Yo no encontré la serie, la serie me encontró a mí. No exagero, Netflix no dejaba de mostrarme Ozark en la página de inicio. Ya que Jason Bateman —quien actúa como el protagonista, Marty Byrde— me parece guapo, decidí darle una oportunidad a la serie.
Ozark es una seria original de Netflix en la que el crimen organizado es el protagonista. Los capítulos cuentan la historia de la familia Byrde, una pareja con problemas matrimoniales y sus dos hijos adolescentes.
A primera vista son una familia normal de Chicago. Él es un asesor financiero, su esposa es ama de casa y sus dos hijos adolescentes van a un colegio privado. La oficina de Byrde es una fachada, porque en realidad le lava dinero al segundo cartel más grande de México. Byrde debe salir de un entuerto de negocios que tiene con su cliente mexicano, por ello se muda a los Ozarks en Missouri.
Ozark, a diferencia de otras series sobre narcotraficantes y drogas, habla de un tema que suele ser ignorado: qué papel juegan los estadounidenses en el crimen organizado. Los grandes capos de la droga nunca son estadounidenses, las grandes cacerías para destruir carteles siempre ocurren en América Latina. Los malos y los asesinos son latinos, mientras que los gringos son los policías, que a veces tienen una dudosa moralidad, pero que en el fondo buscan hacer el bien.
Entonces, ¿qué pasa en los Estados Unidos cuando la droga entra a su territorio? ¿Quién es el encargado de distribuir la droga y cómo se limpia el dinero dentro de los Estados Unidos? ¿Siempre son latinos los capos de Estados Unidos?
Allí es donde entra Ozark. La serie no solo narra los problemas que aquejan a los Byrde debido a su fraudulento negocio, sino que explica cómo el dinero de la droga afecta la economía estadounidense. Las escenas mejor hechas de la serie son cuando se explica cómo se lava dinero y cómo el dinero de la droga mueve la economía estadounidense, en general, y cómo este esta presente en todas las economías.
Ozark intenta usar la tarjeta del antihéroe. Que la audiencia tenga empatía con los personajes y se preocupe por ellos. En esto Ozark falla estrepitosamente. Es imposible sentir empatía con personas que parecen no ser coherentes con ellos mismos. Mi impresión fue que los guionistas no tenían muy definido el carácter de cada uno de ellos. Por lo que es imposible sienta que “conoce o “comprende” a los personajes, por lo que no se convirtieron en antihéroes que el público amaría.
Ozark, a pesar de su trama original y sus buenas actuaciones, da la sensación de quererse parecer demasiado a Breaking Bad. Ambas series retratan a estadounidenses promedio que de repente su vida empieza a girar peligrosamente alrededor del negocio de las drogas; además arrastran a su familia con ellos.
Esta comparación tal vez es injusta, pero es la herencia que sufre cualquier serie que viene después de una súper producción, tal como lo fue Breaking Bad. El estándar sobre qué es una buena serie sobre narcóticos ha sido aumentado.
Lo que me gustó de esta serie es que retrata que el problema de las drogas no es un asunto que solo hay que resolver en América Latina, sino que enfoca una de las maneras en que ciudadanos americanos también se lucran con el tráfico. Tal vez sirva para dar a entender que las drogas deben de ser legalizadas, ya que solo perseguir a capos latinoamericanos no solucionará nada.
Las drogas forman parte de la cultura estadounidense, lo acepten o no las autoridades gubernamentales. Tienen una crisis de opioides y alcoholismo. Acrecentados en los estados con mala calidad de vida. Las drogas tienen que ser vistas como una crisis de salud, no de seguridad. Este enfoque ayudaría a mejorar la vida de todas las personas en América, los consumidores, los productores y los que viven en países en los que las drogas pasan rumbo a los Estados Unidos.
Hablando de más series sobre el tráfico de drogas, Narcos temporada 3 se estrena en una semana. Pablo Escobar ya murió, ahora la cacería será al Cartel de Calí.