EnglishNicki Minaj fue una vez más el blanco de críticas, y no de las que hacen los especialistas musicales. La rapera estadounidense despertó el repudio de organizaciones de derechos humanos. La razón fue el recital que brindó este sábado, 19 de diciembre, en Angola, un país gobernado desde hace 36 años por el despiadado José Eduardo dos Santos.
El presidente y CEO de la Human Rights Foundation (HRF), Thor Halvorssen, junto con George Ayittey, presidente de la Fundación África Libre e integrante de HRF, escribieron un duro artículo en el cual cuestionan que la cantante haya aceptado una invitación a participar en un festival navideño organizado por Unitel, una empresa de telecomunicaciones angoleña controlada por el dictador Dos Santos y su familia, a cambio de un lucrativo pago de US$2 millones.
Halvorssen y Ayittey señalan:
Más allá de su honesta mirada sobre la injusticia racial en Estados Unidos, el compromiso de Minaj con diversas caridades educativas y de justicia social dentro de Estados Unidos hacen de su viaje a Angola uno especialmente confuso. Su repugnante hipocresía cuando se trata de ocuparse de la justicia en un lugar pero no en Angola elimina cualquier resabio de credibilidad que pueda tener para opinar en el futuro sobre temas de raza o derechos.
Dos Santos, quien cuenta con numerosas denuncias por violaciones de derechos humanos, ni siquiera aspira a ocultar la vasta fortuna que acumuló —ilegalmente, por si es necesario aclarar— desde 1979 a la actualidad. Según Forbes, Isabel, su hija, es la mujer más rica de África. Su fortuna se estima en US$3.000 millones, en un país donde un tercio de la población vive con menos de $2 diarios y la expectativa de vida al nacer es de 52 años. “La señorita Isabel Dos Santos es una empresaria independiente, e inversionista privada representando únicamente sus intereses”, explicaron sus representantes cuando Forbes indagó sobre su patrimonio.
El resto de los colaboracionistas
Motivos para criticar la presencia de Minaj en el país africano sobran. Su visita al feudo de Dos Santos legitima al dictador ante sus propios prisioneros. Y también ante la opinión pública internacional y los seguidores de la artista alrededor del mundo, que ven en sus ídolos musicales mucho más que a una simple cantante. Precisamente, me dijo un cubano cuando visité Miami, es la imagen internacional la que más preocupa a los dictadores; a los disidentes locales simplemente los encarcelan.
Darren Acemoglu y James Robinson, autores de ¿Por qué fracasan los países?, explican:
A los Gobiernos les gusta cortar lazos con dictadores que abren las puertas a los negocios internacionales, o colaboren con sus objetivos geopolíticos. La presión necesita venir de los ciudadanos que se preocupan los suficiente por el desarrollo internacional para obligar a los políticos a superar la fácil tentación del oportunismo político de corto plazo.
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Por supuesto, sería injusto endilgarle a Minaj —y a otras figuras mundiales contratadas para agasajar tiranos— la responsabilidad de la permanencia de dictadores durante décadas. A la hora de designar responsable externos, los países desarrollados y organismos multilaterales se llevan la mayoría de los números. Décadas de falta de comprensión y un enfoque equivocado a la hora de planificar la asistencia humanitaria internacional terminaron por reforzar a los responsables de mantener las instituciones que condenan a sus ciudadanos a la pobreza.
Este enfoque, explica William Easterly, profesor de economía en la Universidad de Nueva York y especialista en crecimiento económico, consiste en aplicar los mismos principios colectivistas que han fracasado en las economías planificadas durante el siglo XX. Desde una oficina en Washington, difícilmente puedan resolverse problemas complejos y puntuales en la República Democrática del Congo, o en Tanzania. Las Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU son un cabal ejemplo del estrepitoso fracaso de este enfoque.
¿Y cuál es la alternativa? Easterly responde:
La asistencia extranjera puede crear nuevas oportunidades para los más pobres del planeta proveyéndoles cuestiones esenciales como medicamentos, educación e infraestructura, pero sólo si la asistencia extranjera imita el exitoso abordaje de la libertad económica, mediante la adopción de un enfoque de búsqueda y retroalimentación con rendición de cuentas individual, en vez del actual modelo de planificación colectivista. Incluso con esto cambios, la ayuda exterior no puede lograr los pomposos objetivos de transformar otras sociedades para que escapen de la pobreza hacia la prosperidad. Solo los movimientos locales, y graduales, hacia una mayor libertad económica pueden lograrlo.