios resalta la tragedia inherente a los sistemas colectivistas desprovistos de derechos de propiedad privada.
Cualquier recurso poseído en común es propiedad de todos y de nadie y, por tanto, todos tienen un incentivo en sobre-utilizarlo y nadie un incentivo para preservarlo. Aristóteles lo expresó sucintamente: “A lo colectivo para el mayor número de personas se le concede el menor cuidado.” La historia económica muestra que los dueños individuales cuidan mejor sus propios recursos que lo que cuidan la propiedad común. Pero todavía hoy la persecución utópica del colectivismo con sus correspondientes controles gubernamentales persiste.
En vísperas de la Revolución cubana alrededor del 80 por ciento de la tierra cultivable estaba cultivada (o utilizada para pastos) y la producción domestica suministraba el 70 por ciento del consumo alimenticio del país. Las cifras comparables hoy son 60 por ciento y 20 por ciento respectivamente.
El extraordinario grado de improductividad de la Cuba comunista se muestra dramáticamente por los análisis comparativos de poder de compra. Un estudio del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-americanos de la Universidad de Miami demuestra, que, por ejemplo, para comprar una caja de 400 gramos (cartorce onzas) de leche en polvo, el trabajador cubano promedio tiene que trabajar 57.5 horas. Para hacer esa misma compra, el trabajador promedio en Costa Rica tiene que trabajar solamente 1.7 horas. Ineficiencias comparables se mantienen en los otros productos de la canasta del consumidor analizada. En contraste, el ingreso per cápita en Cuba en 1957 estaba en el cuarto lugar en América Latina, y los ingresos reales en Cuba eran superiores a cualquier otro país en América Latina.
Aún cuando Cuba era ciertamente una república corrupta y políticamente inepta, se alcanzaron muchos hitos económicos y sociales en base a los derechos de propiedad privada durante los cincuenta y seis años como república (1902-1958). En los siguientes cincuenta y dos años, después de abolir los derechos de propiedad privada, Cuba descendió hasta su pauperizada y trágica situación socioeconómica actual. Pero todavía se denigran los derechos de propiedad privada.
John Locke, el padre de la filosofía política moderna, argumentó que las personas tienen derechos naturales, es decir, derechos que se poseen desde antes de la existencia de los gobiernos. Esos derechos no son concedidos por los gobiernos ni por ninguna otra persona. Locke también articuló claramente el concepto de derechos de propiedad: “Todo hombre es propietario de su propia persona. El trabajo de su cuerpo, y el trabajo de sus manos, podemos decir correctamente que son suyos.” La posesión de propiedades es una implicación necesaria de la propiedad de nuestra propia persona. De hecho, todos los derechos humanos pueden verse como derivados del derecho fundamental de poseer nuestra propia persona.
La tragedia cubana del colectivismo tiene sus raíces en el desprecio por la propiedad privada, y por consiguiente por los derechos humanos, y demuestra, como señaló en una ocasión Karl Popper, que “los intentos para crear el paraíso en La Tierra producen siempre el infierno.”
El artículo orginal se encuetra en la página del Nuevo Herald.