Brasil, tierra de fútbol y samba, se paralizó ante cada partido del Mundial durante las pasadas tres semanas. Esta frase hecha no deja de ser una realidad, las diferentes sedes se convirtieron en verdaderos desiertos los días en los que se celebraban partidos. Las ciudades vacías son consecuencia de una de las tantas exigencias de la FIFA incluidas en la resistida Ley General sobre la Copa del Mundo. El organizador del Mundial demandó que se decrete feriado los días de partido en las distintas sedes. Los días en los que Brasil jugó sus partidos el feriado se aplicaba a todo el país.
Este requisito, impuesto por la FIFA, agravó aun más las consecuencias económicas de la organización del torneo. A pesar de los auspiciosos beneficios económicos prometidos antes de la organización del torneo, la realidad es que la organización de eventos deportivos de gran escala suele terminar en descalabros económicos. Si los más de 11 mil millones de dólares desembolsados en la organización del torneo mundialista causaron protestas generalizadas en todo el territorio brasileño, las huellas en la economía que dejará el Mundial serán —por lo menos— motivo de discusión y análisis en aquél país.
La huella que dejará en la economía la competencia global será todavía más profunda. El impacto de los “feriados FIFA”, que dejaron al mes de julio con tan solo 17 días laborables, afectó a las grandes industrias y a los pequeños comerciantes por igual. Según un informe de América Economía, la Federación de Industrias del Estado de São Paulo informó que cada día no laborable representa una pérdida de US$3.610 millones para la industria brasileña. La disminución de un 23,3% en la industria automotriz es otro ejemplo del impacto del Mundial en la productividad del país gobernado por Dilma Rousseff.
La debacle económica se expande por todos los sectores y promete acrecentar el ya de por sí panorama desfavorable para la economía brasileña. “Desde principios de año, los proyectos están atrasados, todos postergan las cosas hasta después del Mundial. Y ahora que casi todos los días son feriados, es totalmente imposible hacer algo”, dice, furiosa, Katia Andrade, vendedora en una compañía de almacenamiento de datos. Es que el impacto alcanza a todos por igual. Desde el Sindicato de Tiendas de Comercio del municipio de Río de Janeiro señalaron que las pérdidas ascenderán a US$869 millones durante los días de partido.
Los feriados por el torneo no son los únicos. En Brasil, un país con organización federal, cada estado tiene sus propios feriados locales que se suman a los nacionales. Por ejemplo, en Salvador de Bahía, al norte del país, durante la celebración del mundial —del 12 de junio al 12 de julio— apenas hubo cuatro días de trabajo completos. Una situación insólita, que afecta la productividad y sin dudas impacta en la economía del país.
Los brasileños fueron advertidos. El entusiasmo inicial por la organización de la Copa del Mundo se fue desvaneciendo a medida que se acercaba la fecha del pitido inicial. En 2010, cuando el Banco Central de Brasil realizó el primer estudio del impacto del Mundial 2014, pronosticó un crecimiento de la economía de un 7,5%, dos años mas tarde la cifra se había reducido hasta llegar a un 0,9%.
No sorprenderá si dentro de algunos meses los resultados económicos del torneo siguen la suerte de la canarinha. Un futuro auspicioso que se terminó frustrando a mitad de camino y con un desenlace lamentable.