La corrupción es una consecuencia habitual del intervencionismo.
~ Ludwig von Mises.
Mientras decenas de políticos brasileños son investigados en lo que podría ser el mayor escándalo de corrupción en la historia del país, la presidente Dilma Rousseff utilizó su mensaje del Día Internacional de la Mujer en televisión nacional para hablar sobre el necesario “fortalecimiento moral y ético” del país.
Como expresidente del consejo de administración de Petrobras, Rousseff podría estar en el centro del escándalo de corrupción que involucran a otros 54 líderes políticos.
De acuerdo con los investigadores federales, es probable que funcionarios de Petrobras y políticos de varios partidos hayan aceptado sobornos de las principales empresas de construcción e ingeniería que deseaban ganarse grandes sumas de dinero por negocios sobrevalorados con la petrolera estatal. Si las acusaciones son ciertas, el Partido de los Trabajadores de Rousseff pudo haberse embolsado algo de ese dinero.
Pero Rousseff no es la única jugadora importante involucrada en el escándalo. Los investigadores están buscando evidencias sobre la participación de al menos 21 diputados federales y 12 senadores.
Algunos temen que, a pesar del papel pasado de la presidente, su posición actual le otorgue inmunidad. Según el fiscal general de la nación, sus manos están atadas por la Constitución brasileña. Solo el Congreso puede abrir una investigación sobre el papel de la presidente Rousseff en el esquema de corrupción. Pero, ¿cómo podría el Congreso abrir una investigación que implicaría a algunos de los suyos?
La corrupción tiene raíces profundas
La historia de Brasil es una historia de corrupción.
Para muchos sociólogos, el problema de la corrupción en el país tiene algo que ver con la disposición genética de la población. Pero cualquier persona con conocimientos básicos de economía sabe que la herencia biológica no tiene nada que ver con eso.
Del mismo modo, comentaristas brasileños a menudo disfrazan su incapacidad de comprender el concepto de la corrupción. Frecuentemente repiten argumentos de los políticos y creen que lo que dicen sociólogos famosos —una profesión siniestramente adorada por el electorado brasileño— es palabra final.
Al abordar la corrupción, una de las muchas consecuencias del intervencionismo estatal, no identifican el verdadero problema, ya que carecen del conocimiento básico de qué lo causa y por ende sus análisis carecen de fundamentos. No obstante, sus diagnósticos se repiten eternamente y el sistema que permite la corrupción solo se vuelve más fuerte.
Mientras que miles de brasileños salen a las calles a protestar contra la presidente por el manejo de la economía y su presunto rol en el escándalo de corrupción de Petrobral, el Gobierno arma un show. Las autoridades pretenden convencer al público que ellos sí están asumiendo la responsabilidad. ¿Pero sobre qué exactamente? ¿Que ellos son corruptos? Eso no es ninguna novedad.
Si la gente supiera las causas, no protestarían contra la corrupción. Si entienderan que la corrupción es la consecuencia de un Gobierno que está acostumbrado a tener la opinión pública de su lado, protestarían contra el Gobierno mismo.
Las investigaciones no conseguirán justicia
Si algún juez federal decide aprobar las investigaciones a los 54 políticos, estos pueden llegar a enfrentar cargos por corrupción, lavado de dinero y conspiración criminal. Ya sea que el Congreso decida autorizar la investigación de la presidente o no, los promotores del estatismo ganarán.
Independientemente de lo que suceda como resultado de este escándalo, aquellos que buscan el poder están determinados a usar su base política para pedir más intervención del Estado como forma de resolver los problemas del país. Al final, quienes pagarán por los crímenes de los funcionarios será la gente.
Si tomamos en serio lo que dijo el economista austriaco Ludwig von Mises sobre la corrupción, tal vez podamos entender que los miembros de los órganos regulatorios son corruptos por su confianza ciega en la infabilidad del Estado.
Aquellos que confían ciegamente perpetúan la tradición y promueven un ambiente donde no solo se invita a la corrupción, sino también se la cuida. Allí donde las personas ceden el poder al Estado a pesar de la evidencia no se percibe el verdadero escándalo que subyace a los cargos de corrupción.
El mundo entero observa a Brasil ahora. ¿Identificarán los brasileños finalmente de dónde proviene el daño causado por su Gobierno? Si así lo fuere, ¿pelearán al fin la batalla correcta en contra del intervencionismo estatal? Solo el tiempo lo dirá.