EnglishEsta semana, un grupo de observadores electorales voluntarios de Canadá se unirá a cientos de otros observadores, pertenecientes a organizaciones tanto no gubernamentales como intergubernamentales, para monitorear las elecciones generales del 24 de noviembre en Honduras.
Durante las últimas dos décadas, los observadores independientes internacionales — alguna vez considerados una pérdida de soberanía estatal — se transformaron en una parte habitual del paisaje electoral en América Latina. Grupos del oficialismo y de la oposición por igual, se apresuran a sacar provecho de la legitimidad que supuestamente confiere el respaldo internacional.
A pesar de este entusiasmo por la observación electoral internacional, no hay mucha evidencia que demuestre que esta práctica mejora el desempeño electoral. Es más, algunos estudios sugieren que los observadores electorales pueden de hecho empeorar la situación o problemas existentes, al introducir agentes que llegan con sus propios incentivos organizacionales e institucionales.
Judith Kelley, Profesora de Ciencia Política en la Universidad de Duke y la principal investigadora del Proyecto de Observación Internacional Electoral (PIEM), dice que la idea de un observador electoral neutral es “un mito”.
La base de PIEM en Duke incluye 340 elecciones monitoreadas por 600 grupos de observación, desde 1984 a 2004. En al menos un tercio de esas elecciones, las recomendaciones de las instituciones de monitoreo eran inconsistentes: es decir que la misma elección fue aceptada abiertamente por algunos observadores, mientras que otros se negaron a respaldarla o argumentaron que las infracciones electorales hacían imposible de aceptar o rechazar los resultados de la elección con seguridad.
Kelley asegura que estas diferencias reflejan las predisposiciones de los observadores.
En su investigación, Kelley encontró que organizaciones intergubernamentales como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea, que han ambas firmado acuerdos de observación electoral con Honduras para las próximas elecciones, tienden a ser menos críticas del proceso electoral que las organizaciones no gubernamentales (ONGs).
Kelley declara que hay muchas razones que explican esta tendencia, incluyendo el hecho de que las organizaciones intergubernamentales tienen una base muy amplia, con lo cual tienden a incluir a Estados no democráticos. Estos Estados pueden tener incentivos para no señalar infracciones al proceso electoral con la esperanza de asegurar prácticas similares en el futuro.
La observación de Kelley es apropiada para América, donde los críticos advirtieron recientemente de la “toma” de la OEA por parte de los Estados que constituyen la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Mientras los miembros de ALBA, sobre todo Venezuela y Ecuador, intentan deslegitimizar reiteradamente a la OEA acusándola de ser una vulgar extensión de la política exterior de Estados Unidos, el archivo muestra que los representantes de la OEA con simpatías con el bloque ALBA tomaron decisiones extremadamente favorables a los miembros del ALBA.
Menos condicionadas por el funcionamiento del aparato estatal, las ONGs tienen tendencia a ser más críticas del proceso electoral, de acuerdo con Kelley. De todas formas, estos grupos pueden tener incentivos para señalar o no fallas en estos procesos de acuerdo a los intereses de sus donantes.
Dos asuntos de particular importancia complican aún más la observación electoral en Honduras, un país atravesado por altos niveles de violencia e inestabilidad política, especialmente luego del derrocamiento en 2009 del ex Presidente Manuel Zelaya:
- La investigación de Kelley revela que las chances de respaldar el proceso electoral son mayores en jurisdicciones donde el período previo a las elecciones es violento pero el día de la votación es tranquilo, sugiriendo que los observadores premian la estabilidad antes que la democracia.
- En los países donde se considera que existe un déficit democrático, Kelley asegura que los observadores pueden avalar una elección como una forma de reconocer mejoras en el proceso electoral, incluso si el mismo no cumple con los estándares internacionales.
La base de datos del PIEM incluye solo grupos de observación de alto nivel, sobre todo aquellos que han adherido a la Declaración de Principios para la Observación Electoral Internacional de Naciones Unidas. Por ejemplo, el Instituto Democrático Nacional, el Centro Carter, y el Instituto Internacional República, todas organizaciones que trabajaron en Honduras.
Además de estos observadores de alto nivel, surgió una nueva generación de militantes-observadores involucrados en la práctica. Mientras los adherentes a los principios de ONU sobre observación electoral formalmente se declaran imparciales y se encargan de evaluar el período previo a las elecciones, el día de los comicios y el período posterior, las delegaciones de militantes-observadores generalmente pasan menos tiempo en el país, raramente adhieren a las evaluaciones estandarizadas y los procedimientos de denuncia, y a menudo expresan una postura parcial explícita.
La delegación de Canadá en Honduras mencionada previamente, por ejemplo, está organizada por Common Frontiers, una organización que se declara contra el libre comercio y que es apoyada predominantemente por sindicatos, además de otros grupos ambientalistas, religiosos y de la sociedad civil.
En su campaña de reclutamiento de observadores, Common Frontiers declara que está respondiendo a un llamado de “solidaridad internacional”. Esa llamada viene del populista Partido Libertad y Refundación (LIBRE), fundado en 2012 por el destituido Zelaya y encabezado por su esposa, Xiomara Castro, candidata a la Presidencia de Honduras.
El punto de vista de Common Frontiers, que combina observación electoral con solidaridad internacional, es consistente con aquel que poseen los grupos de Estados Unidos que llevan a cabo actividades similares también en Honduras (por ejemplo, ver aquí, aquí, here, aquí, y aquí). De hecho, de acuerdo con LIBRE, al menos 280 grupos internacionales se harán presentes en el país como observadores electorales de ese partido en las próximas elecciones.
Irónicamente, mientras muchos de estos grupos se oponen a la injerencia extranjera en la economía de Honduras — consideremos la crítica de Common Frontiers al Acuerdo de Libre Comercio Canadá-Honduras — su propio rol como militantes-observadores en búsqueda de asegurar determinados resultados políticos, parece inmune a críticas de este estilo.
Hay preocupaciones razonables sobre la transparencia en Honduras, incluyendo la desacertada observación del fundador de LIBRE, Manuel Zelaya. En 2008, siendo Presidente, admitió frente a la prensa que el fraude es una actividad inherente a los partidos políticos, argumentando que “el que quiera participar en política y que piense que va jugar como que está en el Vaticano, mejor que se dedique a otra cosa”.
Lo que no es claro es si la observación internacional actuará frente a estas preocupaciones. Como máximo, los observadores pueden documentar la situación, pero no pueden actuar contra el status quo; como mínimo, amplifican y distorsionan problemas existentes.
Traducido por Sofía Ramirez Fionda.