English“¿No vamos a levantar la voz? Nos están matando”, tuiteó a comienzos de mayo la periodista argentina Marcela Ojeda. El mensaje era dirigido a las mujeres. Una ola de espeluznantes asesinatos en Argentina, ocurridos en los últimos meses, cuyas víctimas eran mujeres y los victimarios hombres, reavivaron lo que aparenta ser una “tensión de género”. Una guerra de los sexos que nadie ha declarado.
“Uno más, pero fue la gota que rebosó el vaso”, explicó Fabiana Túñez, fundadora de La Casa del Encuentro, un asociación civil que promueve un “feminismo popular entre todas las mujeres y con la sociedad” al diario español El Pais. Se refería al brutal asesinato de Chiara Páez, una adolescente de 14 años, recientemente embarazada, y asesinada a golpes por su novio de 16 años. Un femicidio, término que ha ganado notoria popularidad en las últimas semanas.
Actrices, políticas, artistas, empresarias, referentes sociales … mujeres, todas, bah.. no vamos a levantar la voz? NOS ESTAN MATANDO
— Maͣrͬcͨeͤlaͣ Ojeͤdͩaͣ (@Marcelitaojeda) May 11, 2015
Aquella iniciativa derivó en una manifestación de la que nadie quiso quedarse por fuera. Un grupo de periodistas lanzaron desde la red social Twitter una convocatoria que reunió a 150.000 personas, según la policía (según ellas, el doble). Agrupados bajo el hashtag #NiUnaMenos, la convocatoria atrajo la atención de actores, escritores, y figuras de la televisión que brindaron un impulso definitivo para que la tuviera un éxito rotundo. ¿Quién se opondría al pedido de detener la violencia contra las mujeres, y repudiar terribles asesinatos?
La agenda feminista
La manifestación contó con la asistencia de políticos del oficialismo y la oposición. A dos meses de las elecciones primarias, los candidatos se mostraron en la plaza para elevar al máximo su perfil. Una excelente oportunidad para que se mostraran comprometidos con una causa justa, inocua, en una teatralizada genuflexión. Aunque desde la organización desaconsejaban portar banderas políticas, eso no impidió la posibilidad de observar algunas insignias partidarias.
Ninguna marcha, sin embargo, puede mantenerse al margen de motivaciones políticas e ideológicas. Y esta, desde un comienzo, buscaba ir más allá del objetivo declarado de combatir la violencia contra las mujeres. Ya ante la sola presencia del término “femicidio” estamos frente una agenda completamente distinta a la que pretende mostrarse.
“Femicidio” es un término “político”, según explica el sitio web de La Casa del Encuentro, “es la denuncia de la naturalización de la sociedad hacia la violencia sexista (…) es el asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien considera su propiedad”. Es decir: el hombre en abstracto, como si estuviese representando a todos los individuos de sexo masculino, somete a la mujer, en representación de todos los individuos de sexo femenino, en un régimen similar al que mantenían los esclavistas con los esclavos.
En 2014, Argentina registró 277 femicidios, según La Casa del Encuentro, que calcula estadísticas de asesinatos de mujeres basándose en diarios y agencias de noticias. Para contabilizar los casos de femicidio, sin embargo, no parece un requisito averiguar si detrás del homicidio existe la intención de reafirmar la noción de propiedad sobre la mujer. En Argentina no hay estadísticas oficiales de este tipo de delitos.
El número de asesinatos de mujeres —de femicidios— es preocupante, tanto como el incremento en un 16% en la tasa de homicidios entre 2012 y 2013. Según la Asociación para Políticas Pública, Argentina duplicó los niveles de violencia respecto a Chile, al alcanzar los 8,8 homicidios por cada 100.000 habitante. Mientras que la inmensa provincia de Buenos Aires lidera el ranking con 1.556 homicidios en 2013, la provincia de Santa Fe, tercera en cantidad de habitantes, lleva la corona de distrito más violento del país, con 13,2 homicidios por cada 100.000 habitantes.
El problema con los homicidios en Argentina no solo se limita a la violencia de género. Esto no implica que no deba ser combatida, ni que los derechos individuales —que gozan de ceguera de género— de las mujeres puedan ser vulnerados. El problema es que la agenda detrás de la manifestación termina por socavar estos mismos principios que contemplan la defensa de todos los seres humanos. Y los actos consentidos entre adultos son los próximos objetivos en la agenda feminista: la prostitución y la pornografía.
Femicidio: un concepto colectivista
“Hoy las mujeres tienen más posibilidades de morir en manos de parejas o exparejas, que en la calle”, dice Natalia Gherardi, abogada y directora ejecutiva del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género, al diario argentino La Nación. Probablemente otra de las frases que alimentó la histeria colectiva de las últimas semanas. En 2012 murieron 1.797 mujeres en accidentes de tránsito, según estadísticas de la asociación civil Luchemos por la Vida. Afortunadamente para ellas, hay ambientes más peligrosos que la propia casa.
[La idea de femicidio] nos devuelve al derecho primitivo, donde la responsabilidad era colectiva, y el castigo también.
De igual manera, la situación es grave. Pero también es grave que el intento de solucionar un problema devenga en excesos, y en un nuevo desequilibrio de la balanza. Esta vez para el otro lado. La presión por asuntos de violencia de género, por ejemplo, ha llevado a situaciones disparejas, donde el afán de la Justicia por proteger a la mujer termina incurriendo en excesos y vulnerando derechos de los hombres, de los seres humanos.
Esta situación quedó retratada en el documental Borrando a Papá, aunque de escasa difusión, ya que un juez decidió censurarlo al tratar la violencia de género incorrecta. El filme refleja como los hombres quedan muchas veces marginados por jueces sesgados. Ante las denuncias de violencia de género, los jueces dictan de forma expedita, incluso si la denuncia es falsa. Una estrategia muchas veces utilizada por madres para obstruir el vínculo con sus hijos.
La idea de femicidio, como dicen las feministas, es un término político, pero por sobre todas las cosas es retrograda. Nos devuelve al derecho primitivo, donde la responsabilidad era colectiva, y el castigo también. Todos los integrantes del clan eran responsabilizados por una acción individual. Así, los femicidas son los hombres que subyugan a las mujeres bajo un sistema patriarcal. Y las mujeres solo un objeto de propiedad para el sexo masculino.
Mientras algunos aprovechan tragedias para manipular a un sector de la sociedad y avanzar su propia agenda, los nombres de Lola, Chiara, Melina, y otras tantas mujeres asesinadas, seguirán resonando en búsqueda de justicia.