EnglishDurante los Gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, el proteccionismo se consolidó como política comercial, y generó una clase privilegiada que se benefició a expensas del resto. Ya sea mediante la manipulación del tipo de cambio, los excesivos derechos de importación, una gran variedad de impuestos y costos elevados de transporte, Argentina tiene los precios de productos electrónicos más altos de la región.
Según el sitio Iprofesional, en Argentina un televisor de último modelo, un smartphone o una tablet puede costar hasta el doble que en el vecino Chile. El kirchnerismo ha aislado a Argentina del mundo y la condenó a una rezago tecnológico preocupante. No solo la oferta es más acotada sino que las prestaciones de los equipos disponibles nos trasladan a décadas anteriores, y los precios de la tecnología —al contrario de lo que debería suceder— no paran de subir.
La alta inflación (alrededor de un 40% anual) junto con las deliberadas políticas proteccionistas para privilegiar a los empresarios acostumbrados a vivir de prebendas, hacen inaccesible para gran parte de la población productos que en otros países su uso es generalizado. Por ejemplo, una iPad de Apple en las tiendas chilenas Paris alcanza los US$468, mientras que el mismo dispositivo en una de las cadenas de venta de electrodoméstico más importantes de Argentina puede alcanzar los US$850.
La diferencia no es solo en el precio, sino el tiempo que se debe trabajar en cada país para acceder a esos dispositivos. Según una investigación del diario argentino Clarín, para comprar una notebook en Argentina son necesarios 3,7 salarios promedios. Es decir, que una persona debería trabajar casi cuatro meses para poder comprar una computadora —eso si destina todo su sueldo a ese fin. Un chileno solo necesita 1,4 salarios, mientras que en Colombia son necesarios dos. Algo similar se repite en las demás categorías. Comprar un teléfono móvil en Argentina insume 2,9 salarios, en México 1,4, y en Brasil con un poco más de un salario (1,1) ya se puede adquirir uno.
La cultura es ajena al poder
Mientras tanto, desde el Gobierno argentino aseguran fomentar y promover la cultura. Abundan conciertos, festivales, subsidios y leyes que pretenden convertir a los autodenominados “artistas” en una casta privilegiada. Sin embargo, a diferencia de lo que sostiene el discurso oficial, existe un abismo entre promover la cultura y generar herramientas para beneficiar a músicos, escritores o dramaturgos “adictos” al Gobierno. La cultura, por definición, se genera desde abajo hacia arriba, y en general se contrapone a las estructuras de poder.
La cultura es dinámica, está viva, y por sobre todas las cosas es el resultado de un sinnúmero de acciones independientes que van delineando sus características. Cuando la cultura esta determinada por el Estado, surgen las Leni Riefenstahl y los Sergei Eisenstein, o los Víctor Heredia y las Teresa Parodi.
Existe un abismo entre promover la cultura y generar herramientas para beneficiar a músicos, escritores o dramaturgos “adictos” al Gobierno
Como el ingreso de herramientas fundamentales para generar expresiones artísticas hoy están bajo rigurosas regulaciones, las expresiones artísticas se ven limitadas. Cámaras de fotos y video, smartphones, instrumentos musicales, computadoras, entre otras herramientas, se han convertido en piezas fundamentales para entender y producir la cultura en este siglo. Pero la idea de que la tecnología ha democratizado la cultura aún está lejos de arribar a Argentina.
En su libro In Praise of Commercial Culture, el economista de la Universidad George Mason en Estados Unidos, Tyler Cowen, menciona algunos de los casos en los cuales los artistas se vieron beneficiados por el libre mercado. Es el caso de los impresionistas franceses, cuya paleta de colores solo fue posible gracias a las innovaciones en la industria química de la época. La posibilidad de acceder con mayor facilidad a los avances tecnológicos, además, crea artistas independientes.
Veamos el caso de Vincent Van Gogh, “su inconformismo solo fue posible debido a que el progreso tecnológico redujo el precio de las pinturas y tapices y le permitió persistir como artista”, escribe Cowen. Imaginemos a un Van Gogh en la Argentina proteccionista teniendo que completar formularios, hacer filas, y esperar durante largos períodos para obtener sus materiales. ¿Cuántos Van Gogh nos hemos perdido?
Junto con los cines que proyectan películas en 3D, las galerías de arte y los grandes recitales en grandes estadios, conviven YouTube, Vimeo, Flickr, Spotify y otras plataformas destinadas a facilitar el acceso para publicar y difundir las creaciones individuales. Es verdad, probablemente la gran mayoría del contenido generado en esas plataformas carezcan de cualquier valor. Pero también es verdad que otros artistas han podido darse a conocer a través de esas herramientas y lo han logrado con éxito.
Una política equivocada
Creer que el proteccionismo es tan solo una política comercial que obstaculiza la competencia entre los productores locales y los del resto del mundo es incurrir en un reduccionismo miope. La barreras alcanzan a toda la sociedad, a los nuevos emprendimientos, a la salud, a la ciencia, y por supuesto, a la producción cultural. Los mercados libres nos permiten acceder y aprovechar las ventajas de los avances que sucedieron en cualquier otro lado a un precio mínimo. El proteccionismo no solo cierra fronteras comerciales; su impacto termina cerrando fronteras mentales, desincentivando la creatividad, y convirtiendo bienes de consumo masivo en bienes de lujo reducidos a una minoría privilegiada.
Según un estudio de la Information Technology & Innovation Foundation el impacto de la política proteccionista que ha implementado el Gobierno argentino impacta en una reducción estimada de entre un 13% y un 29% de la demanda. A nivel global, Argentina es el noveno país con los impuestos más altos sobre las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), solo superada por Brasil a nivel regional. Junto con Nigeria, Ecuador, Turquía y Brasil, en Argentina las tarifas e impuestos sobre las TIC tienen un importante impacto sobre el precio. De esta manera aumentan artificialmente los precios y terminan por excluir a una importante porción de la sociedad del acceso a ellas.
Lejos de ser un ejemplo de ignorancia económica, el Gobierno argentino impone de manera alevosa obstáculos para contener expresiones libres, fuera del alcance de las regulaciones, y opuesta a las directrices que impone el pensamiento oficial. Es verdad, se trata de una de las tantas consecuencias negativas que tienen las políticas proteccionistas y al mismo tiempo un excelente ejemplo de cómo la brecha entre el autoritarismo económico y el totalitarismo es casi inexistente.
Editado por Elisa Vásquez