English La última semana la vida en Baltimore quedó totalmente paralizada. Luego de que manifestantes tomaran las calles a raíz de la muerte de Freddie Gray bajo custodia policial, los comercios tapiaron sus puertas y las escuelas cerraron, las personas se refugiaron en sus casas y un toque de queda en toda la ciudad significó que pocos estuvieron por las calles tras el anochecer.
Mientras las protestas menguan y la ciudad comienza a limpiarse, Baltimore y el estado de Maryland deben determinar qué curso de acción tomar para evitar que este tipo de protestas vuelvan a ocurrir. Para ello, el público debe entender que estas protestas no fueron algo aleatorio. Nacieron de políticas públicas equivocadas, una débil gobernanza y leyes que aplican a algunos, pero no a todos.
Maryland es un estado que ha sido mal gobernado durante mucho tiempo. Los impuestos y las cargas regulatorias son altas, y el Gobierno estatal ha estado involucrado en escándalo tras escándalo. La Tax Foundation ubica al estado en el puesto número 40 en su ranking nacional sobre el clima fiscal. Todo esto hace que emprender en Maryland sea difícil, sobre todo cuando vecinos mejor gobernados como Virginia, Pensilvania y Delaware están a un corto trayecto en auto.
Es evidente que hay mucho para reparar tanto en la propia Baltimore como en el estado en su conjunto. Ya hemos visto algunas mejoras, el presupuesto de este año arregla la mayor parte del déficit fiscal. Después de años de crecimiento del gasto público, parece que los legisladores entienden que deben justificarlo.
Dicho esto, Baltimore posee algunos de los impuestos más altos a la propiedad en toda la región, desalentando la posesión de propiedades en la ciudad y con ello reduciendo la cohesión de la comunidad.
En cuanto a las regulaciones, una comisión bipartidaria emitió recomendaciones para solucionar los problemas que presenta el ambiente regulatorio del estado. Este es un buen primer paso, pero la mayoría de las recomendaciones eran débiles. Es necesario que haya una evaluación real de todas las reglas y regulaciones estatales, y la eliminación de aquellas que sean contraproducentes.
Otro ámbito que necesita mejorar es la creación de empresas. Es necesario que, por lo menos, el estado y sus ciudades eliminen muchos de los permisos y licencias que las empresas deben obtener para comenzar a funcionar. Las “leyes de la alimentación Cottage” que rigen la producción de alimentos a pequeña escala está entre las más estrictas y onerosas de la nación y deben ser reformadas.
El salario mínimo en Maryland también es superior a la media nacional. Todo esto significa que iniciar un negocio es caro y muchas veces una pesadilla burocrática.
Y luego están las reglas sobre la zonificación y uso de la tierra, que hacen costoso y difícil para los desarrolladores el reconstruir viviendas en el estado. La ley de “vivienda inclusiva” de Baltimore, por ejemplo, obliga a los desarrolladores a subvencionar la renta de algunos individuos al ordenar que una porción de la construcción tiene que tener una renta baja para sus inquilinos.
Todas estas medidas dificultan la reurbanización de la ciudad, una reconstrucción que podría hacer de Baltimore una ciudad más vibrante de lo que ha sido en décadas pasadas. Un buen primer paso sería hacer más eficiente el proceso de zonificación como lo hicieron Devens, Massachussetts, cuyo modelo de zonificación es ampliamente considerado como óptimo y funcional.
Y luego están los sindicatos, los elefantes en la habitación. Los sindicatos, en especial los de empleados públicos, tienen un gran peso en la política del estado. De hecho, han tenido éxito en frustrar todos los intentos de introducir la rendición de cuentas a sus empleados, incluso en sus niveles más básicos.
Esto ha permitido que malos profesores se apoderen de las aulas en la ciudad, comprometiendo la educación de las futuras generaciones. Es lo que ha permitido a la policía maltratar regularmente a sus ciudadanos sin perder sus puestos de trabajo. Es lo que ha permitido que el estado acumule una larga lista de facturas pendientes por pago de pensiones, sin ningún plan para cancelarlas. El estado de Maryland y la ciudad de Baltimore ya no pueden darse el lujo de ignorar estos temas.
Cualquiera sea la razón de las protestas que sacudieron a Baltimore la semana pasada, está claro que las leyes de la ciudad y el estado de Maryland no funcionan, ya vimos los disturbios. La ciudad y el estado han estrangulado a la sociedad civil a través de una serie de normas, impuestos y regulaciones, que hacen que vivir y comenzar un negocio en el estado sean una pesadilla.
Los contribuyentes pagan cada vez más por los servicios públicos, que tienen un pésimo funcionamiento. Es hora de que las buenas reformas de Gobierno lleguen al estado de Maryland. Tanto el gobernador Larry Hogan como el alcalde de Baltimore, Stephanie Rawlings-Blake, han demostrado estar abiertos a estas reformas de sentido común en el pasado.
Esperemos que están dispuestos a asumir los riesgos políticos necesarios para que el estado y la ciudad alcancen una verdadera prosperidad, una que sea para todos.
Traducido por Mariano Puigvert. Editado por Adam Dubove.