EnglishEl 28 de abril PanAm Post publicó una nota sobre un desertor cubano del Ministerio del Interior, cuyo supuesto nombre es Ortelio Abrahantes Bacallao.
Después de una breve detención en Nassau (Bahamas), este exagente reaparece como refugiado en la República de Eslovaquia, desde donde insiste que los mártires del castrismo Oswaldo Payá y Harold Cepero sufrieron un “supuesto aparatoso accidente” provocado por la Seguridad del Estado cubana, el domingo 22 de julio en que ambos fueron ejecutados. Abrahantes Bacallao alega tener pruebas del crimen y pide a la familia de Payá que lo contacte.
Pero ocurre que esas pruebas existen desde el instante mismo del doble asesinato. Hay mensajes de texto enviados por los testigos presenciales Jens Aron Modig y Ángel Carromero, instantes después del atentado. Si este ex-agente posee algún documento de fuerza legal, que vaya a los tribunales con su propia versión, pero que no manipule el dolor de una familia cubana, ni pretenda correr rumores de esperanza en una justicia que aún no llegará. Mucho menos que quiera hacer creíble que la culpa la tuvieron algunos de sus excolegas a los que, digamos, se les fue la mano en la operación de acoso a Cepero y Payá, y los mataron sin previa intención ordenada desde los más altos niveles del gobierno de La Habana.
Para empezar, nunca hubo tal accidente. El carro Hyundai de alquiler en que viajaban las víctimas apenas sufrió daños, más allá del rasguño del golpe trasero para sacarlo de la carretera con una maniobra PIT. Todas las fotos del auto azul hecho trizas son falsas (o hicieron trizas después al carro, al que ningún perito pudo acceder). Ninguno de los cuatro pasajeros sufrió daños mayores, excepto cuando varios agentes del Ministerio del Interior, aparecidos de en medio de la nada, golpearon en el cráneo al español Ángel Carromero y se lo llevaron en una camioneta tipo van. También se llevaron a Aron Modig. Atrás quedaron Cepero y Payá. Horas después, los dos cubanos eran cadáveres violentados.
El periodista Fernando Ravsberg, que, contrario a la familia Payá, sí fue autorizado a asistir al juicio de Ángel Carromero en Bayamo (5 de octubre 2012), reportó que un médico forense “describió y mostró fotos del estado en que quedó el líder disidente Oswaldo Payá: cráneo dividido en 5 partes, casi decapitado, el corazón atravesado y los riñones convertidos en “papilla””. Es cruel que a la familia de Payá las autoridades castristas ni siquiera le hayan entregado un reporte de autopsia.
A Oswaldo Payá lo mataron con impunidad, acaso después de juzgarlo sumarísimamente. Se desconoce el sitio exacto del crimen
Por lo demás, existe el testimonio publicado por Carromero: “Muerte Bajo Sospecha” (Anaya, 2014). Por su parte, el sueco Aron Modig aún pretende no recordar nada, pero tampoco ha puesto en duda la versión del español.
A Oswaldo Payá lo mataron con impunidad, acaso después de juzgarlo sumarísimamente (y tal vez hasta de filmar toda la operación). Se desconoce el sitio exacto del crimen. El supuesto árbol del choque es otra falacia para despistar. Harold Cepero, al parecer, llegó en pésimo estado de conciencia al hospital. Jamás le dejaron tener contacto con otro ser humano, ni siquiera con un médico. Allí también lo remataron o lo dejaron morir, en un cubículo tomado por militares.
La familia de Payá nunca acusó a los dos extranjeros de nada. Sin embargo, en ningún momento les permitieron verlos mientras ambos extranjeros estuvieron en Cuba.
Me temo que Ortelio Abrahantes Bacallao sale ahora de Cuba enviado para remodelar la versión del Gobierno cubano, en un intento de desestimar los cargos de crimen de lesa humanidad, pues por el principio de la imprescriptibilidad de dichos crímenes, tarde o temprano podrían ser juzgados los descendientes cómplices de los Castros que después de 2018 se quedarán en Cuba con todo el poder.
El Ministerio del Interior castrista es una maquinaria mortal de crear escenarios. Nada ni nadie que venga de ese Ministerio del Interior, mucho menos sus desertores, cuentan ante el pueblo cubano ni siquiera con una pizca de credibilidad.