El efecto cobra es un fenómeno que se presenta cuando una política implementada da por resultado situaciones no deseadas o no buscadas y, en el más extremo de sus casos, termina por tener el efecto contrario.
Un caso famoso es la escalofriante historia de los huérfanos de Duplessis. Entre 1945 y 1960, el Gobierno federal de Canadá otorgaba incentivos a aquellos orfanatos y hospitales psiquiátricos por cada huérfano y paciente que atendieran.
La cantidad de “pacientes” fantasmas y niños sanos internados alegando enfermedades ficticias, llegó a cantidades exorbitantes con tal de acceder a las recompensas gubernamentales.
Aunque dicha acción gubernamental pretendía premiar el altruismo y la buena voluntad de los centros de atención, en realidad terminó por convertirlos en negocios ampliamente rentables y propensos a la simulación y afectando la vida de miles de niños por el maltrato físico y psicológico del que fueron víctimas.
Durante la colonia francesa en Vietnam, los colonizadores notaron que las ratas se estaban volviendo plaga y por tanto un problema de salud pública. Su solución fue otorgar recompensas a todos aquellos que entregaran colas de dichos animales como prueba de su previa caza. La política parecía sensata; incentivar su caza terminaría por acabar con las ratas en Hanoi.
Grande fue la sorpresa de los colonizadores al observar que la población de ratas no sólo no disminuía, sino que ahora abundaban las ratas sin cola andando por la ciudad. Los ciudadanos habían encontrado la forma de darle la vuelta y sacar provecho a la supuesta política de sanidad.
Como último ejemplo histórico tenemos al Gobierno de la colonia británica que, impresionado por la cantidad de serpientes venenosas que habitaban Delhi, decidió tomar una medida que parecía lógica: incentivar la caza de serpientes otorgando recompensas económicas a aquellos ciudadanos que entregaran cadáveres de dichos reptiles.
Al principio parecía haber sido una buena política y la población de serpientes disminuía de manera drástica, hasta que un grupo de ciudadanos emprendedores descubrieron una nueva forma de hacer negocio: establecer criaderos de serpientes/recompensas.
En este caso, la supuesta solución terminó agravando el problema, ya que una vez descubierto el negocio y habiendo suspendido la política de recompensas en consecuencia, el Gobierno británico y la sociedad de Delhi enfrentaron una sobrepoblación aún mayor gracias a la liberación de dichos criaderos.
De esta última anécdota surge el término “efecto cobra”.
Hoy en México y América Latina en general, podemos identificar fácilmente muchos ejemplos de políticas con efecto cobra:
- La mayoría de los programas destinados a apoyar al emprendedurismo mediante el otorgamiento de capitales económicos a aquellas personas que tengan una buena idea pero que no cuenten con los medios para llevarlas a cabo, terminan por no dar los resultados esperados. Dichos apoyos tienden a acabar en manos de conocidos de los funcionarios, en muchos de los casos son invitados por ellos mismos como una forma de hacer negocio. La gente que aspira a dichos recursos, lejos de volverse emprendedores y buscar maneras de mantener sus negocios con vida, se convierten en vividores del Estado, especialistas en gestionar y obtener recursos estatales. Lejos de fomentar el emprendedurismo se termina por fomentar la dependencia estatal.
- El “no circula” es una política establecida en varias de las ciudades más importantes del mundo, entre ellas la ciudad de México. Su lógica es muy sencilla: prohibir la circulación de ciertos vehículos en ciertos días disminuiría la carga de vehículos y con ello la contaminación ambiental. El resultado real es gente quebrando la ley, policías con más razones para corromperse y sobre todo un aumento significativo en la carga de vehículos, ya que muchas personas optaron por adquirir un vehículo extra que sí pueda circular los días en que originalmente no lo tenían permitido.
- Los apoyos económicos recurrentes a personas con escasos recursos; teóricamente, estos apoyos permiten a personas en situación económica muy limitada, tener un nivel de vida digno: alimentación, vestimenta y otros artículos básicos en cantidades suficientes para que puedan entonces ocuparse en obtener satisfacciones de otro nivel y así progresar en la escala socio-económica. En muchos casos, el resultado es que las personas se conforman con lo que reciben del Gobierno y evitan progresar porque dejarían de recibir dichos apoyos.
- El impuesto a las bebidas azucaradas es el último y quizá el más ilustrativo de todos. Alegando una supuesta necesidad de regular su consumo, nuestros legisladores decidieron aumentar su costo artificialmente a través de impuestos basándose en el supuesto de que de esta forma disminuiría su consumo. En realidad, al igual que lo ocurrido con los cigarros, dichos impuestos sólo han servido para engordar las arcas estatales y hacer aún más apretada la situación económica de las familias mexicanas. Se olvidan de que para ser efectivos en este tipo de tareas, es necesario apelar a la razón y a la educación y no a la coerción.
La solución a cualquier problema nunca será la creación de nuevas leyes o decretos. Aunque pudieran parecer medidas bien intencionadas en un principio, la verdadera solución es quitar leyes, dejar que los individuos decidan y el propio mercado sea quien regule las soluciones. Las leyes y decretos están destinadas al fracaso y a romperse cuando van en contra de la voluntad de los individuos y su libertad de elección.
La falta de entendimiento de este sencillo concepto está guiando a miles de políticos populistas alrededor del mundo a ser constantes generadores de leyes y los primeros patrocinadores del “efecto cobra” en el mundo moderno, aumentando significativamente así nuestro riesgo a ser envenenados por las cobras del estatismo, la corrupción y la dependencia gubernamental.