Las elecciones en México están a la vuelta de la esquina. El próximo 5 de junio se elegirán gobernadores de 12 de los 32 estados del país, ademas de 1.000 alcaldes y 400 diputados. El evento democrático toma especial relevancia debido a que a partir de sus resultados, seguramente se definirán los perfiles y estrategias de los diversos partidos y grupos políticos con miras a las elecciones presidenciales de 2018.
A tan solo unos días de las elecciones, todo parece indicar que el Partido Revolucionario Institucional (PRI), de centro izquierda, será otra vez el gran vencedor, teniendo amplias posibilidades de ganar en 7 de los 12 estados en disputa.
- Lea más: Guerra sucia protagoniza campañas electorales en México
- Lea más: México: Presidente promulgará ley de Zonas Económicas Especiales
Por su parte, el Partido Acción Nacional (PAN), más de derecha, aparece como puntero en 4 estados, mientras que el PRD, de izquierda, en uno solo.
La gran decepción es que los candidatos independientes, que a pesar de las grandes expectativas, nunca pudieron despegar realmente en el ideario ciudadano y mucho menos en las encuestas.
Las curiosas alianzas del PAN y PRD en algunos estados con el fin de derrotar al PRI, parece que tampoco serán efectivas con excepción del caso de Veracruz, donde la mala imagen del actual gobernador y la inseguridad que se vive día a día han dejado en una posición muy endeble al partido gobernante.
Ya en materia de alianzas “curiosas”, ninguna como las que se presentan en Oaxaca y Veracruz entre el PRI y MORENA. Morena y líder personalista, Andrés Manuel López Obrador, han puesto en evidencia cómo su postura antioficialismo y antisistema no es más que un discurso muy endeble, que a la más mínima oportunidad de obtener beneficios políticos puede cambiar su dirección dando un giro de 180 grados, en este caso, aliándose con sus eternos enemigos.
Mientras la guerra sucia que forma parte de las campañas políticas acapara las primeras planas de los diarios mexicanos, lo verdaderamente preocupante es la ausencia de propuestas y de un diálogo democrático de altura.
Los mexicanos, en general, seguimos definiendo por quién votaremos en base a simpatías por personajes carismáticos, a gorras y playeras baratas que recibimos como obsequios, a tradiciones familiares que nos hacen inclinarnos más a los colores de un partido o de otro y/o a promesas de campaña que, supuestamente, nos beneficiarían pero que son irrealizables.
En términos generales, podemos afirmar que las propuestas juegan un papel muy secundario y temas mucho más trascendentales como la defensa de las libertades o la no intervención económica por parte de carteles como lo son los sindicatos o grupos de poder político, no figuran para nada en la agenda de los candidatos.
Preocupa también cómo las escasas propuestas que existen prácticamente no varían de un partido a otro. Sin importar si sus estatutos e ideologías en general marcan una u otra tendencia política, los partidos siguen ofreciendo lo que ya comprobaron que resulta más rentable en términos electorales, y continúan hablando de aquello: “cosas gratis”.
Educación, salud, despensas, permisos, servicios públicos, concesiones, apoyos a madres solteras y a emprendedores, terrenos, negocios, transporte; todo gratis. Es lo que la gente quiere y es lo que los políticos ofrecen para ganar, sin importar la inviabilidad ni la alta carga de impuestos, demagogia y populismo en la que deriven. PRI, PAN, PRD, MORENA o el que sea, en realidad no hay diferencia significativa. Las soluciones estatistas son su mejor y única carta de presentación.
¿Y el proceso electoral norteamericano?
Mientras esto sucede en México, es imposible no contrastarlo con lo que se vive en el proceso electoral para la presidencia de Estados Unidos, donde Hillary Clinton llega con muchas dudas sobre su integridad y propuestas intervencionistas fortalecidas por escándalos mediáticos y de corrupción, mientras que Trump, por su parte, representa el típico ejemplo de lo peligroso que puede resultar que los grandes empresarios formen carteles con los grandes poderes políticos.
En este entorno de crisis política y falta de liderazgos en los Estados Unidos, está tomando fuerza una tercera opción que, aunque ya existía, hoy toma más relevancia que nunca: el Partido Libertario. Después de una interesante batalla argumentativa entre candidatos tan atípicos como el joven Austin Petersen o el excéntrico John McAfee, la asamblea general de dicho partido optó por la carta que más opciones de competir representa: el exgobernador de Nuevo México, Gary Johnson.
- Lea más: El libertario Gary Johnson puede ser la última esperanza en Estados Unidos
- Lea más: Efecto Trump: número récord de latinos busca votar en Estados Unidos
Johnson comienza a figurar en las encuestas con un discurso que enaltece conceptos como la libertad individual como eje rector de convivencia, la competencia como motor de las sociedades y el papel del empresario como el camino hacia el desarrollo. Su perfil surge como un aspirante serio a la presidencia, entre otras cosas, porque lo hace en una sociedad que tiene más conciencia sobre la importancia de la libertad en su día a día.
Mientras tanto, en México tenemos mucho que aprender cuando se trata de abogar por nuestras libertades, pareciera ser que todavía nos resistimos a hacernos responsables de nuestras propias decisiones y de la construcción de nuestros destinos.
Cambiar el clima de ideas, dejar de satanizar la figura del empresario, promover políticas sociales y monetarias responsables y dejar de confiar en el Gobierno como proveedor, son algunos pasos que tenemos que empezar a dar como sociedad. Después vendrán los partidos libertarios y los “Gary Johnsons”.
Por lo pronto, toca salir a votar el 5 de junio por lo mucho o poco que se nos ofrezca de libertades y por un cambio en la cultura política de nuestro país. Es hora de entender que mientras sigamos queriendo un Estado benefactor que nos trate como niños, eso es lo que seguiremos obteniendo y a un altísimo costo.
Atrevámonos pues a dar el primer paso, tomemos las riendas de nuestro progreso y apostemos por la libertad y la responsabilidad como medio de desarrollo. Sólo entonces podremos elevar la calidad de propuestas y el nivel de discusión tanto social como económica en nuestro país.