English Si realizáramos una encuesta acerca del papel de la educación entre toda la población de un país, sin dudas una abrumadora mayoría la consideraría de suma importancia.
Tanto Gobiernos como organizaciones de la sociedad civil destacan de manera constante el papel fundamental que juega la educación en el desarrollo de una sociedad; diseñan políticas educativas y pedagógicas; asignan o reclaman partidas presupuestarias destinadas a la escuelas; y promueven programas que combatan la deserción escolar y las bajas calificaciones. Sin embargo, todas estas tareas suelen estar más relacionadas con la escolarización que con el proceso de aprendizaje en sí.
La educación oficial
La primera parte del documental independiente “La educación prohibida“, producido en Argentina y filmado en distintos puntos de Iberoamérica, se enfoca en la historia del sistema escolar actual, los conceptos que lo respaldan, y su efecto en los niños que acuden a las escuelas para aprender, pero que se encuentran en muchas ocasiones con algo completamente opuesto.
Desde sus orígenes a finales del siglo XVIII, el modelo de escuela estuvo basado en la necesidad de “un pueblo obediente, dócil y preparado para la guerra”, como explica Rafael González Heck del alternativo Colegio Rudolf Steiner en Chile.
No es casualidad que el sistema de escolarización tal cual lo conocemos hoy haya sido concebido en Prusia, aquel imperio que Friedrich von Schrötter, un ministro prusiano, recordaba que no era “un país con un ejército sino un ejército con un país”.
Parafraseando a Henry Ford, todos pueden elegir la educación que deseen recibir, siempre y cuando se trate de la educación oficial.
La evolución de las escuelas tradicionales en los últimos 200 años fue insignificante. Los test estandarizados, clases obligatorias, sistemas de calificaciones obsoletos, currículos desvinculados en la realidad, y la estructura verticalista, son algunas de las características que conforman el paradigma vigente por más de dos siglos.
Mientras el progreso económico y los avances tecnológicos nos brindan una calidad de vida impensable tan sólo algunas décadas atrás, las escuelas del siglo XXI son una fotografía de tiempos pasados. En el mismo período que pasamos de escuchar música en pesados fonógrafos a escucharla en reproductores de MP3 portátiles, las aulas han permanecido casi intactas.
En torno a la negación del individuo como un ser único e irrepetible, con sus propias inquietudes y motivaciones, las escuelas desarrollan un programa que promueve el conformismo y la uniformidad, reprimiendo cualquier posibilidad de pensamiento crítico.
Parafraseando a Henry Ford, todos pueden elegir la educación que deseen recibir, siempre y cuando se trate de la educación oficial. En la opinión de varios de los educadores participantes de la película, las estructuras rígidas, centralizadas, y de tinte autoritario conspiran contra el desarrollo educativo de los niños. Es por eso que sostienen que la educación está prohibida.
Educación más allá del Estado
En la segunda parte, a partir de entrevistas con varias decenas de educadores provenientes de diversos países latinoamericanos y de España, se presentan aproximaciones alternativas a la escolarización estatal —ya sea que estemos hablando de escuelas de gestión privada o públicas.
Allí hacen hincapié, aunque sin profundizar, en enfoques pedagógicos alternativos. Todas ellas se basan en otorgarle una mayor independencia a los alumnos.
“La vida está llena de opciones, y hay que aprender a tomarlas”, señala Vicky Colbert de la Fundación Nueva Escuela de Chile, “por eso, la organización de todo el material educativo lleva a que todos los niños puedan tomar decisiones”.
La experimentación es otro eje que atraviesa a las propuestas pedagógicas alternativas, prohibidas en muchos países por no adecuarse a los criterios definidos por las autoridades.
El gran ausente en “La educación prohibida” es la educación en el hogar
En contraposición al aula tradicional, donde los alumnos sentados en incómodas sillas intentan memorizar los contenidos impartidos por un profesor con el único objetivo de aprobar el examen final, las escuelas alternativas le ofrecen a cada educando la posibilidad de construir sus propios procesos de aprendizajes. El ámbito en el que se desarrolla la actividad carece de rigidez, sin pupitres alineados, las herramientas están a libre disposición según los gustos y los intereses del momento de cada chico. La espontaneidad es la protagonista.
El documental busca dar a conocer modelos educativos que han sido opacados por las legislaciones que promueven un modelo obsoleto, y lo logra, aunque con cierto desorden.
Las diferencias entre los distintos abordajes y los fundamentos detrás de cada teoría quedan poco claros. Frente a una propuesta de una educación radicalmente opuesta a la conocida, afirmaciones demasiado abstractas terminan reflejando una propuesta más al estilo hippie que una alternativa viable al sistema actual.
Falencias y ausencias
El gran ausente en “La educación prohibida” es la educación en el hogar. Los padres que deciden educar a sus hijos en sus casas son apenas mencionados a lo largo del film, a pesar de ser una metodología prohibida en numerosos países alrededor del planeta. Lo mismo sucede con la más radical educación sin escuela.
Para los extensos 145 minutos que dura el documental —que por momentos se torna reiterativo— haber podido escuchar a padres que han optado por esas metodologías hubiese sido enriquecedor.
La crítica hacia las jerarquías gubernamentales están omnipresentes, pero no así la visión del establishment educativo. El estado actual de la educación es representado a través de una historia ficticia que se desarrolla paralelamente a las entrevistas y explicaciones.
Los representantes son profesores y directores que gritan constantemente y no le permiten a los estudiantes manifestar sus disidencias en las escuelas, muchas veces cayendo en caricaturas. Aunque vale conceder: seguramente todos nos hemos con estos estereotipos en nuestro paso por el sistema escolar.
Tampoco se abordan alternativas que impulsarían una mayor diversidad en la educación como los sistemas de bonos escolares o créditos impositivos, una relativa mejora al statu quo.
A diferencia de muchos documentales independientes, “La educación prohibida” es prolija, está bien producida, y las animaciones que acompañan los desarrollos de los conceptos principales están a la altura de una producción de calidad.
Su mensaje, aunque con las falencias mencionadas anteriormente, llega al espectador y puede generar impacto en alguien extraño a las pedagogías alternativas.
El cuestionamiento constante a la autoridad estatal, a los sistemas centralizados, y a las estructuras que se imponen desde arriba hacia abajo, lo convierten en un documental de obligada difusión para todos aquellos que defienden una educación libre.