EnglishEl International Crisis Group (ICG) — una organización no gubernamental independiente y sin fines de lucro dedicada a prevenir y resolver conflictos violentos — publicó el día de hoy su más reciente informe Venezuela: Punto de quiebre. “La violencia ha exacerbado una situación política ya de por sí tensa en Venezuela y ha hecho que encontrar una solución sea más urgente y más complicado”, afirma el informe.
Tras más de tres meses de turbulencia en la nación, la crisis política de Venezuela se ha convertido en algo evidente para todo el mundo. La serie de protestas en medio de dificultades económicas y altos niveles de inseguridad han puesto a prueba al régimen heredado por el Presidente Nicolás Maduro. Durante varias semanas, representantes del Vaticano y de la Unión de Naciones Suraméricanas (UNASUR) han intentado mediar el conflicto y llegar a un acuerdo negociado, a través de mesas de diálogo entre ambos bandos. Sin embargo, estos esfuerzos no han logrado detener el creciente número de violaciones a los derechos humanos en el país, y en su lugar, han evidenciado la negativa del gobierno a ceder.
Pero más allá de los daños internos que esta crisis haya podido causar, los fallidos esfuerzos de organizaciones internacionales para resolverlo también han “afectado la credibilidad de las instituciones regionales”, según el ICG. La polarización en Venezuela se extiende más allá de sus fronteras, y se ha reflejado en una gran división dentro del sistema interamericano, incluyendo a la Organización de Estados Americanos (OEA).
Países alineados con la Alianza Bolivariana (ALBA) y PetroCaribe, aliados de Venezuela en la región, han mostrado un apoyo claro al régimen de Maduro, como un gobierno elegido democráticamente y víctima de una minoría violenta y “fascista”. Por el otro lado, hay otros gobiernos como los de Estados Unidos, Canadá y Panamá que han denunciado el uso excesivo de la fuerza, las violaciones de derechos humanos, y han abogado por una mediación.
El ICG señala que es precisamente esta división política e ideológica la causa de la parálisis en la respuesta por parte de instituciones regionales, incluyendo la OEA, que no fue capaz de abordar la crisis una vez que sus miembros no lograran llegar a un acuerdo sobre qué hacer.
La crisis de Venezuela dejó de ser un problema interno
La polarización política del país se ha replicado más allá de las fronteras de Venezuela. A pesar de que la bandera del chavismo ha sido la no intervención, “algunos países vecinos han jugado, y todavía juegan, un rol influyente en la política venezolana”, explica la organización basada en Bruselas. Uno de estos países es Cuba, constante partidario y principal beneficiario de los generosos suministros de petróleo venezolano.
Para el ICG, la isla, que ha estado gobernada por los hermanos Castro durante más de medio siglo, puede tener una influencia significativa en el curso del futuro político de Venezuela.
Según el informe, “los cubanos juegan un rol estratégico brindándole asesoría política y técnica al régimen de Maduro, y por lo tanto, potencialmente poseen una ventaja para persuadir a Caracas de que un acuerdo pacífico a esta disputa les conviene”.
Javier Ciurlizza, director del Programa de ICG para América Latina, explica: “La dependencia de Cuba del petróleo venezolano es tan crítica, y traumática la experiencia de la isla en los tiempos de escasez que siguieron a la caída de la Unión Soviética, que probablemente Cuba desempeñe un papel paradójicamente estabilizador a largo plazo”.
En este informe, el ICG advierte que si el diálogo fracasa la violencia se expandirá y habrán graves consecuencias, no solo para la estabilidad de Venezuela a corto plazo, sino para la región que la rodea, “poniendo en riesgo la estabilidad de los países vecinos y representando un mayor desafío para las instituciones hemisféricas”. Esto incluye el progreso para resolver otros problemas de la agenda internacional como las negociaciones de paz de Colombia y el proceso de reforma en Cuba.
En este sentido, la organización enfatiza la importancia que la mediación internacional podría tener para resolver la crisis: “Cualquiera que sean sus simpatías ideológicas, sería un grave error asumir que la crisis de Venezuela puede ser manejada sin el apoyo externo y sin un cambio interno profundo”.
Para Ciurlizza, “la comunidad internacional debe brindar el apoyo para reducir la violencia y mantener una línea consistente para restaurar el Estado de Derecho y el respeto a los derechos humanos (…) La crisis en Venezuela no puede seguir siendo abordada sin ayuda externa”.
El diálogo: ¿Un callejón sin salida?
Hasta ahora, las conversaciones entre el gobierno y la oposición no han producido resultados tangibles. De hecho, la semana pasad, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) decidió suspender las mesas de trabajo, en vista de que el gobierno continuaba reprimiendo las protestas pacíficas.
El Presidente Maduro rechazó esta medida y afirmó en televisión nacional:
“Yo los convoqué para hacerle un favor a la MUD, para sacarlos de la violencia, para sacarlos del golpismo. Cuando senté a la MUD allí, en una mesa, y traje a UNASUR y al Vaticano, fue para que vengan a la democracia, que vengan a la Constitución (…) El diálogo sigue, con MUD o sin MUD”.
Según Ciurlizza, uno de los factores que ha debilitado el proceso de diálogo es que no ha habido una estructura o una metodología que establezca fechas concretas para alcanzar acuerdos.
“No se conoce hasta ahora cuál es la agenda que propone el gobierno, y en sus intentos previos ha sido aparente su intención de solo escuchar pero no arriesgar lo que considera que ganó en las elecciones. El problema de fondo es que mientras más ceda el gobierno en, por ejemplo, la independencia de poderes, más expuesto estará incluso dentro de su propia coalición”.
El director regional de ICG concluye que los únicos que se benefician de suspender las conversaciones son los radicales. Si ambas partes renuncian al diálogo, “tanto el gobierno como la oposición se fragmentarán y aquellos sectores que favorecen la confrontación dominarán la escena”.