EnglishQuisiera advertir al lector que con este breve texto (a través del cual vuelvo a mi primera opinión sobre los muros fronterizos) mi intención no es provocar la controversia o ser inoportuna, sino propiciar una reflexión: suscitar nuestra imaginación, despertar sensibilidades dormidas y acercarnos a realidades que tenemos suerte de poder sentir lejanas. En lugar de elaborar una opinión, esta vez dejaré el texto sin mayores comentarios, para que los que lo leamos meditemos cada uno nuestras propias conclusiones.
En 2006 el representante estadounidense del partido Republicano Steve King —el mismo que recientemente comparó a las vallas en la frontera con México a la Muralla China— presentó ante sus pares una maqueta del muro fronterizo, diseñado por él mismo. El proyecto innovador contemplaba, entre otras cosas, la instalación de un alambre de púas electrificado sobre el muro, con el objetivo de desincentivar a quien intentase escalarlo con un golpe de descarga eléctrica. Según las propias palabras de King, la eficacia de dicho método estaba comprobada en la crianza de ganado.
También el excandidato presidencial Republicano Herman Cain fue uno de los grandes entusiastas del alambre de púas con voltaje letal. Su muro fronterizo tendría “20 pies de altura, un alambre de púas por encima. Estaría electrificado y tendría una señal de advertencia: ‘Cuidado, peligro de muerte’”. Cain estaba decidido a aplicar todos los medios necesarios: “Y si tenemos que además poner tropas con armas de fuego, también lo podemos hacer”.
Según narra Raviel Netz en su libro “Barbed Wire: An Ecology of Modernity”, en 1876, poco después de que el alambre de púas fuese patentado, un vendedor con ingenio publicitario encerró a un par de toros dentro de un pequeño espacio cercado por el alambre. Luego empezó a provocar a los animales, que a su vez comenzaron a empujar el cercado. Las púas desgarraron sus cuerpos, lo que incitó aún más a los toros. Finalmente, cuando el dolor y el sangrado se volvieron insoportables, los animales permanecieron alejados del cercado y abandonaron la intención de cruzarlo. Esta nueva herramienta demostró ser terriblemente exitosa, y lo sigue siendo hasta hoy.
Pocos años tras esta demostración en 1880, un gran productor del alambre de púas de Massachusetts, Washburn & Moen Manufacturing Company, lanzó una campaña publicitaria destacando las cualidades de su producto como un material para cercar y marcar propiedades en general. Según el libro de Alan Krell bajo el acertado título “The Devil’s Rope”, la empresa promocionaba de esta manera las ventajas del alambre de púas: “El hombre que construye una cerca, lo hace primeramente para el mayor disfrute de sus propias tierras, para dotar de seguridad a sus bienes y así proteger los frutos de su trabajo. En ninguna parte del mundo, donde los hombres hayan superado la condición de salvajes ambulantes, se ha dejado de entender y apreciar los beneficios de los cercados […]”.
El alambre de púas desde sus inicios ha sido sumamente exitoso: es barato, resistente, fácil de transportar e instalar —en resumen, muy eficiente. Los británicos lo usaron en los primero campos de concentración durante las Guerras de los Bóeres; luego el el alambre punzante protegió las fronteras durante las dos guerras mundiales, rodeó los campos de exterminio nazis y formó parte del paisaje de los gulags soviéticos. Ahora hiere y desgarra a las fronteras internacionales.
Como lo relata Marcello di Cintio, en enero de 2011 la cerca de la frontera entre India y Bangladesh actuó sobre el cuerpo de Felani Khatun. La joven de 15 años cruzaba desde India acompañada de su padre y llevaba un vestido especial —al otro lado de la frontera, en Bangladesh, la esperaba su prometido. Cuando ya estaba arriba del cercado, el vestido quedó enganchado con el alambre de púa. Felani gritó y así atrajo atención de los guardias, quienes no fallaron en sus disparos. Ella no murió de inmediato; se desangró colgada sin ser atendida por nadie. Su cuerpo vestido de rojo y azul quedó extendido sobre el alambre de púas por cinco horas.
Los manuales que instruyen a los criadores de animales sobre cómo colocar los cercos de alambre de púas y qué voltaje estos deberían tener, aconsejan, antes que nada, considerar de qué tipo de animales se trata. Cada animal tiene distintas características y habilidades; las cabras son capaces incluso de montar una sobre la otra para saltar un obstáculo.
Pero independientemente de las particularidades del animal, este tipo de cercado es considerado un obstáculo mental, más que físico y material. El animal que experimenta dolor y sensación desagradable, no suele volver a tocar al alambre. Aprende.
No obstante, nosotros —los animales humanos— somos distintos. Los obstáculos, los muros y alambres de púas nos pueden herir, desgarrar, incluso matar, pero aún así lo que aprendemos no es a resignarnos y rendirnos, más bien lo contrario. Hay algo esencialmente humano que ha sido demostrado en la historia una y otra vez: el deseo de la libertad y de la superación, tanto de los muros materiales como metafóricos.