El nombre Ross Ulbricht, presunto fundador de Silk Road, un mercado virtual alojado en la llamada deep web, podría haber aparecido junto al de Jeff Bezos (Amazon), Mark Zuckerberg (Facebook), Peter Thiel (PayPal) y otros tantos emprendedores que hoy son una referencia inevitable al momento de hablar de innovación.
Pese a haber satisfecho una demanda al igual que los emprendedores más venerados del planeta, es más factible que el nombre de Ulbricht se encuentre incluido en el listado de convictos de alguna prisión de Nueva York. A diferencia de quienes alcanzaron la gloria, el Gobierno de Estados Unidos no aprobó sus actividades.
El pasado 6 de febrero un jurado federal de Nueva York lo encontró culpable a de siete delitos. La acusación oficial dice que Ulbricht es responsable de traficar drogas y lavar dinero, entre otros cargos. El caso en su contra dice más de los acusadores que del acusado. Las autoridades estadounidenses aseguran que estaba al frente de un imperio criminal: lo señalan como el creador de una organización que facilitó a cientos de narcotraficantes en todo el mundo desarrollar sus actividades fuera del ojo de la ley.
Silk Road, la creación de Ulbricht, no solo permitió que miles de personas comercien productos que podemos encontrar en cualquier centro comercial, sino que también se convirtió en el lugar predilecto para comprar drogas ilegales en internet. La combinación de la red Tor y la moneda digital bitcoin cimentó un punto de encuentro entre vendedores y compradores que recíprocamente buscaban satisfacer necesidades mutuas.
Silk Road generó un mercado de drogas lejos del halo de la clandestinidad y el peligro impuesto por la legislación vigente
Silk Road generó un mercado de drogas lejos del halo de la clandestinidad y el peligro impuesto por la legislación vigente. Allí, las leyes responsables de poblar injustamente las cárceles estadounidenses con personas que no han incurrido en delitos violentos (que no agredieron la vida, propiedad, o libertad, de otros), podían ser ignoradas.
En Silk Road los vendedores tenían una reputación, los compradores podían evaluar su experiencia y compartirla con los demás, y los pagos no eran liberados hasta que el comprador se encontrara satisfecho con la entrega. Sus usuarios utilizaban foros para denunciar a los estafadores y respaldar a quienes ofrecían un buen servicio eliminando muchos de los riesgos presentes en las transacciones al margen la ley. Pero por sobre todas las cosas, eliminaba el mito de que es el producto —las drogas—, y no el contexto en el que desarrolla el mercado, la causa de la violencia que entorno al narcotráfico.
Por supuesto, para aceptar la legitimidad de Silk Road es necesario aceptar también la legitimidad de que adultos responsables tienen el derecho a optar por introducir en su cuerpo cualquier sustancia, incluso las prohibidas.
En las últimas cinco décadas el Gobierno de Estados Unidos impulsó una brutal criminalización de este derecho, generó artificialmente inusitados grados de violencia, dentro y fuera de sus fronteras, y terminó por arruinar muchas más vidas de las que cualquier sustancia psicoactiva podría hacerlo. El daño y la destrucción de esas leyes es abismal cuando se lo compara con el que generan las drogas.
Ulbricht, por el contrario, buscaba desenmascarar la hipocresía que impera en la “tierra de los valientes y el hogar de los libres”. En su perfil de LinkedIn, lo expresó de manera contundente:
Quiero utilizar la teoría económica como una forma de abolir el uso de la coerción y la agresión entre la humanidad. Tal como la esclavitud ha sido abolida en casi todas partes, yo creo que la violencia, la coerción, y todas las formas del uso de la fuerza de una persona sobre otra pueden terminar. El uso más generalizado y sistemático de la fuerza está entre las instituciones y los Gobiernos (…). La mejor forma de cambiar un Gobierno, sin embargo, es cambiar las mentes de los gobernados. Con ese objetivo, estoy creando una simulación económica para ofrecerle a la gente una experiencia de primera mano sobre cómo sería vivir en un mundo sin el uso sistemático de la fuerza.
Si la experiencia de Silk Road no fue lo suficientemente convincente para probar el objetivo de Ulbricht, las acciones del Gobierno estadounidense probablemente hayan contribuido a su objetivo. Frente a las actividades consentidas, pacíficas y voluntarias que se desarrollaban en el sitio web, el Gobierno reveló una vez más su verdadera naturaleza arrojando a una jaula a quien osó enfrentar su arbitrariedad, y reafirmó por enésima que cree estar gobernando en la “tierra de los siervos y el hogar de los cobardes”.