English“Con fe, esperanza y optimismo”. Esas tres palabras dominaron los discursos del candidato oficialista del Frente para la Victoria, Daniel Scioli, antes de los magros resultados que cosechó en las elecciones presidenciales.
Tras el balde de agua fría que significó una victoria, por apenas 2,5 puntos porcentuales sobre Mauricio Macri, el candidato del frente opositor Cambiemos, la desidia, la incertidumbre, y el caos comenzaron a imperar en la campaña hacia la segunda vuelta del próximo 22 de noviembre. En la primera vuelta las encuestas estimaban que la diferencia a favor de Scioli sería de entre ocho y nueve puntos de diferencia.
Con un Macri con chances reales de convertirse en el próximo presidente, las huestes kirchneristas, con la presidenta Cristina Kirchner a la cabeza, y el asesoramiento del brasileño experto en “campañas sucias” João Santana, desplegaron un plan para aterrorizar a la población sobre las eventuales consecuencias de un triunfo del opositor. Una verdadera “campaña de miedo”, inspirada en las tácticas propagandísticas más macabras.
“Los 12 nuevos centros de radioterapia para tratamiento del cáncer continuarán adelante si Scioli es presidente. Pensá bien tu voto”, tuiteó el ministro de Salud, Daniel Gollan, en una publicación que refleja el tono de la actual campaña. Horas más tarde aseguró que su cuenta había sido hackeada y borró el mensaje. El supuesto hacker misteriosamente siguió la línea de sus anteriores publicaciones en la red social:
Un millón de metros cuadrados nuevos de hospitales y centros de salud construídos en el país. Para q esto siga, Scioli debe ser presidente.
— Daniel Gollan (@DrDanielGollan) November 2, 2015
Querés volver a los hospitales sin insumos, o al trueque, o al corralito o al 58 % de desocupación? Pensá bien tu voto. Macri es todo eso.
— Daniel Gollan (@DrDanielGollan) October 31, 2015
Desde declaraciones a la prensa de los más altos funcionarios, hasta los militantes rasos, en sus cuentas en las redes sociales replican el mismo mensaje: una victoria de Macri representa el apocalipsis para el país. Las amenazas sobre el fin de planes sociales, los supuesto planes para privatizar empresas estatales, y el sometimiento a los “fondos buitres” que reclaman, por el pago de una deuda en los tribunales de Nueva York, son algunas de las consignas que aparecen con mayor frecuencia.
Los golpes bajos están a la orden del día. El pasado domingo, durante el entretiempo del partido definitorio del torneo local de fútbol, el programa de televisión propagandístico 6,7,8 emitió un vídeo en el cual comparaba las propuestas de Macri con las de José Martínez de Hoz, ministro de Economía durante la última dictadura militar (1976-83). Sicoli negó que se tratara de una campaña de miedo. “Es para crear conciencia colectiva”, afirmó.
La verdadera grieta
Si bien es cierto que las posibilidades de éxito con una campaña de este estilo son escasas, el mensaje difundido desde el kirchnerismo es revelador: deja en evidencia su propio fracaso. Tras 12 años de la familia Kirchner en el poder, casi un tercio de los hogares argentinos recibe algún tipo de asistencia económica estatal. Un dato que contrasta con la llamada “década ganada” que declaró la presidenta en 2013 al cumplir 10 años en el poder. El “logro”, para el kirchnerismo, ha sido generar semejante dependencia estatal entre las poblaciones más vulnerables, para ahora utilizarla como elemento de extorsión.
Y parte de la campaña del miedo es convertir esa dependencia en la normalidad. Los vaticinios oficialistas de que un eventual Gobierno de Cambiemos eliminará todos los planes sociales, y dejará desamparados a los pobres que ellos mismos crearon, es un argumento falaz. En un país donde el crecimiento es sustentable y ético (es decir, que no esté basado en la expoliación legal), no son necesarios los privilegios estatales que en neolengua han sido rebautizados como derechos.
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Otra revelación que deja la campaña oficialista, es que en Argentina existe una “grieta“, como denominaron algunos periodistas al estado de constante crispación presente en la sociedad, entre opositores y oficialistas. Pero la revelación no es sobre esa grieta discursiva, que ya era harta conocida. Las últimas jugadas de la campaña oficialista han sacado a relucir otra grieta más profunda, entre quienes producen la riqueza, quienes aspiran redistribuir la riqueza que no producen, y mantener sus privilegios.
Los temores que pretenden propagar acerca de la privatización de empresas estatales, como Aerolíneas Argentinas o la petrolera YPF, la reforma del sistema jubilatorio estatal por uno privado, o la eliminación del control de cambios (el famoso “cepo”), no surgen de preocupaciones legítimas acerca del bienestar de la sociedad, sino de los propios miedos de todos aquellos beneficiados con el manejo de cajas multimillonarias, de los beneficiados con los jugosos negocios que pueden realizar, a partir del control de cambios, y de los empresarios prebendarios que se benefician de un furioso proteccionismo que mantiene a la población cautiva de su ineficiencia. En definitiva se trata de su propio miedo y no el del resto de la población.
La campaña del miedo sacó a la luz al hombre olvidado que es explotado por un Estado voraz. También terminó por quitarles las mascaras a quienes, en nombre de entelequias, esconden sus verdaderas intenciones de enriquecerse, a costa de los demás, y aspiran perpetuar la pobreza, para insistir en un modelo clientelar, donde los individuos son votantes los días de elecciones, y siervos el resto del año.
Esta manifestación es también un mensaje que Macri debe escuchar, y de la cual debe aprender, si quiere tener éxito en un eventual Gobierno. Los individuos no pueden ser considerados como medios para cumplir los fines de los demás, y como decía el autor de la Constitución argentina, Juan Bautista Alberdi, “la riqueza para generarse y producirse necesita lo mismo que Diógenes le pedía a Alejandro, que no le haga sombra”.