EnglishSegún todas las encuestas serias y creíbles en Venezuela, que son al menos tres, la oposición tiene la mayor posibilidad de lograr una mayoría en la Asamblea Nacional este domingo, y los últimos sondeos, que fueron realizados hasta el 22 de noviembre (ha habido luego sondeos diarios, pero, por supuesto, son solo para los ojos de quiénes los pagan) señalan que la distancia que separa a las fuerzas democráticas del “chavismo” es tan amplia, que expresa una voluntad de cambio como no se veía desde 1998 en Venezuela: justamente, el año en el que sus ciudadanos, desencantados, dieron a Hugo Chávez la oportunidad de poner al país de cabeza.
En este momento, en virtud de la Ley de Procesos Electorales, no se pueden divulgar esas encuestas, pero sí se puede decir que todas han desechado ya, como un escenario, la victoria del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela; y pronostican un triunfo por avalancha de la coalición opositora, Mesa de la Unidad Democrática, a pesar de que los venezolanos han asistido, con creciente náusea, a una campaña en la que la oposición ha enfrentado a todo el poder del Estado; a propaganda de psicoterror aplicada desde el Gobierno (a los venezolanos se les remacha todo el día que la oposición les va a quitar las pensiones de vejez, las viviendas públicas y los empleos en el Estado); al uso, a veces incluso irrespetuoso, de la memoria de Hugo Chávez (“el 6 de Diciembre gana Chávez”, es el eslogan de la propaganda oficial) e incluso al desembozado fraude que representa una tarjeta, llamada MIN-Unidad, al lado de la de la MUD-Unidad, con los mismos colores y en algunos casos, hasta con los mismos nombres de candidatos.
¿Qué ha cambiado en los últimos dos años para que el movimiento que dejó el fallecido presidente haya pasado de ser la mayoría del país a una clara minoría? La respuesta puede encontrarse en otro sondeo que no tiene nada que ver con lo electoral, pero que lo condiciona. Es la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) 2015, que por segundo año consecutivo, y luego de una pausa de nueve años, han realizado las universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar (públicas) y Católica Andrés Bello (privada), sin duda, las tres casas de estudio más importantes de Caracas y el país.
El chavismo se construyó en base a algunos mitos sólidos: Uno de ellos era su preocupación por los más desposeídos, y el mejoramiento (financiado, sin duda, por la renta petrolera) de sus condiciones de vida. La Encovi de 2014 mostraba que la pobreza alcanzaba a 48% de la población, con lo cual, los niveles de vida por ingresos se remontaban a 1999, el año en el que Chávez tomó el poder; pero la de 2015 lleva esos porcentajes al nivel, nunca visto en el país suramericano, de 73% de los hogares y 76% de las personas; hoy, tres de cada cuatro venezolanos son pobres.
Pero, tras la caída de los precios del petróleo, no solo es la pobreza la que atenaza a los venezolanos, que ganan un sueldo mínimo de 11 dólares mensuales. La escasez es brutal, en alimentos y medicinas; la inflación de este año, según estimaciones privadas (no hay cifras oficiales) supera 300%; y los venezolanos padecen, además de pobreza, de unas condiciones generales de vida realmente deleznables. La desinversión del chavismo en las redes públicas de servicios mientras había una fiesta petrolera de escándalo ha hecho que hoy los ciudadanos tengan fallas constantes de electricidad, agua potable, vialidad y transporte público. Agréguenle a la mezcla la rampante corrupción y muestra de estilo de vida acaudalado de los principales líderes del chavismo: El coctel es explosivo.
Lo que viene en el futuro, y no se puede saber, es cómo va a administrar la oposición su triunfo, y lo va a hacer respetar
Según el último sondeo de Datanálisis, 92% de los venezolanos pensaban que la situación era “mala o muy mala”; en un país donde tres de cada cuatro son pobres, y nueve de cada diez piensan que la situación del país no es buena, es imposible que gane el Gobierno, que, además, ya no puede apelar a promesas, pues lleva casi 17 años en el poder. Para más, 82% de los venezolanos consideran incapaz a Nicolás Maduro, el sucesor de Hugo Chávez, de remediar la situación; y desde ya, en medio de precios declinantes del petróleo, se estima que 2016 no será mejor que 2015, independientemente de quienes ganen en las elecciones del domingo.
Algunos, como Luis Vicente León, director de Datanálisis, consideran que el chavismo atraviesa un bache; lo hacen sustentados por el hecho de que a casi tres años de su desaparición de la vida pública (su última aparición como presidente venezolano fue el 8 de diciembre de 2012) es apreciado por 58% de los venezolanos, en comparación con solo 16% de aprobación para Maduro.
Otros, como el politólogo Luis Salamanca, no lo consideran así: Señala este profesor universitario que Chávez “es una imagen congelada en el tiempo”, y que el país se está deslindando del presidente que ganó todas sus elecciones, que fue inmensamente popular pese a todos sus desmanes, y que murió antes de que la responsabilidad del desastre que engendró lo alcanzara.
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¿Qué va a pasar el domingo? Las cartas, según todos los sondeos, están echadas. No se sabe si Maduro cumplirá sus amenazas de desconocer los resultados, que ha hecho en forma casi diaria durante las últimas semanas. El sistema electoral venezolano, aunque institucionalmente fraudulento, es robusto el día de la elección, indica Salamanca y concuerdan todos los expertos; y así como la mayoría de los venezolanos respaldan a la oposición, la mayoría también piensan que va a ganar. Esto eleva el costo de un fraude desembozado desde el Gobierno.
Y lo que viene en el futuro, y no se puede saber, es cómo va a administrar (y a hacer respetar) la oposición su inminente triunfo. Cómo negociará con un Gobierno herido, y desesperado, a partir del 7D, y cuál será el orden de sus exigencias. ¿Primero la libertad de los presos políticos o el ajuste económico? ¿Exigirá un referendo revocatorio o será conciliador? ¿Tendrá que luchar por ser reconocido o el Gobierno de Maduro cederá?
Todas estas preguntas están a 72 horas de ser respondidas.