EnglishSi Canadá quiere prevenir un apocalipsis medioambiental, debería seguir el ejemplo de un Estado comunista que constantemente se muestra incapaz de responder las necesidades más básicas de los ciudadanos, como conseguir pasta dental y papel higiénico.
Así piensa David Suzuki, científico canadiense devenido en luchador por el medio ambiente, que encuentra en Cuba un modelo de sustentabilidad.
Esta semana, Suzuki invitó al publico a votar si su recientemente publicado Carbon Manifesto (“Manifiesto del Carbono”) es un acto de traición o si, como él sostiene, constituye un testimonio adecuado de la “ceguera voluntaria” escogida por el gobierno, las corporaciones y la mayoría de los canadienses (esencialmente, todos excepto el mismo Suzuki).
Como muchos de sus últimos proyectos, “The Trial of Suzuki” (“El juicio de Suzuki”) es algo exagerado. Como pequeña descripción del asunto, el “juicio” es una controvertida representación teatral en vivo, cuyo sponsor es la Fundación Cape Farewell, un grupo internacional de activistas por el medio ambiente que se adjudica el “ofrecer una respuesta cultural al cambio climático”.
Pero desde que el manifiesto de Suzuki asegura que hay una ceguera voluntaria en el tema — “errando la información sobre asuntos críticos” — es una ofensa, con lo cual parece apropiado que sus propias demandas sean sometidas a un escrutinio minucioso.
En el año 2003, Suzuki elogió a Cuba por haber “inventado” la agricultura urbana. Luego, en 2006, auspició “La Revolución accidental” (“The Accidental Revolution”), un documental de dos partes (ver trailers aquí y aquí) que celebra la desindustrialización de Cuba. El documental explica cómo la isla convirtió la adversidad en aclamación, desarrollando en su interior una agricultura orgánica local frente a la pérdida de sus benefactores económicos con el derrumbe del bloque soviético.
Con el correr de los años, el panorama cambia un poco – incluso para el ex Presidente de Cuba, Fidel Castro. Cuando un reportero le preguntó en 2010 si aún valía la pena exportar el modelo cubano, el envejecido revolucionario respondió: “El modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros”.
Esto no debería ser ninguna sorpresa. Como Pierre Desrochers y Hiroko Shimizu explican en “El Dilema del Locávoro” (“The Locavore’s Dilemma“) , el sistema alimentario mundial se desarrolló como una forma de diversificar los riesgos inherentes a la excesiva dependencia de la agricultura local.
Pero el sultán canadiense de la sustentabilidad no quiere ser derrotado.
Un mes después de que las declaraciones de Fidel fuera publicadas en The Atlantic (e inmediatamente recogidas por los principales periódicos de todo el mundo), David Suzuki reiteró su defensa del modelo cubano. Frente a una audiencia en la Universidad de Dalhousie en Halifax, Nueva Escocia, declaró: “Creo que tenemos que mirar a Cuba como un modelo de lo que hacemos”.
La declaración de Suzuki recibió inmediatos y enérgicos aplausos, lo cual es más que un poco desconcertante.
Al igual que otras universidades canadienses (por ejemplo, la Universidad de British Columbia, la Universidad de Alberta, la Universidad de Saskatchewan, la Universidad de Queen, y la Universidad McGill), Dalhousie ofrece cursos con créditos sobre Cuba, los cuales se central total o parcialmente en el desarrollo sostenible.
Uno esperaría que la exuberancia de Suzuki encuentre al menos un poco de cautela entre los estudiosos familiarizados con la isla. Después de todo, el aumento de la dependencia de Cuba de petróleo venezolano altamente subsidiado no es un secreto – y hasta la prensa norteamericana ha estado siguiendo los incendios, derrames y fallas de equipos sufrió la empresa estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), origen de un estimado de 110.000 barriles de petróleo al día que llegan a Cuba.
Pero, como mencioné antes, muchos académicos canadienses parecen resistirse a las críticas contra el régimen cubano.
Incluso si Cuba redujese su dependencia del petróleo venezolano, no sería de todas formas capaz de alcanzar las condiciones que Suzuki detalla en su manifiesto. Primero, para ser autosuficiente en la producción de petróleo, Cuba necesitaría explotar sus reservas de aguas profundas (Suzuki se niega a las perforaciones en aguas profundas). Segundo, los especialistas estiman que Cuba necesitaría producir más de 200.000 barriles de petróleo al día para alcanzar el mismo beneficio económico que obtiene actualmente gracias a los subsidios de Venezuela.
Como sucedía anteriormente con el bloque soviético, Cuba no solo recibe de Venezuela crédito petrolero a precios más bajos que los del mercado, sino que también recibe más petróleo de lo que necesita — el excedente se vende a precios de mercado para generar ingresos en divisas. Durante el año 2012, el petróleo se convirtió en la segunda mayor exportación de la isla, superando incluso los productos farmacéuticos.
Las declaraciones de Suzuki sobre la productividad del programa de agricultura sustentable de Cuba, son igualmente dudosas. Suzuki repitió en varias ocasiones (ver aquí y aquí) que las ciudades cubanas son autosuficientes – y con creces – en la producción de alimentos.
Y él no está solo.
Sarah Elton, principal locávoro de Canadá y autora favorita en la lista de la Fundación David Suzuki, asegura que el 65% de los alimentos en Cuba son producidos por los agricultores cubanos.
Mientras la agricultura a pequeña escala puede, de hecho, estar contribuyendo más a la producción nacional de algunos cultivos, la realidad es que el 80% de los alimentos disponibles para el consumo en Cuba son importados. Aún más, los estudios demostraron que Cuba es más dependiente de los alimentos importados hoy de lo que era antes de la revolución de 1959.
Lejos de ser un modelo a seguir por el mundo, Cuba está en aprietos.
Las observaciones de Raúl Castro (hermano de Fidel y sucesor designado en la isla), constituyen más pruebas de lo que está sucediendo en Cuba. Recientemente, se refirió a la ineficiencia en materia de agricultura y la dependencia de las importaciones como una amenaza a la seguridad nacional del país.
Para darle algo de crédito a Suzuki, él no está completamente equivocado sobre Cuba. En 2003, escribió que “enseñar agricultura sustentable a otros agricultores, investigadores, académicos y activistas de todo el mundo se transformó en una industria en crecimiento en Cuba”. En otras palabras, el régimen comunista cubano encontró una forma de promocionarse con personas que “son lo suficientemente ricas como para jugar a ser pobres.”
Si la fe en el modelo cubano constituye una ceguera voluntaria, las partes serán juzgadas en consecuencia.