EnglishVivir en una gran ciudad puede ser un arma de doble filo. Las alternativas que ofrecen las principales urbes son infinitas, pero el ruido y el constante ajetreo de los transeúntes a veces parece abrumador. Es una cuestión de equilibrio. ¿Ver la mitad del vaso medio lleno o medio vacío? He aquí la cuestión.
Buenos Aires es una de esas ciudades. Una ciudad llena de contrastes y contradicciones, muchas veces encerradas en un mismo lugar. La melancolía del tango, la alegría del fútbol, el caos de las protestas y la tranquilidad de los espacios verdes, todo en un mismo lugar. Aquí las nueve contradicciones que encierra Buenos Aires:
1. La arquitectura
Cada barrio tiene su estilo particular, desde el academicismo francés que predomina en Recoleta, y que por momentos te transporta a París, hasta el pintoresco barrio de La Boca, en el cual su arquitectura hace honor a su origen portuario: fue construido con las chapas y la pintura que sobraban de los barcos.
Aunque no todo es agradable a la vista. Buenos Aires también cuenta con el edificio más feo del mundo, enclavado en la mitad de una avenida. Dicen que mirar directamente hacia el mastodonte conocido como Edificio del Ministerio de Obras Públicas puede dejarlo ciego.
2. La vasta oferta de librerías
Los porteños tenemos el privilegio de vivir en la ciudad con más librerías por habitante del mundo, según el Foro Mundial de Ciudades Culturales. Las hay para todos los gustos, librerías gigantes, reductos escondidos en algún lugar de la ciudad, librerías especializadas, librerías de saldos, e incluso en algunas te permite sentarte a tomar un cafe y mientras tanto leer un libro sin tener que comprarlo. Probablemente la avenida Corrientes sea la calle con más librerías por cuadra del mundo entero.
Tener tantas librerías tiene su desventaja, aunque no es tan grave: uno nunca sabe por donde empezar.
3. La pizza
La pizza es un símbolo de Buenos Aires gracias a la inmigración italiana. Varias de las pizzerías de son famosas, y hasta existen rivalidades entre sus clientes para determinar cuál es la mejor.Hay para todos los gustos. Se pueden encontrar tres especialidades: a la piedra, al molde o media masa, según el grosor de la masa, aunque cada pizzería tiene se especializa en una. El queso ardiendo rebosa por los costados y, aunque no hay con que darle a una napolitana (queso y tomate), las variedades abundan.
Eso si, después de comer una verdadera pizza porteña es recomendable sacar un abono anual en el gimnasio o inscribirse, por lo menos, en dos maratones.
4. La diversidad
“Los argentinos son italianos que hablan español y se creen franceses”, dijo alguna vez el poeta mexicano Octavio Paz. Y es cierto, particularmente Buenos Aires es un “crisol de razas”. Españoles, italianos, ingleses, alemanes, judíos y polacos llegaron entre finales de siglo XIX y la primera mitad del siglo XX y marcaron para siempre la ciudad. La inmigración nunca se detuvo, aunque cambio su perfil. Ahora son bolivianos, paraguayos, peruanos, chinos o africanos los que —al igual que nuestros abuelos— llegan al país en busca de mejores condiciones de vida.
Aunque resulte una paradoja, los hijos y nietos de inmigrantes no están exentos de discriminar a los demás.
5. El transporte público
Buenos Aires es una ciudad bastante grande, y para transportarse no hay nada mejor que los bondis o colectivos; autobuses en el resto del continente. Sus recorridos a veces son laberínticos y hay la espera a que llegue puede parecer eterna, pero siempre, a toda hora, te llevan al destino.
Desde 1919 Buenos Aires cuenta con el “subte”, o metro. Fue la primer ciudad de Iberoamérica y del hemisferio sur en contar con un medio de transporte masivo subterráneo. Aunque tras un rápida expansión en la primera mitad del siglo XX, el ritmo de crecimiento disminuyó notablemente. Viajar en hora pico tiene sus ventajas adicionales para aquellos que disfrutan del calor y el contacto humano.
6. La ciudad que nunca duerme
Dicen que Nueva York es la ciudad que nunca duerme, pero si alguno estuvo a las 3 a.m. en Times Square sabrá que es solo un eslogan. En cambio, en Buenos Aires de lunes a domingo, siempre hay actividades nocturnas para hacer. Los porteños y la noche tienen una relación especial.
En Buenos Aires la cena se sirve a las 10 p.m. No importa si es en un restaurante o en la propia casa, los porteños suelen cenar tarde. Y si cenan tarde, a la hora de salir por la noche al boliche (discotecas) el horario es aún más loco: llegar antes de la 3 a.m. es una rareza y no es hasta las 4 a.m. que se llena.
¿Por qué dejar todo para último momento? Si hacemos todo más temprano, tenemos más tiempo para aprovechar.
7. El clima
Buenos Aires tiene un clima privilegiado: cuatro estaciones bien definidas, temperaturas agradables en otoño y primavera, y temperaturas tolerables en invierno y verano. Cae (un poco de) nieve una vez cada 50 años y —por suerte— no sabemos nada de terremotos, huracanes, ni ningún otro fenómeno meteorológico extremo.
La única desventaja: la maldita humedad.
8. El tango
Buenos Aires es la capital del tango. Los amantes de esta música podrán encontrar algunos de los mejores shows del mundo, y bailarines callejeros vestidos como si estuviesen en una vieja tertulia de comienzos de siglo. La cierto es que en la patria adoptiva de Gardel, más allá de los turistas y la gente mayor, nadie baila o escucha tango habitualmente.
9. Los espacios verdes
Los parques de Buenos Aires permiten a los porteños desconectarse de la ciudad, aunque sea por un rato. Los Bosques de Palermo, el Rosedal, o el Parque Sarmiento son lugares ideales para ir a tomar mate, salir a correr, andar en bicicleta o jugar a la pelota (fútbol).
Paradójicamente, Buenos Aires es una de las ciudades con menos espacios verdes por habitante, según ONU Hábitat. Y aunque los porteños disfrutan de la vida al aire libre, no suelen ser cuidadosos con su limpieza.