English El primer paciente en ser diagnosticado con el virus del Ébola lamentablemente ha fallecido. A medida que los informes de trabajadores del sector de la salud diagnosticados con ébola llegan a las primeras planas, los opinólogos le han atribuido la culpa a sus personajes políticos menos favoritos.
El juego de las culpas tiene poco que ver con concienciar a la población acerca de los riesgos y las medidas que deben tomar para prevenir la enfermedad, sino con politizar la supuesta crisis.
Una vez que el debate se enfoca en la falta de una vacuna, los opinólogos ignoran el rol del mercado y se concentran en insistir sobre el fracaso del Gobierno estadounidense en financiar investigaciones dedicadas al estudio del virus del Ébola. La introducción de este giro político, lamentablemente, lleva a ignorar el verdadero problema y diluye la discusión.
Los reclamos de ambos bandos
Desde el mismo momento en que se comenzaron a conocer los primeros informes sobre la salud de Eric Duncan, expertos de todos los ámbitos dirigieron su enojo hacia su poder del Estado menos favorito.
Para los demócratas, el Congreso tiene la culpa por haber reducido el presupuesto de los Institutos Nacionales de Salud (NIH por sus siglas en inglés), y, en consecuencia, supuestamente recortaron fondos que podrían haber sido utilizados para el desarrollo de una vacuna. Para los republicanos, el presidente Barack Obama tiene la culpa por no implementar una prohibición de viaje, ni bien comenzaron a aumentar los casos de ébola en África occidental.
Mientras que la indignación es natural, su desvío hacia la juego de la culpa sólo sirve a un propósito: jugar a la política con la vida de las personas.
Discutiendo desde una ficción
Al contrario de la creencia popular, el presupuesto total para los NIH se vio incrementado en un 69% desde el año 2000. Aunque el desarrollo de una vacuna antiébola podría estar salvando miles de vidas en este preciso instante, los NIH han han estado respaldando investigaciones experimentales a las que que se les ha asignado más fondos que al proyecto de la vacuna antiébola.
Entre los variados estudios financiados por el Gobierno federal, a través de subvenciones concedidas por el NIH, algunos sobresalen por lo mucho que le cuestan a los contribuyentes y el impacto casi nulo en la vida de la gente. Los gastos incluyen un proyecto para desarrollar un condón “origami” por US$2,4 millones, un estudio sobre las habilidades de los chimpancés para lanzar sus propios excrementos por $592.000, y un videojuego por $257.000 en el que se puede colaborar con la primera dama Michelle Obama en el jardín de la Casa Blanca.
El problema del conocimiento
Para las familias de los pacientes diagnosticados con la enfermedad, la vacuna antiébola vale más que una profunda investigación acerca de qué es lo que hace a los chimpancés mejores comunicadores. Sin embargo, dirigir el enojo hacia el Gobierno por elegir un proyecto en particular por sobre otros ignora la cuestión fundamental: ningún Gobierno debería ofrecer subvenciones para un proyecto de investigación médica determinado por sobre otro, simplemente por el hecho de que los planificadores centrales no poseen el conocimiento que tiene el mercado.
En síntesis, es imposible para el Gobierno identificar a tiempo qué es lo que la gente necesita para decidir las investigaciones que financiará, porque los políticos elegidos y sus subordinados no tienen la información completa que se requiere para tomar una decisión bien informada.
Cuando el Gobierno elije un servicio o producto particular favorito mediante los subsidios, las empresas responsables de desarrollar medicamentos — o cualquier otro producto médico — reciben señales confusas. La demanda artificial creada por los incentivos del Gobierno oculta las voces que observan y demandan otros productos y servicios. La tan buscada vacuna antiébola es solo uno de los varios proyectos en los que el sector privado permanece a oscuras acerca de la valoración real por parte de la población.
Al ignorar esta realidad, los supuestos expertos promueven el odio entre adversarios políticos mientras le ocultan a la población el papel del Gobierno en este lío.