En la captura del poder total, Evo Morales ha seguido, sin duda, el libreto con el que el fallecido presidente venezolano, Hugo Chávez, convirtió a uno de los países más ricos de América Latina en un erial.
Morales está a punto de dar el paso definitivo, el que le garantiza el poder para siempre, aunque a diferencia de Chávez (quien en 2009 logró, mediante una enmienda aprobada en referendo, la posibilidad de gobernar indefinidamente) el presidente boliviano ha cubierto este paso con la púdica hoja de parra de una reelección más, aunque en realidad esa reelección, trucos mediante, se convierte en dos reelecciones.
También a diferencia de Chávez, Morales ha sustituido el socialismo puro y duro por el capitalismo de amigotes. Esto le ha permitido ciertos éxitos económicos donde el fallecido mandatario venezolano dio en duro, a pesar del aluvión de precios petroleros que vivió durante buena parte de su mandato de 14 años, interrumpido por su muerte en 2013, cuando había ganado las elecciones para gobernar otros seis años, logro que no solo le costó la vida, sino que le costó a Venezuela la ruina, porque ese año, según Ricardo Hausmann y Miguel Ángel Santos, gastó como si el barril de petróleo estuviera a 197 dólares.
Evo también tiene petróleo, pero menos que Chávez; los altos precios de las materias primas le han permitido, sin embargo, llevar cierta bonanza a su país.
Como Chávez, Morales se garantizó la posibilidad de gobernar reformando la Constitución, cooptando el Tribunal Supremo de Justicia, usando el Estado como mecanismo para otorgar premios o castigos a la lealtad o deslealtad, y dividiendo a la oposición mediante prebendas o persecución.
Si gana (y es probable que gane, porque la oposición permanece desunida, y no hay líderes a la vista que le disputen la posibilidad de la victoria), Evo tendrá el poder total que tanto ha deseado. Y a diferencia de Chávez (aunque nada es tan seguro como la muerte), Evo no tiene el fantasma de la desaparición física enfrente.
En momentos en que el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, se defiende con fuerzas cada vez más desfallecientes de que le revoquen el mandato, y su renuncia se discute cotidianamente, luego de perder unas elecciones clave, gracias, justamente, a la unión opositora; en que el Partido de los Trabajadores en Brasil está cuestionado y Dilma Rousseff también está a un paso del impeachment; en el que hasta Rafael Correa, en Ecuador, enfrenta un panorama cada vez más incierto por la caída de los precios del petróleo, Evo Morales tiene el chance de convertirse en el líder absoluto del Socialismo del Siglo XXI.
De hecho, pareciera dar como seguro ese rol. Está creando una “Escuela Militar Antiimperialista”, en Bolivia, con militares cubanos y venezolanos. El líder cocalero que en algún momento fue estrella del movimiento antiglobalización puede convertirse en una referencia global, aunque, por supuesto, Bolivia, por recursos y ubicación geográfica, es una tribuna mucho menos potente que Venezuela para estos menesteres.
¿Y si pierde? Bueno, si pierde, como Maduro en Venezuela, y Cristina Kirchner en Argentina, comenzará a enfrentar serios problemas. Y casi con toda seguridad, su mandato se desvanecerá en 2019.
En un país en el que las dictaduras han sido endémicas, como lo es Bolivia, Evo Morales es una pésima noticia para la democracia que con tanto esfuerzo se levantó en el país a partir de la década de los 80.
En América Latina, jamás un presidente en ejercicio ha perdido una elección (la única excepción es el abierto fraude perpetrado por Alberto Fujimori en Perú en el 2000).
Esperemos lo mejor, pero preparémonos para lo peor.
Si Evo Morales gana la posibilidad de ser presidente hasta 2025, los demócratas del continente, y el mundo, deberíamos denunciar sus esfuerzos continuistas. No en vano el nombre de Bolivia viene de otro venezolano, Simón Bolívar, quien afirmaba que:
Nada es tan peligroso como dejar permanecer a un ciudadano por largo tiempo en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerlo, y él a mandar, de donde surgen la opresión y la tiranía.