EnglishEstimados hermanos argentinos y venezolanos:
Ambos países hemos logrado grandes avances en los últimos meses. Tras 12 años de opresión, los argentinos nos hemos podido liberar de un Gobierno que se esforzó en socavar las instituciones, ignorar sus límites y avanzar sobre derechos fundamentales de los habitantes. Sin dudas se percibe un aire renovado en el ambiente.
Ustedes, venezolanos, han dado un gran primer paso. Con su voto, lograron privar a su presidente, Nicolás Maduro, de su escribanía favorita: la Asamblea Nacional. Muchos de los ladrones han sido pateados de la guarida desde que la que urdían los planes para avanzar sobre la vida, libertad y propiedad de los ciudadanos. Así han podido comenzar a revertir la situación en un país que se ha convertido en el coto de caza personal de los socialistas.
Argentinos y venezolanos festejamos con fervor al conocer los resultados electorales. Es comprensible. La renovación —o un atisbo de ella— de un ambiente viciado por los oscuros manejos de nuestros Gobiernos ha reconstruido la esperanza, que muchos ya habían perdido. Los regímenes descaradamente autoritarios están en vías de extinción.
Esto recién comienza. La euforia inicial por los resultados electorales es un arma de doble filo. Al principio la sensación de liberación es inmensa. Yo también la viví. Pero la búsqueda de salvadores o mesías es una condena a un estado de servidumbre entusiasmo y las ilusiones comienzan a diluirse cuando al final del día nos damos cuenta que vivimos bajo el mismo régimen, aunque con otra mascara. ¿Vamos a estar dispuestos a cometer el mismo error?
Sin dudas, estamos —y estaremos— mejor que antes, algo bastante sencillo cuando el punto de referencia es el kirchnerismo y el chavismo. Pero no nos conformemos con poco. La esclavitud morigerada es también esclavitud.
Hemos visto el esmero de los políticos en engrosar sus patrimonios personales utilizando el dinero de los demás. Una estafa, aunque no la única. La conducta de nuestros políticos fue escandalosa, pero los principios sobre los que se cimientan el Gobierno y el Estado es aún más. Es criminal.
Tenemos que comprender que la esencia del Gobierno y el Estado es la violencia. Los impuestos son una forma violenta de tomar por la fuerza el fruto legítimo de tu trabajo. Las trabas al comercio, a la posibilidad desarrollar un emprendimiento —desde las regulaciones más bobas hasta la excesiva burocracia—, son una obstrucción a la voluntad de dos personas para hacer un intercambio voluntario. Y la situación empeora aún más si por las circunstancias del azar esas personas se encuentran en distintos países. Las medidas paternalista que intentan cuidarlos de conductas nocivas para uno mismo son un insulto a su autonomía como individuos y su responsabilidad como adultos.
Socialista, populista, socialdemócrata, conservador. Cada uno tiene su etiqueta, pero detrás de ella siempre subyace la misma lógica: la lógica del garrote. Multas, sanciones, penalidades, anulando hasta el último de los resquicios de nuestra libertad. Transformando niños libres y creativos en hombres obedientes y conformistas. Sacrificando al potencial individual.
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Amigos, hay una alternativa más allá de la violencia y las imposiciones. La alternativa es volver a asumir el control de nuestras vidas. La alternativa es entender que fuimos capaces de descubrir e inventar todo lo que vemos a nuestro alrededor, pese al Gobierno, y no gracias a él. La alternativa es comprender que nuestro derecho a elegir como queremos vivir nuestras vidas es sagrado, y esto incluye el derecho a equivocarnos.
Nos han dicho que ya hemos vivido en un ambiente con mercados libres y mentes libres. Nos han dicho que esos conceptos son un fracaso y que nos ha hundido en la pobreza. Pero los únicos fracasados han sido los políticos y los Gobiernos que intentan vulnerar esa libertad y empobrecernos espiritual y materialmente con sus puestas en escena y sus medidas demagógicas.
“Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”, dice una frase popular. Si seguimos buscando salvadores o mesías que resuelvan todos los problemas y nos rescaten de nuestra miseria estaremos condenados a la servidumbre en sus distintas en versiones. No podremos ser libres si no sabemos de que se trata libertad.
Miremos más allá de los que nos muestran. Pensemos más allá de lo que nos dicen que pensar. Exploremos lo desconocido. Más allá de los políticos, el Gobierno y el Estado, hay una vida mejor, abundante, que recompensa el esfuerzo. Del otro lado del alambre de púas que nos impone el Gobierno está la libertad.