English La cumbre de la Organización de los Estados Americanos (OEA) que será celebrada el próximo 10 de abril en Panamá marcará el regreso de Cuba al cuerpo panamericano tras 53 años de ausencia. Los primeros 47 obedecen a la expulsión del país de la organización y los siguientes seis a la reticencia de su Gobierno de participar de la cumbre.
“Cuba puede volver a ser parte de la OEA en el futuro, si los países miembros deciden que su participación respeta los objetivos y principios de la organización, los cuales incluyen el respeto a la democracia y a los derechos humanos”, afirmó en el 2009 la entonces secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton cuando la OEA levantó la exclusión de Cuba.
No obstante, el regimen comunista se rehusó a formar parte de “una desgraciada institución que solo ha humillado el honor de las naciones de América Latina”, como señaló el dictador de Cuba, Fidel Castro, en el 2005. Seis años mas tarde, el bloqueo fue levantado y Cuba participará de la cumbre de la OEA. El statu quo ha cambiado: Estados Unidos y Cuba no son más enemigos de una extinta guerra fría. En cambio, han estado negociando desde el pasado diciembre para restaurar las relaciones diplomáticas e iniciar una nueva era de lazos políticos y económicos.
Todo indica que Washington ha olvidado sus reservas por la “democracia y los derechos humanos”. A pesar del cambio en la actitud del Gobierno de los Estados Unidos, los abusos a los derechos humanos aún son características de los líderes —no elegidos— de Cuba. Al retomar las negociaciones, sin asegurar concesiones por parte de La Habana, EE.UU. solo le ha dado legitimidad a los líderes autoritarios.
El dirigente de la oposición cubana democrática y coordinador del proyecto Estados de Sats, Antonio G. Rodiles escribió una carta abierta para el actual dictador de Cuba, Raúl Castro, el lunes 17 de marzo, que decía lo siguiente:
“Su discurso en la cumbre extraordinaria del Alba reconfirma que usted y su grupo intentarán estar en el poder a todo costa. No importa si el pueblo cubano se hunde en la miseria y la desesperación, no importa si sus hijos continúan escapando de este desastre, ustedes pretenden permanecer y arrasar todo.
Le escuche decir que la “sociedad civil” cubana irá a desenmascarar a los mercenarios y sus patrones, vuelvo a recordarle que usted, su hermano y su grupo, son los mayores traidores y anticubanos y que sus voceros y represores son los verdaderos mercenarios”.
Rodiles también menciona un asunto clave que reconfirma la naturaleza anti-democrática y autoritaria del regimen. De acuerdo con el líder opositor, Castro ha impedido que miembros del llamado Grupo de los 75 —un conjunto de periodistas, bibliotecarios, activistas en pro de los derechos humanos y otros disidentes arrestados en una campaña del 2003— viajen a Panamá para formar parte de la cumbre de la OEA.
El retorno de Cuba a la OEA no implica esperanza para la región —como sugirió el actual secretario general de la OEA, Miguel Insulza—, sino una confirmación de la hipocresía que prevalece sobre las relaciones regionales. Washington ya lo demostró en la cumbre de 1962 de la organización cuando levantó las sanciones contra Haití a cambio de un voto en contra de Cuba. En aquel entonces, Estados Unidos se alineó con el dictador haitiano François “Papa Doc” Duvalier. La política para el Caribe de la Casa de Blanca no está enraizada en ningún ideal supremo, es un mero quid pro quo.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha aceptado al Gobierno no elegido de Cuba como una válida representación de los cubanos, olvidando las declaraciones del 2009 en favor de la democracia y los derechos humanos. Mientras tanto, los cubanos que se oponen a las leyes autoritarias son silenciados y maltratados por los mismos que claman preocuparse por su futuro.
“No vengo para administrar ninguna crisis, vengo para facilitar y continuar la renovación”, dijo el recién elegido secretario general de la OEA y exministro de relaciones exteriores de Uruguay, Luis Almagro. si no trabaja por la renovación en Cuba y no habla en contra del regimen de 56 años de la isla, entonces las palabras de Almagro solo son tan vacías como las de Clinton en 2009.
Algunos dicen que esta es la forma en la que la diplomacia trabaja: bravuconerías y retórica, anotar goles y hacer concesiones. Pero si la política exterior de los Estados Unidos y las organizaciones regionales pretenden tener una autoridad moral sobre los regímenes represivos de la región, deberían asumir una postura basada en principios —y apegarse a ella. Las esperanzas de aquellos que viven en la isla cárcel de Cuba ya han sido defraudadas demasiadas veces.