EnglishAmérica Latina ha venido experimentando cada vez más una ola de victorias electorales que están, sin duda, empujándola hacia el colectivismo y alejándola del capitalismo de libre mercado. Este fenómeno tiene rasgos particulares de los que uno tiene que ser consciente a fin de comprender sus causas, y hay que tener en cuenta tanto la historia reciente como acontecimientos que se remontan al siglo pasado.
Hay cuatro tácticas específicas que contribuyen a explicar por qué los colectivistas, en particular los que conforman el movimiento del “Socialismo del Siglo XXI” y la Alianza Bolivariana, han logrado el predominio que tienen actualmente en la región:
- El que sus militantes se enfocan en ganar batallas paso a paso, incrementalmente, en lugar de tratar de ganar la “guerra” global de un solo golpe.
- Los marxistas se han rebautizado a sí mismos como progresistas en lugar de radicales y se han resignado a aceptar un aumento progresivo del estado de mano de sus aliados.
- Ven a cada país como un campo de batalla; cada victoria electoral es importante para el movimiento.
- Nunca desperdician una buena crisis.
Dicho esto, es hora de entender cómo podemos salvar al capitalismo haciendo uso de estas tácticas.
¿Por qué es importante centrarse en ganar batallas en lugar de ganar la guerra de inmediato? La agenda política del movimiento de la libertad es la de limitar al gobierno, pero para que los éxitos duren, esto tiene que ser hecho de una manera gradual y con la aprobación popular. Al reconocer esta realidad desafiante, es obvio que los esfuerzos por establecer la libertad no necesariamente tienen que consistir en implementar un “cambio violento” hacia nuestro modelo ideal.
Cualquier reforma que limite al Estado, por tanto, es positiva, mientras que cualquier reforma que aumente al Estado es negativa. Teniendo en cuenta que el statu quo es predominantemente estatista, hay mucho camino que recorrer, tal como lo ilustró Nikita Jruschov: “No podemos esperar que el pueblo estadounidense salte del capitalismo al comunismo, pero podemos ayudar a sus líderes electos a darles pequeñas dosis de socialismo, hasta que se despierten un día y descubran que viven en comunismo”.
La importancia de esta cita radica en el hecho de que a menos que las sociedades se enfrenten a una crisis (social, económica y/o política), sus miembros tendrán una tendencia a rechazar cualquier cambio radical. Por lo tanto, tal como lo sugiere la cita, sólo al ganar batalla por batalla la sociedad abrazará a la victoria general de la guerra como parte de un cambio no intimidante. Como puede apreciarse, los colectivistas de diversas tendencias han entendido esto muy bien. También resulta evidente que el segundo aspecto de ser percibido como progresista y no como radical, es la razón por la cual la izquierda en tiempos de paz y prosperidad sigue siendo capaz de ganar en el terreno político.
La razón por la que estoy empleando el término colectivista —a menudo conocidos como izquierdistas— es porque han tenido una serie de fachadas a lo largo de la historia moderna, como la de “liberales” en los Estados Unidos. Estos pueden ser incluidos dentro de dicho término, en contraste con el individualismo del capitalismo. León Trotsky , uno de los más radicales de los colectivistas marxistas, una vez dijo: “Es la tarea de los soviéticos regenerados colaborar con la revolución mundial y la construcción de una sociedad socialista”.
Y esto plantea la importancia que ha tenido para los colectivistas el aspecto internacional. En América Latina, por ejemplo, el infame Foro de San Pablo ha propuesto una receta para cambiar a un país a la “izquierda”. Curiosamente, en este frente se han unido a los trotskistas y a los patrocinadores del Socialismo del Siglo XXI. Entienden que sólo una fraternidad regional de agentes políticos estatistas avanzará efectivamente en esa causa, sea con un énfasis socialista a secas o con un enfoque más moderado, en función de la realidad de cada país en cuestión.
Por desgracia, con la única excepción de los académicos, nuestros diversos movimientos de la libertad no han podido hacer lo mismo con éxito, al menos en América Latina. (EsLibertad ofrece buenas perspectivas para la próxima generación).
Uno puede asumir con seguridad que los colectivistas son conscientes del avance gradual hacia el socialismo, dando pasitos pequeños en tiempos de paz y prosperidad. Sin embargo, éste no es el caso en tiempos de crisis. Tal como lo expresó el alcalde de Chicago Rahm Emanuel, un exempleado de la administración Obama, “Nunca desperdicies una buena crisis”.
Los colectivistas han empleado con éxito la Gran Depresión y la reciente crisis financiera para la expansión del gobierno a través de los “estímulos” y la “creación de empleo”. Tal como rezan las palabras atribuidas a Franklin D. Roosevelt: “pero mientras parlotean sobre las leyes económica, los hombres y las mujeres se mueren de hambre. Debemos echar mano del hecho de que las leyes económicas no son hechas por la naturaleza. Están hechas por los seres humanos”.
Este es el rasgo fundamental de los populistas; en tiempos de crisis, pareciera que los miembros de la sociedad no tienen tiempo para usar el pensamiento racional, como el que caracteriza al campo de la economía. La gente queda abierta a cambios radicales, y no es sorprendente que esta actitud hay permitido a Roosevelt la implementación de su infame New Deal.
Los últimos tiempos han avivado la proclama superficial de que el capitalismo finalmente ha resultado ser un fracaso, dada la gran recesión que comenzó en 2008. Durante este período, la agenda colectivista se ha radicalizado considerablemente, y han comenzado a cosechar victorias electorales. Nunca permiten que una buena crisis se desperdicie.
Entonces, ¿cómo se puede salvar el capitalismo? Entendiendo la manera de actuar de los colectivistas y estatistas que han tenido éxito contra nosotros. Centrarse en ganar las batallas políticas una por una; representar los ideales capitalistas como los objetivos finales, pero no inmediatos, sobre todo si la población de un país determinado ve a la libertad individual como demasiado radical o extranjera; ser internacional en la arena política y formar alianzas en pos de la libertad; si los colectivistas están en el poder y no hay signos de crisis, aceptar que el camino hacia el capitalismo se recorrerá dando pasos pequeños; y, por último, nunca dejar que una buena crisis se desperdicie.