En noviembre de 2014 la nota nacional fue la afamada “Casa Blanca” del presidente Enrique Peña Nieto. Esto fue, quizá solo después del terrible caso de Ayotzinapa, el caso mediático con mayor impacto en la desgastada imagen del actual presidente de México.
No había forma sensata de explicar cómo la misma compañía que en ese momento estaba participando en la obra de infraestructura más importante del sexenio y que además proveyó a EPN de aviones privados durante su campaña presidencial, fuera la misma que aparecía como dueña del inmueble donde habitaba la familia presidencial.
Ha pasado más de año y medio desde entonces, el caso sigue sin tener una explicación creíble y como todo en política, el asunto de la Casa Blanca quedó por completo en la impunidad y no representó más que un duro golpe a la imagen y la credibilidad del presidente. Sin embargo, el día de ayer en el marco de la promulgación de las leyes del sistema nacional anticorrupción EPN por fin declaró al respecto:
“ (Lo sucedido con la Casa Blanca) me reafirmó que los servidores públicos, además de ser responsables de actuar conforme a derecho y con total integridad, también somos responsables de la percepción que generamos con lo que hacemos, y en esto reconozco que cometí un error. No obstante que me conduje conforme a la ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el Gobierno. En carne propia sentí la irritación de los mexicanos. La entiendo perfectamente. Por eso, con toda humildad les pido perdón”.
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Esta tardía declaración viene en un momento en el que el sistema anticorrupción es el tema de moda en la política nacional y el presidente no se podía quedar fuera: necesita desesperadamente reivindicar su imagen y la de su partido con miras a las elecciones del 2018.
La polémica disculpa viene acompañada de un mensaje oficial de la Presidencia en el que se asegura que la compra de la casa por parte de la primera dama a grupo HIGA se canceló desde hace más de un año.
Un presidente de la nación pidiéndole perdón a sus gobernados no es un tema menor y es una buena oportunidad para hacer una serie de reflexiones y aclaraciones al respecto:
- Dicha declaración llega muy tarde; EPN debió dar la cara y explicar lo sucedido en el momento en que todo salió a la luz. Hacerlo con un año y medio de desfase es el primer indicio de que las cosas no fueron tan transparentes como se pretende hoy en día.
- Un “perdón” no soluciona nada. Sin embargo, es digno de reconocerse en un país donde la estrategia más común es dar carpetazo a este tipo de asuntos y silenciar a los medios disidentes. Lo hecho por el presidente es, aunque sea medianamente, un acierto.
- Aunque suene utópico, en un país con un estado de derecho más consolidado y una sociedad más exigente y participativa que la nuestra, este tipo de declaraciones suelen venir acompañadas de la renuncia del mandatario en cuestión.
- Es notable que el presidente alegue en su defensa que siempre actuó conforme a la ley y que el problema es solamente de percepción ciudadana. Nuevamente nos deja a los ciudadanos como un montón de ingenuos.
EPN no aceptó ningún error y eso es preocupante. ¿Espera que los mexicanos desechemos por completo la idea de tráfico de influencias, corrupción y conflicto de intereses con sus declaraciones? ¿De verdad espera que compremos la historia de que una de las mayores contratistas del gobierno federal haya construido una casa a su gusto por 87 millones de pesos sin esperar nada a cambio?
Tal vez no se rompió ninguna ley. Sin embargo, sí se rompió la confianza ciudadana y la lógica del sentido común con toda esta situación.
Por otra parte es digno de celebrarse que los tiempos hayan cambiado, antes estas historias eran el pan de cada día y los ciudadanos ni nos enterábamos. Hoy gracias a la tecnología, un aumento en la libertad de expresión y a un mayor involucramiento ciudadano, al menos son noticia nacional. Queda en nuestras manos generar las condiciones para que estas situaciones sean menos frecuentes y las consecuencias más contundentes para aquellos que caigan en ellas.
Es muy pronto aún para emitir una opinión o un diagnóstico sobre el nuevo sistema anticorrupción. Por ahora creo que dichas iniciativas representan un avance significativo en la materia, pero para combatir el problema de raíz tenemos que entender que la verdadera causa de la corrupción es el excesivo tamaño y poder que tiene el Estado en México.
Mientras sigamos exigiendo más cosas “gratis” y servicios gubernamentales, mayor será el presupuesto y el poder que los funcionarios públicos manejen y por tanto, la impunidad de la que gozan será más difícil de combatir.
Ninguna ley ni sistema anticorrupción podrá combatir eficientemente el problema, mientras no se destruyan los incentivos para actuar de manera ilegal. El único camino es el empoderamiento de los individuos y de la sociedad civil acompañada de una significativa reducción del aparato estatal.
Todo lo demás, no es más que un show político y mediático y como diría EPN, “una cuestión de percepción”.
EPN: Tú también perdónanos por ser tan malpensados, ya nuestra historia nos ha enseñado que los políticos no son de fiar. Ya lo dice bien un viejo adagio mexicano que toma mucho más sentido cuando de política se trata: “piensa mal y acertarás”.