English De momento, parece que las promesas de reforma de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos son parte de una gran puesta en escena. El texto del proyecto de ley que acaba de aprobar la Cámara de Representantes es un ejemplo perfecto de gatopardismo: Cambiar para que nada cambie.
En 2007 la NSA, una de las agencias de inteligencia más oscuras de Estados Unidos, lanzó el programa Prism, con el cual, mediante el acceso directo a los servidores de Google, Microsoft, Facebook y Yahoo —entre otros gigantes de Internet— recopiló —y lo sigue haciendo— miles de millones de correos electrónicos, chats, fotos, metadatos de llamadas telefónicas (tiempo, duración, número marcado) e información de redes sociales.
Hace casi un año, gracias a los documentos filtrados por Edward Snowden, salieron a la luz pruebas contundentes de Prism, comprobándose que se trataba de un programa de vigilancia masiva y recolección de datos encabezado por la NSA. Desde hace años, la agencia extiende sus tentáculos en las comunicaciones telefónicas e Internet, recolectando todo tipo de datos. Con la cooperación de agencias de inteligencia del Reino Unido, Australia, Alemania y Holanda, la NSA se convirtió en un riesgo para la privacidad global.
La extensión del monitoreo es todavía difícil de medir. Apenas una fracción de los miles de documentos filtrados por Snowden fueron publicados. Escuchas a líderes políticos de más de 40 países, recolección de metadatos de llamadas telefónicas, registros de localización obtenidos a través de los teléfonos celulares, la intercepción de servidores y routers y la instalación de dispositivos espía, revelan el alcance que tiene el sistema de vigilancia global.
La difusión de los documentos clasificados disparó un debate internacional. Las presiones ejercidas por legisladores y empresas tecnológicas lograron lanzar la discusión sobre la reforma de la NSA. Pero por supuesto, no todos los congresistas tenían en mente lo mismo.
El jueves pasado, quienes buscaban mantener el status quo obtuvieron su primera victoria al lograr aprobar el USA Freedom Act en la Cámara de Representantes. Si bien las organizaciones críticas de la NSA vieron en la redacción original del proyecto un primer paso, los cambios de último momento modificaron el lenguaje y las esperanzas de una reforma profunda.
La mayor parte de la polémica se desarrolló en torno a los “términos específicos de selección” [“specific selection terms”], el concepto a través del cual sería controlado y restringido el poder de vigilancia de la NSA. Si en el Senado se aprueba el texto sin modificaciones, la NSA sólo podría recurrir a la recolección de datos a través de “términos específicos de selección”, cuya definición en la versión original incluía a “personas, entidades y cuentas”. Pero el texto final expandió confusamente la definición a “direcciones y dispositivos”, diluyendo aun más el texto.
La actual reforma prevé la posibilidad de interceptar las comunicaciones provenientes de, o pertenecientes al “término de selección” (una persona, una dirección, una entidad, etc.), y además de todo aquéllo que contenga información relacionada con el término seleccionado. Así, se amplían las fronteras para invadir la privacidad de personas inocentes sin una orden judicial. Finalmente, la política de “tres saltos” [three hops] es limitada a dos, sin embargo, esta pequeña restricción no compensa el que los límites que se establecen sean difusos al punto de que no cumplen con la promesa de neutralizar la capacidad de la NSA para invadir la privacidad de las personas.
Otras de las críticas que despertó la legislación fue la eliminación de la cláusula que hubiese permitido la presencia de un defensor ante los tribunales creados por la Ley de Vigilancia a la Inteligencia Extranjera (FISA), una instancia que en los hechos funciona como un simple trámite burocrático para obtener una orden de espionaje. Se trata de un tribunal creado en 1978 al que acceden las agencias federales para obtener las órdenes que les permiten requerir información. Este proceso se lleva a cabo sólo con un representante del gobierno y sus sentencias no son públicas. De convertirse en ley el texto actual, tampoco habrá cambios en este sentido.
La reforma tampoco aborda ningún aspecto de la privacidad en el resto del mundo. El voto en la Cámara tuvo lugar la misma semana en la que quedó aun más expuesta la actividad de la NSA en el extranjero. Nuevas revelaciones de los documentos facilitados por Snowden indican que la NSA registraba el contenido de todas las comunicaciones telefónicas de Bahamas. Otro aspecto que deja sin abordar esta falsa reforma.
De hecho, el apoyo de la Casa Blanca al proyecto de ley confirma que estamos ante una de esas reformas que se hacen para que todo siga igual.
“No quiero vivir en un mundo donde todo lo que digo, todo lo que hago, todos con quienes hablo, cada expresión de la creatividad o el amor o la amistad queden registrados”, dijo Snowden, ahora asilado en Rusia, cuando fue entrevistado por The Guardian el año pasado. El texto del USA Freedom Act no nos acerca ni por asomo al mundo en el que quiere vivir Snowden.
El Senado tiene ahora la oportunidad de enmendar el texto y otorgarle dignidad a la reforma de la NSA, o como manifestó el congresista Justin Amash, uno de los patrocinadores del texto original, se mantendrá y legalizará un programa inconstitucional de espionaje doméstico a gran escala.