EnglishDesde principios de agosto, dos representantes del Gobierno venezolano —el vicepresidente Jorge Arreaza y la canciller Delcy Rodríguez— vienen realizando una gira por varios países del Caribe, entre los que se cuentan hasta ahora Granada, Dominica, Barbados, Santa Lucía, San Cristóbal y Nieves, Trinidad y Tobago, Cuba, Antigua y Barbuda, y República Dominicana.
El Gobierno de Nicolás Maduro ha afirmado que la gira es para “dar a conocer la verdad histórica” sobre la defensa de su soberanía sobre el territorio del Esequibo y sobre la diplomacia de paz que ha llevado su gabinete para resolver el diferendo con Guyana.
En principio, este esfuerzo es válido y acertado. El Estado venezolano tiene el derecho y el deber de explicar a otros países, y especialmente a los caribeños, su reclamo histórico de soberanía de las aguas y la región de Esequibo; más aún en medio de la tensa situación que en la actualidad viven Venezuela y Guyana, en que el Estado guyanés continúa otorgando concesiones en el territorio en reclamación, y dado que el laudo arbitral del año 1899 y el Acuerdo de Ginebra de 1966 no han dado resultados.
¿Cómo criticar esa acción per se, supuestamente dedicada a hacer entender a las naciones vecinas la verdadera situación entre Venezuela y Guyana, e invitarlas a colaborar en la búsqueda de soluciones diplomáticas y pacíficas en el marco del Acuerdo de Ginebra y de la vía del Derecho Internacional Público?
Poco que cuestionar si realmente fuera cierto ese objetivo y se llevara a cabo de una forma diplomáticamente correcta. Pero el problema con la más reciente misión del Gobierno chavista en el Caribe, es que no se limita a explicar y a buscar apoyo, ni se realiza bajo una diplomacia de paz.
En realidad, lo que han venido haciendo los enviados venezolanos en cada uno de las paradas de esa gira es tratar de desprestigiar internacionalmente al nuevo Gobierno guyanés, acusándolo de tener una “agenda oculta” con las empresas trasnacionales y de crear una supuesta división y desestabilización regional. En su parada más reciente, en República Dominicana, la canciller Rodríguez afirmó sin tapujo —ni prueba alguna— que:
Sabemos que Guyana tiene una agenda oculta que no le está explicando al Caribe y nosotros hemos dado detalles de cuál ha sido el comportamiento de las nuevas autoridades de Guyana, en consonancia con intereses trasnacionales, para crear desestabilización en la región y un papel desintegrador de la unidad latinoamericana y caribeña”.
¿Esta declaración realmente evidencia una actitud pacífica y diplomática por parte de Venezuela?
Estas y otras afirmaciones hechas durante estos viajes —algunas con epítetos en contra del presidente de Guyana, David Granger— lo que producen es todo lo contrario a lo que se busca. Lo que más bien se logra es un mayor apoyo en torno a Guyana por parte de los miembros de la Comunidad del Caribe (Caricom), quienes en su 36va asamblea, de principios del pasado julio, no solo emitieron un comunicado en el que pidieron al Gobierno de Nicolás Maduro revisar el desacertado decreto presidencial de mayo pasado por el cual crea y activa las Zonas Operativas de Defensa Integral Marítimas e Insulares (Zodimain), el cual incluye áreas marítimas pendientes por delimitar con el Caribe, sino que también dieron su apoyo grupal a la integridad del actual territorio de Guyana y su espacio marítimo.
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Más allá de las razones de solidaridad caribeña, es difícil dejar de dar respaldo a un país cuyos 160.000 kilómetros cuadrados de territorio en reclamación por parte de Venezuela suponen grandes en recursos naturales y las dos terceras partes de todo el territorio nacional.
No por casualidad, el primer ministro de Barbados y presidente de turno del Caricom, Freundel Stuart, reiteró el apoyo de su Gobierno y de esa organización regional a las actuales fronteras de Guyana, cuando posteriormente recibió la visita a su pais del vicepresidente venezolano, Jorge Arreaza. Stuart afirmó que “Caricom respalda muy firmemente a Guyana”.
El Gobierno de Nicolás Maduro y su equipo internacional actúan tarde y mal. Desde la presidencia de Chávez han debido poner atención al problema del Esequibo
Si el Gobierno de Nicolás Maduro cree que con esta gira y con esta actitud contra el nuevo Gobierno de Guyana, los países miembros del Caricom van a darle el respaldo a Venezuela como recientemente lo hizo el Parlamento del Mercosur, está en un grave error.
Aunque esos países han recibido en forma cordial y diplomática a los representantes enviados, eso no quiere decir que ahora van a dejar de apoyar a Guyana. Es difícil que suceda porque históricamente nunca lo han hecho.
Es de tener presente que la comunidad caribeña siempre ha tenido una política internacional independiente y ha actuado como un bloque unitario, defendiéndose unos a otros, y luchando conjuntamente para alcanzar sus propios objetivos e intereses.
Siempre han tratado de tener buenas relaciones con los grandes países que tienen costas en el mar Caribe, en especial México, Venezuela, Colombia y los Estados Unidos, porque de una forma u otra nunca han dejado de recibir de ellos ayuda financiera y otros tipos de cooperación. De Venezuela, por ejemplo, han sido beneficiados significativamente desde 1958 al presente. Pero a la hora en que algún interés nacional o grupal se encuentra en peligro, se defienden sin contemplaciones. No importa cuánto hayan recibido.
El Gobierno de Nicolás Maduro y su equipo internacional actúan tarde y mal. Desde la presidencia de Hugo Chávez han debido poner atención real al problema del Esequibo y no dejar de hacer cumplir el Acuerdo de Ginebra ante las numerosas concesiones otorgadas allí por los gobiernos guyaneses. Pero prevaleció el silencio cómplice por razones ideológicas y políticas bajo la guía del régimen castrista cubano.